Iglesia Remanente
Deuteronomio 29

 

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IV. Cuarto discurso de Moisés
 
La nueva alianza

1*Éstas son las palabras de la alianza que Yahvé mandó a Moisés ratificar con los hijos de Israel en el país de Moab, además de la alianza que hizo con ellos en el Horeb. 2Y convocó Moisés a todo Israel, y les dijo: “Habéis visto todo lo que hizo Yahvé ante vuestros ojos en la tierra de Egipto, al Faraón, a todos sus siervos y a todo su país: 3las grandes plagas que vieron vuestros ojos, aquellas señales y maravillas estupendas; 4*pero hasta el día de hoy Yahvé no os ha dado corazón que entienda, ni ojos que vean, ni oídos que escuchen. 5*Durante cuarenta años os he conducido por el desierto, y no se han gastado vuestros vestidos sobre vosotros, ni se ha roto el calzado en tu pie. 6No habéis comido pan, ni habéis bebido vino ni licor fermentado, a fin de que conocierais que Yo soy Yahvé, vuestro Dios. 7Cuando llegasteis a este lugar salieron a nuestro encuentro para Hacernos guerra, Sehón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basan, a los cuales derrotamos. 8Y apoderándonos de su tierra, la dimos en posesión a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manases. 9*Guardad, pues, las palabras de esta alianza y ponedlas por obra, para que tengáis éxito en cuanto emprendáis.

Amenazas contra el pueblo rebelde

10Vosotros estáis hoy todos ante Yahvé, vuestro Dios: vuestros príncipes y vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros jefes, todos los hombres de Israel; 11*vuestros niños, vuestras mujeres y el extranjero que se halla en tu campamento, desde tu leñador hasta tu aguador; 12para que entres en la alianza jurada que Yahvé, tu Dios, hace hoy contigo, 13*a fin de constituirte hoy en pueblo suyo, y ser Él tu Dios, como te ha prometido, y como juró a tus padres, a Abrahán, a Isaac y a Jacob. 14Y no solamente con vosotros hago yo esta alianza jurada, 15sino con (todos) los que hoy están aquí con nosotros delante de Yahvé, nuestro Dios, y también con los que no están hoy aquí con nosotros.

16Vosotros sabéis cómo hemos vivido en la tierra de Egipto, y cómo hemos pasado por medio de los pueblos por los cuales tuvisteis que pasar; 17y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos, leño y piedra, plata y oro, que hay entre ellos. 18No haya, pues, en medio de vosotros hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Yahvé, nuestro Dios, para ir a servir a los dioses de estos pueblos; no haya entre vosotros raíz que produzca veneno y amargura. 19*Que nadie al oír las palabras de este juramento, se bendiga en su corazón, diciendo: ‘Yo tendré paz aunque persista en la dureza de mi corazón’, de modo que la borrachera terminaría en sed. 20*Yahvé no le perdonará; sino que se encenderán la ira de Yahvé y su celo contra tal hombre y se echarán sobre él todas las maldiciones escritas en este libro; y Yahvé borrará su nombre de debajo del cielo. 21Yahvé le separará, para daño suyo, de todas las tribus de Israel, conforme a todas las maldiciones de la alianza escrita en este libro de la Ley. 22Y dirán las generaciones venideras de vuestros hijos que nacerán después de vosotros, y los extranjeros que vinieren de lejanas fierras, al ver las plagas de este país y las enfermedades con que Yahvé lo habrá castigado: 23azufre y sal, abrasada toda su tierra, en la que no se siembra, y que nada produce; no brota en ella hierba alguna, como sucedió en el asolamiento de Sodoma y Gomorra, Adama y Seboím, que asoló Yahvé en su ira y en su furor. 24Y se preguntarán los pueblos: ‘¿Por qué ha tratado Yahvé así a este país? ¿Por qué el furor de tan terrible cólera?’ 25Y se les dirá: ‘Porque abandonaron la alianza de Yahvé, el Dios de sus padres, que Él hizo con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto. 26Se fueron y sirvieron a otros dioses, postrándose delante de ellos; dioses que no conocían y que Él no les había atribuido. 27Por tanto se encendió la ira de Yahvé contra este país descargando sobre él todas las maldiciones escritas en este libro; 28y los desarraigó Yahvé de su tierra con ira, con furor y con grande indignación, y los arrojó a otro país, como hoy se ve.’

29*Las cosas secretas son para Yahvé, nuestro Dios, más las cosas reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que pongamos en práctica todas las palabras de esta Ley.

 



* 1. Esta nueva alianza se formalizó más tarde en Canaán con Josué (Josué 8, 30 ss.). la primera fue hecha en el Sinaí, que aquí lleva el nombre de Horeb.

* 4. En castigo del pecado, el Señor negó a los israelitas la gracia de entender los designios de Dios. No son, pues, excusables, porque los juicios de Dios, aunque ocultos, son justísimos (San Agustín). Cf. Isaías 6, 9; Mateo 13, 14; Lucas 8, 10; Hechos de los Apóstoles 28, 26 s., etc.; Efesios 4, 18.

* 5 s. Cf. 8, 4. No habéis comido pan, etc. Alusión al maná con el cual Dios los alimentaba en el desierto.

* 9. Para poder cumplir las palabras de Dios es menester conservarlas y recordarlas. Así lo explica el Salmo 118, 11, al decir: “Guardé tus palabras en mi corazón para no pecar contra Ti”. De aquí el inmenso valor que tiene la Palabra, para transformar nuestra vida espiritual. Cf. Salmo 1, 2-3. Jesús hace de esto la mayor de las bienaventuranzas, la que se aplica ante todo a su Santísima Madre (Lucas 2, 19 y 51).

* 11. Cf. Josué 9, 23 y 27.

* 13. Pueblo suyo: Cf. 28. 9; Éxodo 4, 22; 19, 5 s. y notas.

* 19. La borrachera terminaría en sed: Este versículo ha sufrido muy diversas traducciones. Bover-Cantera vierte: de suerte que habría de arrancarse lo regado con lo seco; Nácar-Colunga: De modo que se una la sed a la gana de beber; Vulgata: acaba la borracha con la sedienta. Cornelio a Lápide y otros expositores toman las palabras de la Vulgata como un refrán, cuyo sentido sería: los borrachos, es decir, los malvados, consumen o echan a perder a los sedientos, esto es, los sencillos. Así como en la parábola del Sembrador las espinas ahogan la semilla, y así como los amores del mundo sofocan la Palabra de Dios para que no pueda dar su fruto en nuestro corazón, así también la hartura de las pasiones apaga la sed de lo espiritual, esa sed que crece con la sabiduría (Eclesiástico 24, 29). Cf. Amós 8, 11 s.

* 20. No le perdonará, sino que tomará venganza por las almas sencillas que le ha quitado y que son las que Él más ama. Es el caso del escandaloso, al que Jesús condena con extraordinaria severidad (Mateo 18, 6).

* 29. Las cosas reveladas son para nosotros: Tal es el inmenso tesoro que Dios nos regala en este sagrado Libro y que nos permite exclamar con David: “Tu me revelaste los secretos y ocultos misterios de tu sabiduría” (Salmo 50, 8). Véase con qué maravillosa amplitud confirma Jesús este concepto en Juan 15, 15.