Deuteronomio 8 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 |
22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 |
29 | 30 | 31 | 32 | 33 | 34 |
La
protección divina en el desierto
1Cuidad
de poner en práctica todos los mandamientos que hoy os
ordeno, a fin de que viváis y os multipliquéis, y entréis en
posesión de la tierra que Yahvé juró dar a vuestros padres.
2*Acuérdate
de todo el camino por donde Yahvé, tu Dios, te hizo andar
estos cuarenta años por el desierto con el fin de humillarte
y probarte, para conocer lo que había en tu corazón: si
guardas o no sus mandamientos. 3*Te
afligió y te hizo padecer hambre; y te dio a comer el maná,
que tú no conocías ni habían conocido tus padres, para
mostrarte que no de solo pan vive el hombre, sino de todo lo
que sale de la boca de Dios. 4*Tu
vestido no ha envejecido sobre ti, y tu pie no se ha
hinchado durante estos cuarenta años. 5Reconoce,
pues, en tu corazón que como un hombre corrige a su hijo,
así te está instruyendo Yahvé, tu Dios. 6Guarda,
por tanto, los mandamientos de Yahvé, tu Dios, marchando por
sus caminos y temiéndole.
Agradecimiento a Dios
7Porque
Yahvé, tu Dios, va a introducirte en una tierra buena,
tierra de torrentes de agua, de fuentes y manantiales
profundos, que brotan en los valles y en las montañas;
8tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y
granados, tierra de olivos, aceite y miel; 9*tierra
en que sin escasez comerás el pan y no carecerás de nada;
tierra cuyas piedras son hierro y de cuyas montañas sacarás
el bronce. 10Comerás y te hartarás, y bendecirás
a Yahvé, tu Dios, por la buena tierra que te ha dado.
11*Guárdate
de olvidarte de Yahvé, tu Dios, dejando de observar sus
mandamientos, preceptos y leyes que hoy te prescribo;
12no sea que cuando hayas comido y te hayas hartado, y
cuando hayas edificado y habitado hermosas casas, 13y
después de multiplicarse tus vacadas y tus rebaños y
acrecentarse tu plata y tu oro y todos tus bienes, 14se
engría tu corazón, y te olvides de Yahvé, tu Dios, que te
sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre,
15*y
te condujo por ese vasto y espantoso desierto, donde había
serpientes abrasadoras y escorpiones y tierra árida sin
agua, pero Él te hizo salir agua de una roca durísima,
16y en el desierto te dio a comer el maná que no
conocieron tus padres, para humillarte y probarte y al fin
hacerte bien. 17No digas, pues, en tu corazón: Mi
poder y la fuerza de mi mano me han procurado esta
prosperidad. 18Antes bien, acuérdate de Yahvé, tu
Dios; porque Él es quien te da poder para adquirir riquezas,
a fin de cumplir, como se ve hoy, la alianza que juró a tus
padres. 19Mas si, olvidado por completo de Yahvé,
tu Dios, andas tras otros dioses, rindiéndoles culto y
postrándote delante de ellos, os protesto el día de hoy que
pereceréis sin remedio. 20Como las naciones que
Yahvé va exterminando delante de vosotros, así también
vosotros pereceréis por no haber escuchado la voz de Yahvé,
vuestro Dios.
*
2. Para
conocer lo que había en tu corazón: He aquí,
explicada por el mismo Dios, la razón de nuestras
pruebas y su eficacia para descubrir la rectitud del
corazón. Véase I Pedro 1, 7; Salmo 16, 3. Dice a
este respecto la Imitación de Cristo: “La tentación
no hace al hombre flaco, mas demuestra que lo es.”
*
3. Dios no tiene necesidad de pan para dar de comer
a los hombres; puede alimentarlos, mediante su
palabra, con cualquier cosa, p. ej., con el maná. En
Mateo 4, 4 Jesucristo emplea esta cita para
confundir al tentador. Véase 6, 16.
*
4. ¡Admirable providencia del Padre Celestial! Jesús
insiste sobre ella en el Sermón de la Montaña para
aumentar nuestra fe (Mateo 6, 25 ss.). “No contentos
con tornar estas palabras en sentido netamente
literal, los rabinos suponían que los vestidos
crecían con quienes los llevaban” (Fillion). Una
piadosa tradición afirma que también la túnica
inconsútil que el Señor usó, fue siempre la misma
que María Santísima le hiciera en su infancia, y que
creció con Él, conservándose siempre inmaculada.
*
9. Tierra
cuyas piedras son hierro: “Parece aludir al
basalto, piedra dura y negra, semejante al hierro
(cf. 3, 11), muy frecuente en Palestina
septentrional sobre todo. Sin embargo, la
Transjordania posee también minas de dicho metal,
como las de Punón o Piñón” (Bover-Cantera).
*
11 ss. ¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre!
¿Quién no ve retratada aquí su propia infidelidad?
(cf. Juan 2, 24 s.). Ante tantas muestras del amor
de Dios a su pueblo, que nos arrebatan el corazón
por su delicadeza, y ante, los males que habían de
acarrearse los israelitas por el abuso de los dones
divinos, y muy principalmente por la soberbia de
creerse ellos merecedores de tantas bondades,
tiembla el corazón de Moisés y los pone en guardia,
para que no se olviden del Autor y Dador de las
bendiciones. En efecto, la tentación de engreírse en
tiempos de prosperidad es muy grande. ¿Quién es
capaz de enfrentar seguro y humilde los peligros de
la riqueza? “¿Quién es éste?, y le elogiaremos,
porque hace maravillas”, dice el Eclesiástico (31,
9). Y si confrontamos el paso del camello por el ojo
de la aguja, que Jesús mismo indicó a los ricos
(Mateo 19, 24), con la bienaventuranza de los
pobres, de los que lloran y de los perseguidos,
entonces recogeremos sabiamente el consejo de San
Pablo: “El que piensa estar en pie mire que no
caiga” (II Corintios 10, 12), y recibiremos
amorosamente la prueba de las manos paternales de
ese Dios a quien nuestros dolores le duelen más que
a nosotros, según Él mismo repite muchas veces (II
Reyes 24, 16; Mateo 14, 14; Marcos 6, 3; Mateo 24,
16).
*
15.
Escorpiones: La Vulgata añade: y
dipsades;
una especie de víboras que, según opinión de los
antiguos, producían por su picadura sed insaciable.
De ahí su nombre de dipsades, que en griego
significa causantes de sed. Cf. Números 21. 6 ss.
|