Libro Segundo de las Crónicas
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Capítulo 6: 2 Crónicas 6
6 1 Entonces Salomón dijo:
"El Señor ha decidido habitar en la nube oscura.
2 Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde
habitarás para siempre".
Alocución de Salomón al pueblo
1 Rey. 8. 14-21
3 Después el rey se volvió y bendijo a toda la asamblea de Israel,
mientras esta permanecía de pie.
4 Él dijo: "Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que ha cumplido
con su mano lo que su boca había anunciado a mi padre David, cuando
le dijo: 5 ‘Desde el día en que hice salir del país de Egipto a mi
pueblo, no elegí otra ciudad, entre todas las tribus de Israel, para
que allí se edificara una Casa donde residiera mi Nombre, ni elegí a
otro hombre para que fuera príncipe de mi pueblo Israel, 6 sino que
elegí a Jerusalén para que allí residiera mi Nombre, y elegí a David
para que estuviera al frente de mi pueblo Israel’.
7 Mi padre David pensó edificar una Casa para el nombre del Señor,
el Dios de Israel.
8 Pero el Señor dijo a mi padre David: ‘Tú has pensado edificar una
Casa para mi Nombre, y has hecho bien al pensar así.
9 Sin embargo, no serás tú el que edificará la Casa, sino un hijo
nacido de tus entrañas, él construirá la Casa para mi Nombre’.
10 Y el Señor cumplió la palabra que había dicho: yo he sucedido a
mi padre David y me he sentado en el trono de Israel, como lo había
dicho el Señor. Yo edifiqué la Casa para el nombre del Señor, el
Dios de Israel, 11 y allí he puesto el Arca donde se encuentra la
Alianza que el Señor concluyó con los israelitas".
La súplica de Salomón
1 Rey. 8. 22-52
12 Salomón, puesto de pie ante el altar del Señor, frente a toda la
asamblea de Israel, extendió las manos.
13 Porque él había hecho un estrado de bronce, de dos metros y medio
de largo, dos y medio de ancho, y uno y medio de alto, y lo había
colocado en medio del atrio. Salomón subió al estrado, se arrodilló
frente a toda la asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el
cielo 14 y dijo:
"Señor, Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay un Dios
como tú, que mantienes la Alianza y eres fiel con tus servidores,
cuando caminan delante de ti de todo corazón.
15 Tú has cumplido, en favor de mi padre David, la promesa que le
habías hecho, y hoy mismo has realizado con tu mano lo que había
dicho tu boca.
16 Y ahora, Señor, Dios de Israel, cumple en favor de tu servidor
David, mi padre, la promesa que le hiciste, diciendo: ‘Nunca te
faltará un descendiente que esté sentado delante de mí en el trono
de Israel, con tal que tus hijos vigilen su conducta, caminando
conforme a mi Ley, como has caminado tú’.
17 Y ahora, Dios de Israel, que se verifique la promesa que hiciste
a mi padre, tu servidor David.
18 Pero ¿es posible que Dios habite realmente con los hombres en la
tierra? Si el cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte,
¡cuánto menos esta Casa que yo he construido!
19 No obstante, Señor, Dios mío, vuelve tu rostro hacia la oración y
la súplica de tu servidor, y escucha el clamor y la oración que te
dirige tu servidor.
20 Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre el
lugar del que dijiste que allí residiría tu Nombre. ¡Escucha la
oración que tu servidor dirige hacia este lugar!
21 ¡Escucha la súplica y la oración que tu servidor y tu pueblo
Israel dirijan hacia este lugar! ¡Escucha desde tu morada en el
cielo, escucha y perdona!
22 Cuando un hombre peque contra su prójimo, si se lo obliga a
prestar el juramento imprecatorio, y él viene a pronunciar la
imprecación sobre tu altar, en esta Casa, 23 escucha tú desde el
cielo, actúa y juzga a tus servidores, castiga al culpable, dándole
su merecido, y absuelve al inocente, tratándolo según su justicia.
24 Cuando tu pueblo Israel sea derrotado por el enemigo por haber
pecado contra ti, si ellos se convierten y celebran tu Nombre, si
oran y suplican delante de ti en esta Casa, 25 escucha tú desde el
cielo, perdona el pecado de tu pueblo Israel y tráelo de nuevo a la
tierra que les diste a ellos y a sus padres.
26 Cuando el cielo se cierre y no haya lluvia, porque ellos pecaron
contra ti, si oran hacia este lugar, si celebran tu Nombre y se
convierten de su pecado, porque tú los humillaste, 27 escucha tú
desde el cielo: perdona el pecado de tus servidores y de tu pueblo
Israel, mostrándoles el buen camino que deben seguir, y envía lluvia
a la tierra que diste en herencia a tu pueblo.
28 Cuando haya hambre en el país, o haya peste, quemazón o plaga en
los sembrados, langosta o pulgón; cuando el enemigo lo tenga sitiado
en alguna de sus ciudades, o sobrevenga un flagelo o una epidemia,
29 cualquiera sea la oración o la súplica que te dirija un miembro
de tu pueblo Israel, sintiéndose tocado por su desgracia y su dolor,
y con las manos extendidas hacia esta Casa, 30 escúchalas tú desde
el cielo, desde el lugar donde habitas; escucha y perdona a cada uno
según su conducta, tú que conoces su corazón, porque sólo tú conoces
el corazón de los humanos.
31 Así los israelitas sentirán temor de ti y seguirán tus caminos,
mientras vivan en el suelo que diste a sus padres.
32 También al extranjero, que no pertenece a tu pueblo Israel, y
llegue de un país lejano a causa de tu gran Nombre, de tu mano
poderosa y de tu brazo extendido, si él viene a orar hacia esta
Casa, 33 escucha tú desde el cielo, desde el lugar donde habitas, y
concede al extranjero todo lo que te pida. Así todos los pueblos de
la tierra conocerán tu Nombre, sentirán temor de ti como tu pueblo
Israel, y sabrán que esta Casa, que yo he construido, es llamada con
tu Nombre.
34 Cuando tu pueblo salga a combatir contra sus enemigos, por el
camino que tú le señales, si ellos oran al Señor vueltos hacia la
ciudad que tú has elegido y hacia la Casa que yo edifiqué para tu
Nombre, 35 escucha tú desde el cielo esa oración y esa súplica, y
hazles justicia.
36 Cuando pequen contra ti –porque no hay hombre que no peque– y tú,
irritado contra ellos, los pongas a merced del enemigo, y sus
vencedores los lleven cautivos a un país enemigo, próximo o lejano,
37 si en el país al que han sido deportados reflexionan y se
convierten, si en el país de sus vencedores te suplican, diciendo:
‘¡Hemos pecado, somos culpables, hemos cometido el mal!’; 38 si en
el país de los enemigos que los hayan deportado se vuelven hacia ti
de todo corazón y con toda el alma, si te suplican en dirección al
país que diste a sus padres, a la ciudad que tú has elegido y a la
Casa que yo edifiqué para tu Nombre, 39 escucha tú desde el cielo,
desde el lugar donde habitas, esa oración y esa súplica, y hazles
justicia, perdona a tu pueblo los pecados que haya cometido contra
ti.
40 Sí, Dios mío, que tus ojos estén abiertos y tus oídos atentos a
las súplicas que se hagan en este lugar.
41 Y ahora, ¡levántate, Señor Dios, entra en el lugar de tu Reposo, tú
y tu Arca poderosa!
¡Que tus sacerdotes se revistan de la salvación y tus fieles gocen de
felicidad!
42 ¡Señor Dios, no rechaces a tu Ungido,acuérdate de los favores
concedidosa David, tu servidor!".
Fuente: Catholic.net