Génesis
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Capítulo 37: Génesis 37
37 1 Mientras tanto, Jacob
estaba instalado en el territorio donde su padre había residido como
extranjero, en la tierra de Canaán. 2 Esta es la historia de Jacob.
LA HISTORIA DE JOSÉ
La historia de José se distingue considerablemente de los relatos
anteriores. La narración tiene ahora una trama mucho más compleja y
elaborada. Ya no está compuesta de escenas breves, más o menos
independientes unas de otras, sino que presenta una sucesión
dramática. Cada nuevo episodio presupone todas las etapas anteriores
y prepara el desenlace final. Además, hay una mayor variedad de
personajes y situaciones, que manifiestan una notable maestría en el
arte de narrar.
El relato tiene como protagonista a José, el primer hijo de Raquel
(30. 22-24) y el preferido de su padre Jacob (37.3). Víctima de la
envidia de sus hermanos, es llevado de Canaán a Egipto. Pero Dios
está con él cuando es vendido como esclavo y acusado injustamente, y
lo eleva a la más alta dignidad, para que pueda salvar un día a toda
su familia asediada por el hambre. De esta manera, el Señor va
preparando secretamente el nacimiento de su Pueblo elegido. Con la
llegada de Jacob y sus hijos a Egipto, se cierra la etapa de la
historia patriarcal, que sirve de preludio a la epopeya del Éxodo.
José es presentado como el ideal del hombre sabio y prudente, y toda
su vida encierra una lección de sabiduría.
Aquí no hay intervenciones espectaculares del Señor: José no habla
familiarmente con Dios como lo habían hecho , Isaac y Jacob; tampoco
recibe una nueva revelación o una confirmación de la Promesa divina.
Pero Dios está presente en cada acontecimiento, y sabe valerse de
los pecados de los hombres para el bien de sus elegidos, como lo
expresa claramente el mismo José, al final del relato (50.20).
Los sueños de José
José tenía diecisiete años, y apacentaba el rebaño, ayudando a sus
hermanos, los hijos de Bilhá y Zilpá, las mujeres de su padre. En
cierta ocasión, refirió a Jacob lo mal que se hablaba de ellos.
3 Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era
el hijo de su vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas.
4 Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron
tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo.
5 Una vez, José tuvo un sueño y lo contó a sus hermanos.
6 "Oigan el sueño que tuve", les dijo.
7 "Nosotros estábamos en el campo atando gavillas. De pronto, mi
gavilla se alzó y se mantuvo erguida, mientras que la de ustedes
formaban un círculo alrededor de la mía y se inclinaban ante ella".
8 Sus hermanos le preguntaron: "¿Acaso pretendes reinar sobre
nosotros y tenernos bajo tu dominio?". Y lo odiaron más todavía por
lo que contaba acerca de sus sueños.
9 Después tuvo otro sueño, y también lo contó a sus hermanos. "Tuve
otro sueño, les dijo. El sol, la luna y once estrellas se postraban
delante de mi".
10 Pero cuando se lo contó a su padre, este lo reprendió diciéndole:
"¿Que significa ese sueño que has tenido? ¿Acaso yo, tu madre y tus
hermanos vendremos a postrarnos en tierra delante de ti?".
11 Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre reflexionaba
sobre todas estas cosas.
José atacado por sus hermanos
12 Un día, sus hermanos habían ido hasta Siquém para apacentar el
rebaño de su padre.
13 Entonces Israel dijo a José: "Tus hermanos están con el rebaño en
Siquém. Quiero que vayas a verlos". "Está bien", respondió él.
14 Su padre añadió: "Ve a ver cómo les va a tus hermanos y al
rebaño, y tráeme noticias". Y lo envió desde el valle de Hebrón.
Cuando José llegó a Siquém, 15 un hombre lo encontró dando vueltas
por el campo y le preguntó: "¿Qué estás buscando?".
16 Él le respondió: "Busco a mis hermanos. ¿Puedes decirme dónde
están apacentando el rebaño?".
17 "Se han ido de aquí, repuso el hombre, porque les oí decir:
‘Vamos a Dotán’". José fue entonces en busca de sus hermanos, y los
encontró en Dotán.
18 Ellos lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se
habían confabulado para darle muerte.
19 "Ahí viene ese soñador", se dijeron unos a otros.
20 "¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas?
Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué
terminan sus sueños!".
21 Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: "No
atentemos contra su vida".
22 Y agregó: "No derramen sangre. Arrójenlo en esa cisterna que está
allá afuera, en el desierto, pero no pongan sus manos sobre él". En
realidad, su intención era librarlo de sus manos y devolverlo a su
padre sano y salvo.
23 Apenas José llegó al lugar donde estaban sus hermanos, estos lo
despojaron de su túnica –la túnica de mangas largas que llevaba
puesta–, 24 lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba
completamente vacía.
25 Luego se sentaron a comer.
José llevado a Egipto
De pronto, alzaron la vista y divisaron una caravana de ismaelitas
que venían de Galaad, transportando en sus camellos una carga de
goma tragacanto, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto.
26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: "¿Qué ganamos asesinando a
nuestro hermano y ocultando su sangre?
27 En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas,
porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne". Y sus hermanos
estuvieron de acuerdo.
28 Pero mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí
y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los
ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a
Egipto.
29 Cuando Rubén volvió a la cisterna y se dio cuenta de que José
había desaparecido, desgarró su ropa, 30 y regresando a donde
estaban sus hermanos, dijo: "El muchacho ha desaparecido. ¿Dónde iré
yo ahora?".
31 Entonces tomaron la túnica de José, degollaron un cabrito, y
empaparon la túnica con sangre.
32 Después enviaron a su padre la túnica de mangas largas, junto con
este mensaje: "Hemos encontrado esto. Fíjate bien si es la túnica de
tu hijo, o no".
33 Este, al reconocerla, exclamó: "¡Es la túnica de mi hijo! Un
animal salvaje lo ha devorado. ¡José ha sido presa de las fieras!".
34 Jacob desgarró sus vestiduras, se vistió de luto y estuvo mucho
tiempo de duelo por su hijo.
35 Sus hijos y sus hijas venían a consolarlo, pero él rehusaba todo
consuelo, diciendo: "No. Voy a bajar enlutado a donde está mi hijo,
a la morada de los muertos". Y continuaba lamentándose.
36 Pero entretanto, en Egipto, los madianitas lo habían vendido a
Putifar, un funcionario del Faraón, capitán de guardias.
Fuente: Catholic.net