Judit
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 |
Capítulo 2: Judit 2
La venganza de Nabucodonosor
1 El año decimoctavo, el día veintidós dós del primer mes, se
notificó en el palacio de Nabucodonosor, rey de los asirios, que él
se vengaría de toda la tierra, como lo había anunciado.
2 El rey convocó a todos sus oficiales y a todos sus funcionarios,
se reunió en consejo secreto con ellos y decretó él mismo el
exterminio de toda la tierra.
3 Entonces, de común acuerdo, se decidió aniquilar a todos los que
no habían respondido al llamado del rey.
La misión de Holofernes
4 Una vez terminado el consejo, Nabucodonosor, rey de los asirios,
llamó a Holofernes, general en jefe de su ejército y segundo después
de él, y le dijo:
5 "Así habla el gran rey, el señor de toda la tierra; Al salir de mi
presencia, tomarás contigo hombres de reconocido valor –unos ciento
veinte mil soldados de infantería y un contingente de doce mil
caballos con sus jinetes– 6 y atacarás a todos los pueblos de
Occidente, porque se negaron a escuchar mi llamado.
7 Intímalos a que se sometan totalmente, porque en mi indignación
voy a marchar contra ellos; cubriré toda la superficie de la tierra
con los pies de mis soldados y se la entregaré al saqueo; 8 los
heridos colmarán sus valles; los torrentes y los ríos desbordarán,
llenos de cadáveres, 9 y deportaré a sus cautivos hasta los confines
de la tierra.
10 Parte en seguida y ocupa para mí sus territorios. A los que se te
sometan, resérvamelos para el día de su castigo; 11 pero no perdones
a los rebeldes; entrégalos a la matanza y al saqueo en todas partes.
12 Porque juro por mi vida y por el poder de mi reino que ejecutaré
con mi propia mano lo que acabo de decir.
13 No quebrantes ni una sola de las órdenes de tu señor, sino
ejecútalas estrictamente como te lo he mandado. ¡Cúmplelas sin
tardanza!".
La organización del ejército de Holofernes
14 Apenas se alejó de la presencia de su señor, Holofernes convocó a
todos los generales, oficiales y capitanes del ejército asirio.
15 Reclutó para la campaña unos ciento veinte mil soldados escogidos
y doce mil arqueros de a caballo, como se lo había ordenado su
señor, 16 y los dispuso en orden de batalla.
17 Juntó, además, un gran número de camellos, asnos y mulos para el
equipaje, así como también innumerables ovejas, bueyes y cabras para
el abastecimiento; 18 y cada hombre recibió provisiones en
abundancia y una gran cantidad de oro y plata del palacio real.
La campaña victoriosa de Holofernes
19 Holofernes avanzó con todo su ejército, para preceder al rey
Nabucodonosor y cubrir toda la superficie de la tierra, hacia
Occidente, con sus carros de guerra, sus jinetes y sus soldados
escogidos.
20 Lo seguía una multitud numerosa como las langostas y como los
granos de arena de la tierra; su número era incalculable.
21 Desde Nínive, avanzaron durante tres días en dirección a la
llanura de Bectilet, y acamparon en sus inmediaciones, al pie de la
montaña que está a la izquierda de la Cilicia superior.
22 Desde allí, Holofernes penetró en la región montañosa con todo su
ejército de soldados, jinetes y carros de guerra.
23 Luego se abrió camino a través de Fud y de Lud, y arrasó a todos
los rasitas e ismaelitas que estaban al borde del desierto, hacia el
sur de Jeleón.
24 En seguida vadeó el Éufrates, atravesó la Mesopotamia y destruyó
todas las plazas fuertes en las riberas del torrente Abrona, hasta
las costas del mar.
25 Después ocupó los territorios de la Cilicia, destrozó a cuantos
le opusieron resistencia y avanzó hasta los confines meridionales de
Jafet, en las fronteras de Arabia.
26 Sitió a todos los madianitas, incendió sus campamentos y saqueó
sus establos.
27 Descendió luego a la llanura de Damasco, en la época de la
cosecha del trigo, e incendió todos sus sembrados; exterminó ovejas
y vacas, saqueó sus ciudades, arrasó sus campos y pasó a todos sus
jóvenes al filo de la espada.
28 El pánico y el terror se apoderaron de todo el litoral; de los
habitantes de Sidón y de Tiro, de Sur y de Oquina, y de todos los
habitantes de Iamnia. También los de Azoto y Ascalón quedaron
despavoridos ante él.
Fuente: Catholic.net