Génesis
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 |
22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 |
29 | 30 | 31 | 32 | 33 | 34 | 35 |
36 | 37 | 38 | 39 | 40 | 41 | 42 |
43 | 44 | 45 | 46 | 47 | 48 | 49 |
50 |
GÉNESIS es una palabra
griega, que significa "origen". El primer libro de la Biblia lleva
ese nombre, porque trata de los orígenes del universo, del hombre y
del Pueblo de Dios.
El libro del Génesis se divide en dos grandes partes. La primera es
denominada habitualmente "Historia primitiva", porque presenta un
amplio panorama de la historia humana, desde la creación del mundo
hasta Abraham (caps. 1-11).
La segunda narra los orígenes más remotos del pueblo de Israel: es
la historia de Abraham, Isaac y Jacob, los grandes antepasados de
las tribus hebreas. Al final de esta segunda parte, adquiere
particular relieve la figura de José, uno de los hijos de Jacob, ya
que gracias a él su padre y sus hermanos pudieron establecerse en
Egipto. La historia de los Patriarcas se cierra con el anuncio del
retorno de los israelitas a la Tierra prometida, cuyo cumplimiento
comienza a relatarse en el libro del Éxodo.
Estas dos partes presentan notables diferencias en cuanto a la forma
literaria y al contenido, pero están íntimamente relacionadas. El
Génesis se remonta primero a los orígenes del mundo y de la
humanidad. Luego, mediante una serie de genealogías cada vez más
restringidas, establece una sucesión ininterrumpida entre Adán, el
padre de la humanidad pecadora, y Abraham, el padre del Pueblo
elegido. Este vínculo genealógico pone bien de relieve que la
elección de Abraham no fue un simple hecho al margen de la historia
humana. La elección divina no era un privilegio reservado para
siempre a una sola persona o a una sola nación. Si Dios manifestó su
predilección por Abraham y por la descendencia nacida de él, fue
para realizar un designio de salvación que abarca a todos los
pueblos de la tierra.
En la redacción final del libro del Génesis, se emplearon elementos
de las tradiciones "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal". Esta
última fuente tiene una importancia especial en el conjunto de la
obra, debido a que constituye la base literaria en la que se
insertaron las otras tradiciones.
Los primeros capítulos del Génesis ofrecen una dificultad muy
particular para el hombre de hoy.
En ellos se afirma, por ejemplo, que Dios creó el universo en el
transcurso de una semana, que modeló al hombre con barro y que de
una de sus costillas formó a la mujer. ¿Cómo conciliar estas
afirmaciones con la visión del universo que nos da la ciencia? La
dificultad se aclara si tenemos en cuenta que el libro del Génesis
no pretende explicar "científicamente" el origen del universo ni la
aparición del hombre sobre la tierra. Con las expresiones literarias
y los símbolos propios de la época en que fueron escritos, esos
textos bíblicos nos invitan a reconocer a Dios como el único Creador
y Señor de todas las cosas. Este reconocimiento nos hace ver el
mundo, no como el resultado de una ciega fatalidad, sino como el
ámbito creado por Dios para realizar en él su Alianza de amor con
los hombres. La consumación de esa Alianza serán el "cielo nuevo" y
la "tierra nueva" (Is. 65. 17; Apoc. 21. 1) inaugurados por la
Resurrección de Cristo, que es el principio de una nueva creación.
LOS ORÍGENES DEL UNIVERSO Y DE LA HUMANIDAD
La fe de Israel en el Dios creador encontró su máxima expresión
literaria en el gran poema de la creación, que ahora figura al
comienzo de la Biblia. Una verdad se perfila a lo largo de todo este
relato: el universo, con todas las maravillas y misterios que
encierra, ha sido creado por el único Dios y es la manifestación de
su sabiduría, de su amor y su poder. Por eso, cada una de las cosas
creadas es "buena" y el conjunto de ellas es "muy bueno". En ese
universo, al hombre le corresponde un lugar de privilegio, ya que
Dios lo creó "a su imagen" y lo llamó a completar la obra de la
creación.
Pero el relato del origen del universo sirve de prólogo a lo que
constituye el principal centro de interés de los once primeros
capítulos del Génesis, a saber, el drama de la condición humana en
el mundo. Los diversos personajes que se van sucediendo, Adán y Eva,
Caín y sus descendientes, los pueblos que intentan edificar la torre
de Babel, representan arquetípicamente a la humanidad entera que
pretende ocupar el puesto de Dios, constituyéndose así en norma
última de su propia conducta. Esta pretensión, en lugar de convertir
al hombre en dueño de su destino, hizo entrar en el mundo el
sufrimiento y la muerte, rompió los lazos fraternales entre los
hombres y provocó la dispersión de los pueblos. En el marco de esta
historia, Dios va a realizar su designio de salvación.
Para describir este drama, los autores inspirados no recurrieron a
formulaciones abstractas. Lo hicieron por medio de una serie de
relatos convenientemente ordenados, de hondo contenido simbólico,
que llevan la impronta del tiempo y de la cultura en que fueron
escritos. Por eso, al leer estos textos, es imprescindible
distinguir entre la verdad revelada por Dios, que mantiene su valor
y actualidad permanente, y su expresión literaria concreta, que
refleja el fondo cultural común a todos los pueblos del Antiguo
Oriente.
Fuente: Catholic.net