Génesis 1 |
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I. Desde la Creación del mundo
hasta el Diluvio
Creación del cielo y de la tierra.
1*Al
principio creó Dios el cielo y la tierra. 2*La
tierra era confusión y caos, y tinieblas cubrían la faz del
abismo, mas el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
3*Y
dijo Dios: “Haya luz”; y hubo luz. 4*Vio
Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las
tinieblas. 5*Llamó
Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y hubo
tarde y hubo mañana: primer día.
6*Después
dijo Dios: “Haya un firmamento en medio de las aguas que
separe unas aguas de otras”. 7*E
hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban bajo
el firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento.
Y así fue. 8Llamó Dios al firmamento cielo; y
hubo tarde y hubo mañana: día segundo.
9*Y
dijo Dios: “Júntense en un lugar las aguas que quedan bajo
el cielo y aparezca lo seco”. 10Llamó Dios a lo
seco tierra, y
a la reunión de las aguas llamó mares. Y vio Dios que estaba
bien. 11*Después
dijo Dios: “Brote la tierra hierba verde, plantas que den
semilla, árboles frutales que produzcan fruto según su
especie y cuya semilla esté en ellos sobre la tierra”. Y así
fue. 12Brotó, pues, la tierra hierba verde,
plantas que tenían en sí semilla según su especie, y árboles
que producían frutos y cuya semilla se hallaba en ellos
según su especie. Y vio Dios que estaba bien. 13Y
hubo tarde y hubo mañana: día tercero.
14*Luego
dijo Dios: “Haya lumbreras en el firmamento del cielo, que
separen el día de la noche y sirvan de señales y
(marquen) las
estaciones, días y años. 15Sirvan también de
lumbreras en el firmamento del cielo para alumbrar la
tierra”. Y así fue. 16Hizo, pues, Dios las dos
grandes lumbreras: la lumbrera mayor para presidir el día, y
la lumbrera menor para presidir la noche, y las estrellas.
17Púsolas Dios en el firmamento del cielo para
alumbrar la tierra, 18para regir el día y la
noche y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que
estaba bien. 19Y hubo tarde y hubo mañana: día
cuarto.
20*Después
dijo Dios: “Pululen las aguas multitud de seres vivientes; y
vuelen aves sobre la tierra debajo del firmamento del
cielo”. 21Y
creó Dios los grandes monstruos marinos, y todos los seres
vivientes que marchan arrastrándose, de los cuales hierven
las aguas, según su especie; y toda ave alada según su
especie. Y vio Dios que estaba bien. 22*Y
Dios los bendijo, diciendo: “Sed fecundos y multiplicaos y
henchid las aguas en los mares; y multiplíquense las aves
sobre la tierra”. 23Y hubo tarde y hubo mañana:
día quinto.
24*Luego
Dios dijo: “Produzca la tierra seres vivientes según su
especie: animales domésticos, reptiles, bestias salvajes,
según su especie”. Y así fue. 25Hizo, pues, Dios
las bestias salvajes según su especie, y los animales
domésticos según su especie, y todo reptil de la tierra
según su especie. Y vio Dios que estaba bien.
La creación del hombre.
26*Después
dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen nuestra, según
nuestra semejanza; y domine sobre los peces del mar y las
aves del cielo, sobre las bestias domésticas, y sobre toda
la tierra y todo reptil que se mueve sobre la tierra”.
27*Y
creó Dios al hombre a imagen suya;
a imagen de Dios lo creó;
varón y mujer los creó.
28*Los
bendijo Dios; y les dijo Dios: “Sed fecundos y multiplicaos,
y henchid la tierra y sometedla; y dominad sobre los peces
del mar y las aves del cielo, y sobre todos los animales que
se mueven sobre la tierra”. 29Después dijo Dios:
“He aquí que Yo os doy toda planta portadora de semilla
sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol en que
hay fruto de árbol con semilla, para que os sirvan de
alimento. 30Y a todos los animales de la tierra,
y a todas las aves del cielo, y a todo lo que se mueve sobre
la tierra, que tiene en sí aliento de vida, les doy para
alimento toda hierba verde”. Y así fue. 31*Vio
Dios todo cuanto había hecho; y he aquí que estaba muy bien.
Y hubo tarde y hubo mañana: día sexto.
*
1. Al
principio, es decir, cuando no existía aún nada
de lo que se encierra en las palabras “cielo y
tierra”. Desde antiguo se ha observado la semejanza
de este pasaje con Juan 1, 1: “En el principio era
el Verbo”. De ahí que algunos Padres y Teólogos
sostengan que el autor sagrado se refiere aquí al
Hijo por el cual todo fue hecho (Juan 1, 3). Cf.
Proverbios 8, 22. A favor de esta opinión pueden
alegarse otros pasajes, por ejemplo: Hebreos 1, 2;
Apocalipsis 3, 14; 22, 13 y especialmente Colosenses
1, 18, donde el Apóstol llama a Cristo “el
principio” y dice que “por Él fueron hechas todas
las cosas, las de los cielos y las que están sobre
la tierra, las visibles y las invisibles, sean
dominaciones, sean principados, sean potestades.
Todas las cosas fueron creadas por medio de Él y
para Él (Colosenses 1, 16). Es de notar que el mismo
Jesús se llama “el principio” en Juan 8, 25
(Vulgata).
Creó: de la nada; no de alguna materia
preexistente, como se lee en las cosmogonías
paganas. El verbo hebreo ‘bará’ se usa
específicamente para señalar la actividad divina y
la creación ex nihilo. “Hacer una cosa cuando no
existía nada, es producir de la nada, es crear en el
sentido filosófico de la palabra” (Ceuppens).
“Dios”, en hebreo Elohim, es un plural que viene de
Él o Eloah (=el Fuerte). Sale en el Antiguo
Testamento más de 2.500 veces y tiene los siguientes
significados: a) Dios, b) los falsos dioses (Éxodo
12, 12), c) los vicarios de Dios: los ángeles,
príncipes, jueces (Salmo 96, 7 comparar con Hebreos
1, 6; Salmo 81, 6 comparar con Juan 10, 34; cf. I
Reyes 28, 13). Elohim lleva por regla general los
atributos y verbos en singular, como en este
versículo (cf. También el versículo 26, lo que
prueba claramente que no se trata como dicen los
racionalistas, de un resto de politeísmo. Al
contrario, el politeísmo es una depravación del
monoteísmo primitivo, cuyas huellas se han
conservado, fuera de la Biblia, hasta nuestros días,
en algunos pueblos “salvajes” que viven muy
retirados y sin mayor contacto con los otros. Los
investigadores modernos, sobre todo la escuela
antropológica del P. W. Schmidt, han descubierto en
aquellos pueblos la creencia de un Dios supremo,
creador de todas las cosas, muy justo y muy bueno,
legislador y juez de los hombres. No hay, pues,
duda, de que el politeísmo es un producto de la
apostasía de la religión primitiva. “El cielo”,
incluso los ángeles (cf. El pasaje de Colosenses 11,
16, citado más arriba) y “la tierra”: el orbe
entero, sin excluir nada. Orígenes y San Agustín
entienden por cielo las cosas espirituales, por
tierra las materiales.
*
2. Confusión
y caos: El hebreo usa dos palabras que suenan
onomatopéyicamente: tohu y bohu, y que se repiten en
Jeremías 4, 23. Los Setenta vierten
invisible y
carente de orden. Algunos autores modernos ven
en este versículo una alusión a un cataclismo
anterior a la actual organización de la tierra;
opinión que no tiene fundamento en la construcción
gramatical del texto hebreo. Los que en el versículo
primero incluyen la creación de los ángeles ven aquí
una misteriosa conexión con la caída de los ángeles,
cuyos sustitutos, por decirlo así, iban a ser los
hombres, para los cuales Dios, en su infinita bondad
preparaba la tierra. En Isaías 14, 9-14 el profeta
nos describe la caída del príncipe de los ángeles
bajo la figura del rey de Babilonia que lleva el
nombre apocalíptico de Lucifer (Luzbel), y San Juan
nos describirá su derrota en los últimos tiempos
(Apocalipsis 12, 7 ss.). Muy poco sabemos de la
rebelión de Satanás, pues Moisés no relata
explícitamente la creación de los ángeles, sino que
la presupone. “El abismo”: las aguas revueltas que
rodean la tierra aprisionada por ellas (Ceuppens).
Los antiguos se representaban la tierra rodeada por
todas partes de inmensas profundidades. La palabra
hebrea “tehom” (abismo) corresponde a la babilónica
“tiamat”, que es la personificación del océano. “El
Espíritu de Dios”: el Espíritu Santo. Así lo
explican los Santos Padres. La Liturgia del Sábado
Santo sigue la misma interpretación. Solamente San
Efrén, Teodoreto y algunos modernos lo entienden del
viento, pues en hebreo las dos cosas, espíritu y
viento, son expresadas por la misma palabra. “Se
movía”: el verbo hebreo significa moverse
lentamente, revolotear (cf. Deuteronomio 32, 11) a
la manera de las aves. Cf. la paloma como símbolo
del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento (Mateo 3,
16). Nácar-Colunga traduce: “estaba incubando”, como
para dar forma y hermosura al universo. El Espíritu
Santo es el artífice que sacó de este caos un mundo
bien ordenado. Es, pues, un error creer que el
Espíritu Santo solamente se manifiesta desde su
venida el día de Pentecostés y que haya estado
inactivo en los tiempos antiguos. “En los albores de
la Creación, junto a la masa caótica de materia
pasiva e incapaz de producir algo por sí misma, el
autor sagrado coloca, en contraste admirable, la
presencia benigna del Espíritu de Dios, que todo lo
vivifica. Y junto a los umbrales del Nuevo
Testamento, el libro de la Sabiduría nos habla de
una Sabiduría que en algunos capítulos se identifica
con Dios.” Cf. Sabiduría 1, 5 s. El Espíritu Santo
actúa a lo largo de todo el Testamento Antiguo,
siempre moviéndose sobre el caos del mundo y
formando el Reino de Dios sobre la tierra. Si los
hombres no lo reconocieron, es porque el misterio
del Espíritu no se reveló de una vez, sino poco a
poco hasta descorrer Dios la plenitud de sus
secretos por medio del Verbo hecho carne. Si
combinamos esta verdad con lo dicho en 1, 1 y nota,
y especialmente con Juan 1, 3 donde el Apóstol dice
que por Cristo “fueron hechas todas las cosas”,
vislumbramos ya en los primero versículos de la
Biblia el misterio de la Trinidad y la eterna
preocupación de Dios Trino por nuestra salvación.
“Se insinúa aquí, dice San Buenaventura, la Trinidad
entera: el Padre con el nombre de Dios Creador, el
Hijo con el nombre de Principio, y el Espíritu Santo
con el Espíritu de Dios” (Breviloq.). Son de admirar
estas luces que Dios nos hace ver desde el Antiguo
Testamento sobre el misterio de los misterios. Cf.
v. 26; 18, 2; Éxodo 3, 6; Números 6, 24 s;
Eclesiástico 50, 22; Isaías 6, 3 y 8, etc.
*
3. Comienza con este versículo el relato de las
obras de la creación que se dividen en dos clases:
“opus distinctionis” (creación de los espacios y
lugares) y el “opus ornatus” (acción de llenar y
poblar los espacios). A la primera clase de obras
dedica el autor sagrado los tres primeros días; a la
segunda, los días siguientes. Parece haber aquí una
contradicción con el versículo 14, donde se narra la
creación del sol, fuente de la luz. La contradicción
desaparece, si tomamos la voz “luz” en sentido lato:
energía, que Dios concentrará en el sol (v. 14).
Oigamos sobre este punto un físico moderno: “En
nuestro siglo este “grave error” del Génesis se ha
disipado, y muy lejos de ver aquí un error, vemos un
acierto científico verdaderamente sorprendente. Hoy
sabemos que luz y materia no son sino distintas
formas de una misma cosa: la energía. Sabemos
también que de todas las formas de la energía es la
luz la más pura y la única que pudo existir sin un
soporte material; si bien en nuestras aplicaciones
corrientes, nosotros obligamos a la materia a que
nos devuelva luz” (J. Domínguez Casanueva, Estudios,
Santiago de Chile, abril 1949, pág. 17).
*
4. Era buena, no sólo por su belleza o sus buenos
efectos, sino por ser la realización de una idea del
Creador, pues todo lo que hace Dios es bueno; lo
malo entró en el mundo por el pecado (cf. Sabiduría
2, 24 y nota).
*
5. Tarde y
mañana: el comienzo y el fin del día. Para los
hebreos comenzaba el día con la puesta del sol, de
manera que, por ejemplo, el sábado comenzaba el
viernes al caer la noche. Los “días” de la creación
no han de entenderse como intervalos de 24 horas,
sino que pueden tomarse, como dice la Pontificia
Comisión Bíblica, en sentido lato de período (Denz.
2128). Los Padres, p. e., San Crisóstomo, San
Basilio, San Ambrosio, prefieren entender esa
palabra en su sentido propio. Entre los exégetas
modernos hay algunos (Bea, Simón Prado) que ven en
los días de la creación un esquema literario “que
sigue una línea progresiva desde las cosas
imperfectas hasta las perfectas”. No faltan quienes
los explican como resultado de una visión, mediante
la cual Dios expusiera a Adán o a Moisés el
desarrollo de la creación.
*
6.
Firmamento: la bóveda del cielo en que parecen
colocados los astros. La palabra hebrea significa
“sólido”.
*
7. Las aguas
que están bajo el firmamento son los mares, ríos,
fuentes; por aguas superiores, en cambio, se
entienden aquellas que parecen estar almacenadas
sobre el firmamento, de donde caen sobre la tierra,
en forma de lluvias. Como se ve, Moisés no habla en
términos científicos, sino según las apariencias y
con expresiones populares, como también lo hace el
salmista, quien en el Salmo 32, 7 se refiere a las
aguas del mar recogidas en un odre. Cf. 7, 1; 8, 2;
Salmos 77, 23; 103, 3; 148, 4; Daniel, 3, 60.
*
9. Lo seco:
los continentes que surgen de la masa informe y
caótica (v. 2)
*
11. Los expositores no concuerdan en la
interpretación de este versículo. Algunos distinguen
solamente dos clases de plantas, otros sostienen que
se trata de tres: hierbas, hortalizas y árboles
frutales, lo cual concuerda mejor con el texto
hebreo. “Brote”: porque la tierra poseía ya las
plantas en potencia por el soplo del Espíritu de
Dios (v. 2). Ceuppens (Quaestiones selectae ex
Historia Primaeva) no cree que aquí el hagiógrafo
insinúe la creación de cada especie y excluya el
transformismo (mitigado).
*
14 ss. “Lumbreras”: aludidas ya en el v. 5. “Sirvan
de señales”: Aquí se señala su función, que consiste
ante todo en servir de reloj para los hombres e
indicarles las estaciones del año, los días y las
fiestas. Cf. Salmo 103, 19-23. Es de notar que las
cosmogonías paganas fueron incapaces de conservar
este concepto de la función de los astros y les
dieron el carácter de dioses. “A los dioses
Schamasch y Sin, Re y Tot, que en Babilonia y en
Egipto realmente “dominaban” como representantes de
los astros, el autor les atribuye tan poca
importancia como el Salmista en Salmo 135, 8 s. De
lo contrario no hubiera elegido esta expresión”
(Heinisch). La lumbrera mayor (v. 16) es tipo de
Cristo que en Malaquías 4, 2 es llamado “Sol de
Justicia”. Cf. Isaías 60, 19; Zacarías 3, 8; Lucas
1, 78; Apocalipsis 21, 23, y especialmente el
Prólogo del Evangelio de San Juan (Juan capítulo 1).
Esta denominación ha sido trasplantada a la
Liturgia, en donde sirve para ordenar el año
litúrgico. El “Sol de Justicia”, Cristo, es el
centro del movimiento cíclico de todas las
solemnidades místicas de la Iglesia.
*
20. Seres
vivientes, literalmente: almas. El sentido
primitivo de la palabra es aliento, hálito, vida. De
ahí que se use en el sentido de alma en todo el
Antiguo Testamento y también en el Nuevo (Cf. Mateo
10, 39 y nota). La Vulgata vierte:
produzcan las
aguas reptiles de alma viviente y aves que vuelen
sobre la tierra debajo del firmamento del cielo.
El término “produzcan” dio lugar a la creencia de
que los peces y también las aves fuesen productos
del agua. Así lo interpretan, entre otros, San
Cirilo de Alejandría, San Juan Damasceno, muchos
escolásticos y el autor del himno de vísperas del
jueves:
Magnae Deus
potentiae,
qui fertili natos
aqua
partim relinquis
gurgiti
partim levas in
aëra.
*
22. Dios bendice los animales, pero no las plantas,
porque, según interpretan algunos, los animales son
capaces de percibir la bendición. Mejor sería decir
que Dios bendijo todas las cosas creadas, incluso
las plantas, aunque Moisés no lo relata
expresamente.
*
24. Produzca,
porque la tierra es la materia (prima) de la cual
Dios se sirve para crear los animales (cf. v. 25 y
2, 19). Los autores católicos no concuerdan en la
interpretación; unos dicen que Dios creó los
animales directamente; otros, en forma mediata;
otros opinan que el hagiógrafo prescinde de
expresarse sobre este punto y se limita a afirmar la
causalidad en todo lo que se refiere a la vida. No
se debe mezclar la Biblia con teorías modernas.
*
26. “La solemnidad de la fórmula indica claramente
que se trata de la obra más importante. Dios entra
en consejo consigo mismo, e invoca la plenitud de su
ser, del cual es revelación la Trinidad”
(Náca-Colunga). La creación del hombre difiere de
las otras creaciones en tres puntos: a) En vez de
dar una orden a la materia prima, es el mismo Dios
quien pone mano a la obra; b) Dios crea el hombre
según Su imagen y semejanza; c) el hombre es
constituido señor de toda la creación visible. “Al
hombre”: en hebreo sin artículo, lo cual quiere
decir que ha de entenderse en sentido colectivo.
Imagen y
semejanza: San Basilio, San Jerónimo y otros
Padres distinguen entre imagen y semejanza. Esta se
referiría a los dones sobrenaturales, aquélla a los
naturales. Los modernos, p. ej., Hummelauer, se
inclinan a ver en la unión de ambos términos una
expresión enfática, que significaría imagen
perfecta. ¿En qué consiste la semejanza del hombre
con Dios? No en el cuerpo, sino en el espíritu, que
es un soplo de Dios (2, 7), una centella del
Espíritu divino. “Dios creó al hombre por puro amor,
y le dio como destino no solamente una existencia
natural, sino que, movido por su afecto paternal, le
hizo partícipe de la misma vida divina. Dios dio la
vida a la creatura humana, pero al mismo tiempo la
ensalzó por encima de sí misma, incorporándola a la
naturaleza divina (cf. II Pedro 1, 4). Adán era, por
medio de la gracia santificante, un verdadero hijo
adoptivo de Dios y como tal también socio de la
naturaleza divina. Y por cuanto esta “justitia
originalis” había sido dada juntamente con la
naturaleza, constituía un bien añadido a la
naturaleza perfecta del hombre, y estaba destinada a
ser transmitida a toda la humanidad” (Sheeben). En
el Nuevo Testamento se restauró esta grandiosa idea
de la semejanza del hombre con Dios mediante nuestra
inserción vital en Cristo. Léase sobre este
insondable misterio el primer capítulo de la Carta
de San Pablo a los Efesios, especialmente el v. 10.
Sobre Cristo como imagen del Padre véase Colosenses
1, 15 y Hebreos 1, 3. De ahí que algunos vean en
esta expresión del Génesis al Hijo, quien es “todo
en todos” (Colosenses 3, 11).
*
27. Tenemos en este versículo la primera prueba de
la poesía hebrea, cuya característica es el
paralelismo de los hemistiquios. Es de notar que
toda la narración muestra cierto ritmo poético.
Varón y mujer,
es decir, varón y mujer aparte, dos individuos, no
un individuo con dos sexos (cf. Mateo 19, 4).
Tampoco creó varios géneros humanos, como San Pablo
explica en el discurso del Areópago. (Hechos 17,26).
*
28. Dios aparece en todo este capítulo como Rey del
universo, por el hecho mismo de la Creación. Los
libros todos del Antiguo Testamento, especialmente
los Salmos, celebran tal reinado (Salmos 28; 47; 92;
94; 103; 104; 144; Tobías 13, 1-6; Ester 13, 9-14;
Isaías 37, 16; etcétera). Dentro del Reino de Dios,
el hombre ocupa un lugar preferido y es también rey,
porque a él le entregó Dios el señorío sobre la
creación visible, pero tal privilegio se trocó en
duro trabajo a causa de la caída del hombre, por lo
cual todas las cosas creadas, hasta las inanimadas
aguardan “con ardiente anhelo” la libertad de la
“servidumbre de la corrupción” (Romanos 8, 19 y 21 y
notas).
*
31. Sobre el “carácter histórico” de los
acontecimientos narrados en este capítulo se han
escrito muchísimos artículos y libros,
principalmente con el fin de establecer la
concordancia de las Ciencias naturales con la
Biblia, sin que se haya logrado probarla. “Poco
servicio hacían a la Biblia los autores del siglo
pasado, que querían concordar los trascendentales
relatos del Génesis con las teoría de La Place. Era
comparar lo incomparable; era no tener idea de lo
que es la Biblia” (Celada). La Sagrada Escritura no
quiere ser un manual de ciencias, sino que se limita
a describir los fenómenos físicos en un lenguaje
popular y a veces poético (cf. la nota al versículo
5). Esto lo admite también la Pontificia Comisión
Bíblica en su respuesta del 30 de junio de 1909
(Denz. 2121-2128 que transcribimos al final del
capítulo tercero) y en la Carta del Cardenal Suhard
de París (del 16 de enero de 1948) sobre los once
primeros capítulos del Génesis. “Por eso, dice en la
citada carta el P. Vosté, secretario de la Comisión
Bíblica, invitamos a los sabios católicos a estudiar
estos problemas sin parcialidad, a la luz de una
sana crítica y de los resultados de los otras
ciencias interesadas.” Sin embargo, hay que tener en
cuenta el carácter histórico de los hechos que se
relacionan con los fundamentos de la religión
cristiana, como por ejemplo: la creación de todas
las cosas por Dios, la creación particular del
hombre, la unidad del género humano, la felicidad
original de los primeros padres, su caída, la
promesa del futuro Redentor y la institución divina
del sábado. Algunos, muy pocos, admiten también un
evolucionismo o transformismo mitigado, que no
pretende suprimir a Dios ni extender su desarrollo
al alma humana, y creen que esta explicación
concuerda más con la infinita sabiduría de Dios.
Así, por ejemplo, el P. Bea, en la X Semana Bíblica
Italiana (1948), no excluye que Dios se haya servido
de un organismo ya formado para, modificado,
infundir en él un alma racional. La Iglesia no ha
aprobado esta tesis, pero tampoco la ha condenado.
“Estas teorías conservan, por consiguiente, su mayor
o menor probabilidad intrínseca según la fuerza de
las razones en que se basan, y su mayor o menor
probabilidad extrínseca según la cantidad y calidad
de autores que la propagan”. (M. Torres). Todas
estas cuestiones están relacionados con lo que se
llama “el género literario” (histórico, didáctico,
poético, profético, apocalíptico). Entre los
católicos es el P. Hummelauer quien más ha
contribuido a la investigación de la forma literaria
de estos capítulos. Otra cuestión, coherente con
esta última, es la del tiempo de su fijación por
escrito. Una transmisión escrita no es del todo
imposible, pues la invención de la escritura es
mucha más antigua que la del alfabeto, el cual no es
sino la última etapa del desenvolvimiento de la
escritura. “El archivo común de los conocimientos,
dice Ricciotti, era la memoria, y no la escritura;
en otras palabras, el pensamiento vivo era preferido
a su momia embalsamada en la escritura. Esta momia
se buscaba cuando más en los casos en que se
necesitaba un documento material que atestiguara
-como un contrato-, una ley, un monumento, etcétera.
(Historia de Israel, núm. 190). Ricciotti trae
argumentos contundentes que prueban la importancia
que tuvo la memoria entre los pueblos antiguos. La
Comisión Bíblica, en una Respuesta dada el 27 de
junio de 1906, admite que Moisés para componer su
obra se haya servido de fuentes, sacando de ellas
algunas cosas a la letra y otras compendiadas. Nada
dice de la composición de esas posibles fuentes, ni
de la forma de su transmisión en los tiempos
anteriores a Moisés. † |