Libro Segundo de las Crónicas
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Capítulo 34: 2 Crónicas 34
El reinado de Josías en Judá (640-609)
2 Rey. 22. 1-2
34 1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta
y un años en Jerusalén.
2 Hizo lo que es recto a los ojos del Señor y siguió los caminos de
su padre David, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.
Las primeras reformas religiosas
2 Rey. 23. 4-20
3 En el octavo año de su reinado, cuando todavía era joven, comenzó
a buscar al Dios de su padre David, y en el año duodécimo comenzó a
purificar a Judá y Jerusalén de los lugares altos, de los postes
sagrados y de los ídolos esculpidos o de metal fundido.
4 Fueron derribados en su presencia los altares de los Baales, e
hizo pedazos los incensarios que había encima de ellos; destrozó los
postes sagrados y los ídolos esculpidos o de metal fundido, los
redujo a polvo, y lo esparció sobre las tumbas de los que les habían
ofrecido sacrificios.
5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y así
purificó a Jerusalén y a Judá.
6 En las ciudades de Manasés, de Efraím, de Siméon, e incluso de
Neftalí, en todas sus plazas, 7 derribó los altares, destruyó los
postes sagrados y los ídolos hasta reducirlos a polvo, y destrozó
todos los incensarios en todo el país de Israel. Luego regresó a
Jerusalén.
Descubrimiento del libro de la Ley en el Templo
2 Rey. 22. 3-10
8 El año decimoctavo de su reinado, una vez que purificó el país y
la Casa, Josías envió a Safán, hijo de Asalías, a Maaseías,
gobernador de la ciudad, y a Ioáj, hijo de Ioajaz, el archivista, a
reparar la Casa del Señor, su Dios.
9 Ellos se presentaron a Jilquías, el sumo sacerdote, y le
entregaron el dinero recaudado para la Casa de Dios, que los levitas
guardianes del umbral habían recogido de Manasés, de Efraím y de
todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín, y de los
habitantes de Jerusalén.
10 Luego ese dinero se puso en manos de los que dirigían los
trabajos, de los encargados de supervisar la Casa del Señor, y ellos
lo entregaron a los que ejecutaban las obras que se hacían en la
Casa del Señor, para restaurar y reparar el edificio.
11 También se lo dieron a los carpinteros y albañiles, a fin de
comprar piedras talladas y madera para el armazón y las vigas de las
construcciones, que los reyes de Judá habían dejado deteriorarse.
12 Estos hombres realizaban su trabajo a conciencia. Como encargados
al frente de ellos estaban los levitas Iájat y Abdías, de los hijos
de Merarí, y Zacarías y Mesulám, de los hijos de Quehat, que
dirigían las obras. Los levitas, que sabían tocar instrumentos
musicales, 13 acompañaban a los que llevaban las cargas y dirigían a
todos los obreros, cualquiera fuera su oficio. Otros levitas eran
escribas, inspectores y porteros.
14 Mientras retiraban el dinero recaudado para la Casa del Señor, el
sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley promulgada por
Moisés.
15 Entonces Jilquías tomó la palabra y dijo a Safán, el secretario:
"He encontrado el libro de la Ley en la Casa del Señor". Jilquías
entregó el libro a Safán, 16 y este se lo llevó al rey, cuando fue a
darle cuenta, diciendo: "Tus servidores hicieron todo lo que les
habías encomendado; 17 han volcado la plata que se encontraba en la
Casa del Señor y se la entregaron a los encargados y a los que
ejecutan los trabajos".
18 Luego el secretario Safán anunció al rey; "Jilquías, el
sacerdote, me ha dado un libro". Y Safán lo leyó delante del rey.
La consulta a la profetisa Julia
2 Rey. 22. 11-20
19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestiduras,
20 y dio esta orden a Jilquías, a Ajicám, hijo de Safán, a Abdón,
hijo de Micá, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del
rey; 21 "Vayan a consultar al Señor por mí y por el resto de Israel
y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado.
Porque es grande el furor del Señor que se ha derramado sobre
nosotros, ya que nuestros padres no han observado la palabra del
Señor y no han obrado conforme a todo lo que está escrito en este
libro".
22 Jilquías y los que habían sido designados por el rey fueron a ver
a la profetisa Julda, esposa de Salúm, hijo de Tocat, hijo de Jasrá,
el encargado del vestuario. Ella habitaba en Jerusalén, en el barrio
nuevo. Y una vez que le expusieron el caso, 23 les dijo: "Así habla
el Señor, el Dios de Israel: Díganle al hombre que los ha enviado;
24 Así habla el Señor: Yo voy a traer una desgracia sobre este lugar
y sobre sus habitantes, cumpliendo así todas las maldiciones
escritas en el libro que han leído ante el rey de Judá.
25 Porque me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses,
provocando mi indignación con todas las obras de sus manos, mi furor
se derramará sobre este lugar, y no se extinguirá.
26 Pero al rey de Judá que los envía a consultar al Señor, le dirán:
Así habla el Señor, el Dios de Israel: En lo que respecta a las
palabras que tú has escuchado...
27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de
Dios al oír sus palabras contra este lugar y contra sus habitantes;
porque te has humillado delante de mí, has rasgado tus vestiduras y
has llorado en mi presencia, también yo he escuchado –oráculo del
Señor– .
28 Yo voy a reunirte con tus padres; serás sepultado en paz y tus
ojos no verán nada de la desgracia que atraeré sobre este lugar".
Ellos llevaron la respuesta al rey.
La lectura de la Ley y renovación de la Alianza
2 Rey. 23. 1-3
29 El rey mandó reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
30 Luego subió a la Casa del Señor, acompañado de todos los hombres
de Judá y de los habitantes de Jerusalén –los sacerdotes, los
levitas y todo el pueblo, desde el más grande al más pequeño– y les
leyó todas las palabras del libro de la Alianza, que había sido
hallado en la Casa del Señor.
31 Después, de pie sobre su estrado, el rey selló delante del Señor
la alianza que obliga a seguir al Señor y a observar sus
mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, de todo corazón y con
toda el alma, poniendo en práctica las palabras de la alianza
escritas en aquel libro.
32 Él hizo que se comprometieran todos los que se encontraban en
Jerusalén y en Benjamín, y los habitantes de Jerusalén obraron
conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de los
territorios pertenecientes a los israelitas, y obligó a todos los
que se encontraban en Israel a servir al Señor, su Dios. Durante
toda su vida, ellos no dejaron de seguir al Señor, el Dios de sus
padres.
Fuente: Catholic.net