2 Macabeos |
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15 |
Cólera y humillación de Antíoco
1*A
este tiempo volvió Antíoco ignominiosamente de Persia;
2*pues
habiendo entrado en la ciudad de Persépolis, e intentado
saquear el templo y oprimir la ciudad, corrió todo el
pueblo a tomar las armas, y le puso en fuga con todas
sus tropas, por lo cual volvió atrás vergonzosamente.
3*Y
llegado que hubo cerca de Ecbátana, recibió la noticia
de lo que había sucedido a Nicanor y a Timoteo. 4Con
lo que montando en cólera, pensó desfogarla en los
judíos, y vengarse así del ultraje que le habían hecho
los que le obligaron a huir. Por tanto, mandó que
anduviese más aprisa su carroza, caminando sin pararse,
impelido para ello del juicio del cielo, por la
insolencia con que había dicho: Que él iría a Jerusalén,
y la convertiría en un cementerio de cadáveres hacinados
de judíos.
5Mas
el Señor Dios de Israel, que ve todas las cosas, le
hirió con una llaga interior e incurable. Pues apenas
había acabado de pronunciar dichas palabras, le acometió
un acerbo dolor de entrañas, y un terrible cólico;
6y a la verdad que bien lo merecía, puesto que él
había desgarrado las entrañas de otros con muchas y
nuevas maneras de tormentos. Más no por eso desistía de
sus malvados designios. 7De esta suerte,
lleno de soberbia, respirando su corazón llamas contra
los judíos, y mandando acelerar el viaje, sucedió que,
corriendo furiosamente, cayó de la carroza, y con el
grande golpe que recibió, se le quebrantaron los
miembros del cuerpo. 8Y aquel que lleno de
soberbia quería levantarse sobre la esfera de hombre, y
se lisonjeaba de poder mandar aun a las olas del mar, y
de pesar en una balanza los montes más elevados,
humillado ahora hasta el suelo, era conducido en una
silla de manos, presentando en su misma persona un
manifiesto testimonio del poder de Dios. 9*Pues
hervía de gusanos el cuerpo de este impío, y aun
viviendo se le caían a pedazos las carnes en medio de
los dolores, y ni sus tropas podían sufrir el mal olor y
fetidez que de sí despedía. 10Así el que poco
antes se imaginaba que podría alcanzar con la mano las
estrellas del cielo, se hizo insoportable a todos, por
lo intolerable del hedor.
Arrepentimiento del rey perverso
11Derribado
de este modo de su extremada soberbia, comenzó a entrar
en conocimiento de sí mismo, estimulado del azote de
Dios, pues crecían por momentos sus dolores. 12*Y
como ni él mismo pudiese ya sufrir su hedor, dijo así:
“Justo es que el hombre se sujete a Dios, y que un
mortal no pretenda apostárselas a Dios”. 13Mas
este malvado rogaba al Señor, del cual no había de
alcanzar misericordia; 14y siendo así que
antes se apresuraba a ir a la ciudad para arrasarla, y
hacer de ella un cementerio de cadáveres amontonados,
ahora deseaba hacerla libre; 15*prometiendo
asimismo igualar con los atenienses a estos mismos
judíos, a quienes poco antes había juzgado indignos de
sepultura, y les había dicho que los arrojaría a las
aves de rapiña, y a las fieras, para que los
despedazasen, y que acabaría hasta con los niños más
pequeños. 16Ofrecia también adornar con
preciosos dones aquel Templo santo que antes había
despojado, y aumentar el número de los vasos sagrados, y
costear de sus rentas los gastos necesarios para los
sacrificios; 17y además de esto, hacerse él
judío, e ir por todo el mundo ensalzando el poder de
Dios.
Carta de Antíoco a los judíos
18Mas
como no cesasen sus dolores, porque al fin había caído
sobre él la justa venganza de Dios, perdida toda
esperanza, escribió a los judíos una carta, en forma de
súplica, del tenor siguiente: 19“El rey y
príncipe Antíoco, a los judíos, excelentes ciudadanos,
mucha salud y bienestar, y toda prosperidad. 20Si
gozáis de salud, tanto vosotros como vuestros hijos, y
si os sucede todo según lo deseáis, nosotros damos por
ello muchas gracias. 21Hallándome yo al
presente enfermo, y acordándome benignamente de
vosotros, he juzgado necesario, en esta grave enfermedad
que me ha acometido a mi regreso de Persia, atender al
bien común, dando algunas disposiciones; 22no
porque desespere de mi salud, antes confío mucho que
saldré de esta enfermedad. 23Mas considerando
que también mi padre al tiempo que iba con su ejército
por las provincias altas, declaró quién debía reinar
después de su muerte, 24con el fin de que si
sobreviniese alguna desgracia, o corriese alguna mala
noticia, no se turbasen los habitantes de las
provincias, sabiendo ya quién era el sucesor en el
mando; 25*y
considerando además que cada uno de los confinantes y
poderosos vecinos está acechando ocasión favorable, y
aguardando los sucesos, he designado por rey a mi hijo
Antíoco, el mismo a quien yo muchas veces, al pasar a
las provincias altas de mis reinos, recomendé a muchos
de vosotros, y al cual he escrito lo que más abajo
veréis. 26Por tanto, os ruego y pido que
acordándoos de los beneficios que habéis recibido de mí
en común y en particular, me guardéis todos fidelidad a
mí y a mi hijo. 27Pues confío que él se
portará con moderación y dulzura, y que siguiendo mis
intenciones será vuestro favorecedor.”
Muerte de Antíoco
28*En
fin, herido mortalmente este homicida y blasfemo, del
mismo modo que él había tratado a otros, acabó su vida
en los montes, lejos de su patria, con una muerte
infeliz. 29Filipo, su hermano de leche, hizo
trasladar su cuerpo, y temiéndose del hijo de Antíoco,
se fue para Egipto a Ptolomeo Filometor.
*
1 ss. Véase los relatos paralelos en I Macabeos
6, 1-16, II Macabeos 1, 13-16, y la nota puesta
a II Macabeos 1, 16.
*
2.
Persépolis: capital de Persia. Cf. I
Macabeos 6, 1, donde se habla de Elimaida.
*
3.
Ecbátana: capital de la Media, al norte de
Persia, hoy día Hamadán.
*
9. De la misma manera castigó Dios a Herodes
Agripa (Hechos de los Apóstoles 12, 23).
*
12 ss. La oración de Antíoco no encierra
contrición, como a primera vista parece, porque
su espíritu no era recto, según se ve en el
versículo 26. Véase Eclesiástico 34, 23. De lo
contrario, la misericordia lo habría alcanzado
infaliblemente (Salmo 50, 19).
*
15. Nótese el soberbio desprecio por el pueblo
de Dios: consideraba un gran favor para un judío
al igualarlo a un pagano griego. Algunos creen
que aquí se trata de un error del copista, y
proponen
antioquenos en vez de
atenienses.
*
25. Mi
hijo: Antíoco V Eupator que reinó de 164 a
162 a. C. La carta aludida debió hallarse en el
libro de Jasón. El autor sagrado no la publica.
*
28. Del
mismo modo: Vemos aquí cumplida, también en
el tiempo, la sentencia que Jesús anuncia para
el juicio eterno (Mateo 7, 2).
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