Libro Segundo de las Crónicas
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Capítulo 23: 2 Crónicas 23
La conjuración contra Atalía y la entronización de Joás
2 Rey. 11. 4-12
23 1 Al séptimo año, Iehoiadá se armó de valor y reunió a los
centuriones; a Azarías, hijo de Ierojám, a Ismael, hijo de
Iehojanán, a Azarías, hijo de Obed, a Maaseías, hijo de Adaías, y a
Elisafat, hijo de Zicrí. Hizo un pacto con ellos, 2 y recorrieron
todo el territorio de Judá congregando a los levitas de todas las
ciudades y a los jefes de familia de Israel. Cuando llegaron a
Jerusalén, 3 toda la asamblea selló una alianza con el rey en la
Casa de Dios. Iehoiadá les dijo: "Aquí está el hijo del rey. Él debe
reinar, como lo dijo el Señor acerca de los descendientes de David.
4 Ustedes harán lo siguiente: un tercio de ustedes, los sacerdotes y
levitas que entran de servicio el día sábado, montarán guardia en
las puertas; 5 otro tercio ocupará la casa del rey, y el otro tercio
se quedará en la puerta del Fundamento. Mientras tanto, todo el
pueblo permanecerá en los atrios de la Casa del Señor.
6 Que nadie entre en la Casa del Señor, fuera de los sacerdotes y
levitas que estén de servicio. Ellos podrán entrar, porque están
consagrados. Pero todo el pueblo observará las prescripciones del
Señor.
7 Los levitas formarán un círculo alrededor del rey, con las armas
en la mano. Cualquiera que intente penetrar en el Templo, morirá.
Permanezcan junto al rey dondequiera que vaya".
8 Los levitas y todo Judá ejecutaron exactamente lo que les había
ordenado el sacerdote Iehoiadá. Cada uno de ellos tomó a sus hombres
–los que entraban de servicio y los que eran relevados el día
sábado– porque el sacerdote Iehoiadá no había exceptuado a ninguna
de las clases.
9 El sacerdote Iehoiadá entregó a los centuriones las lanzas, los
escudos y los broqueles del rey David, que estaban en la Casa de
Dios.
10 Luego apostó a toda la tropa, cada uno con una jabalina en la
mano, desde el lado sur hasta el lado norte de la Casa, delante del
altar y delante de la Casa, para formar un círculo alrededor del
rey.
11 Entonces hicieron salir al hijo del rey, le impusieron la diadema
y el Testimonio, lo proclamaron rey, y Iehoiadá y sus hijos lo
ungieron, aclamando: "¡Viva el rey!".
La muerte de Atalía
2 Rey. 11. 13-20
12 Atalía oyó el griterío de la gente que corría y aclamaba al rey,
y se dirigió hacia la Casa del Señor, donde estaba el pueblo.
13 Y al ver al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a
los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo que estaba
de fiesta y tocaba las trompetas, y a los cantores que dirigían las
aclamaciones con sus instrumentos musicales, rasgó sus vestiduras y
gritó: "¡Traición! ¡Traición!".
14 Entonces el sacerdote Iehoiadá impartió órdenes a los centuriones
encargados de la tropa, diciéndoles: "¡Háganla salir de entre las
filas! Si alguien la sigue, que sea pasado al filo de la espada".
Porque el sacerdote había dicho: "No la maten en la Casa del Señor".
15 La llevaron a empujones, y por la entrada de la puerta de los
Caballos llegó a la casa del rey; allí la mataron.
16 Iehoiadá selló una alianza entre el Señor, el rey y todo el
pueblo, comprometiéndose este a ser el pueblo del Señor.
17 Luego, todo el pueblo se dirigió al templo de Baal, lo derribó y
destrozó sus altares y sus imágenes. Y a Matán, el sacerdote de
Baal, lo mataron delante de los altares.
18 Iehoiadá estableció puestos de guardia en la Casa del Señor, a
las órdenes de los sacerdotes que David había distribuido en la Casa
del Señor, para ofrecer holocaustos al Señor –como está escrito en
la Ley de Moisés– con alegría y con cantos, según las prescripciones
de David.
19 Puso porteros en las puertas de la Casa del Señor, para que no
entrara absolutamente nada impuro.
20 Después reunió a los centuriones, a los dignatarios, a las
autoridades del pueblo y a toda la gente del país; hizo descender de
la Casa del Señor al rey, y entraron en la casa del rey por la
puerta Alta. Allí hicieron sentar al rey en el trono real.
21 Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma.
A Atalía la habían pasado al filo de la espada.
Fuente: Catholic.net