| 
					2 Macabeos | 
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 
| 8 | 09 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 
| 15 | 
| 
						
						Nuevas blasfemias de Nicanor
						
						1*Luego 
						que Nicanor tuvo noticia que Judas estaba en tierra de 
						Samaría, resolvió acometerle con todas sus fuerzas en un 
						día de sábado. 2Y como los judíos que por 
						necesidad le seguían, le dijesen: “No quieras hacer una 
						acción tan feroz y bárbara como ésa; mas honra la 
						santidad de este día, y respeta a Aquel que ve todas las 
						cosas”; 3les preguntó aquel infeliz, si había 
						en el cielo algún poderoso que hubiese mandado celebrar 
						el sábado. 4Y le contestaron ellos: “Sí, el 
						Señor vivo y poderoso que hay en el cielo, es el que 
						mandó guardar el día séptimo”. 5Pues yo, les 
						replicó él, soy poderoso sobre la tierra, y mando que se 
						tomen las armas, y que se ejecuten las órdenes del rey. 
						Mas a pesar de eso, no pudo Nicanor efectuar sus 
						designios; 6siendo así que había ideado ya, 
						en el delirio de su soberbia, erigir un trofeo de todas 
						sus victorias sobre Judas. 
						
						Judas alienta el ánimo de los suyos
						
						7En 
						medio de esto, el Macabeo, esperaba siempre con firme 
						confianza que Dios le asistiría con su socorro; 8*y 
						al mismo tiempo, exhortaba a los suyos a que no temiesen 
						el encuentro de las naciones, sino que antes bien, 
						trajesen a la memoria la asistencia que otras veces 
						habían recibido del cielo, y que al presente esperasen 
						que el Todopoderoso les concedería la victoria. 9Y 
						dándoles igualmente instrucciones sacadas de la Ley y de 
						los Profetas, y acordándoles los combates que antes 
						habían sostenido, les infundió nuevo aliento. 10Inflamados 
						de esta manera sus ánimos; les ponía igualmente a la 
						vista la perfidia de las naciones, y la violación de los 
						juramentos. 11Y armó a cada uno de ellos, no 
						tanto con darle escudo y lanza, como con admirables 
						discursos y exhortaciones, y con la narración de un 
						sueño digno de fe, con lo cual llenó a todos de alegría. 
						
						Se le aparecen Onías y Jeremías
						
						12*Ésta 
						fue la visión que tuvo: Se le representó que estaba 
						viendo a Onías, Sumo Sacerdote, que había sido hombre 
						lleno de bondad y de dulzura, de aspecto venerando, 
						modesto en sus costumbres, y de gracia en sus discursos, 
						y que desde niño se había ejercitado en la virtud; el 
						cual, levantadas las manos, oraba por todo el pueblo 
						judío, 13y que después se le había aparecido 
						otro varón, respetable por su ancianidad, lleno de 
						gloria, y rodeado por todos lados de magnificencia; 
						14*y 
						que Onías, dirigiéndole la palabra, le había dicho: 
						“Éste es el amante de sus hermanos y del pueblo de 
						Israel; éste es Jeremías, profeta de Dios, que ruega 
						incesantemente por el pueblo y por toda la Ciudad 
						Santa”; 15y que luego Jeremías extendió su 
						derecha y entregó a Judas una espada de oro, diciéndole:
						16“Toma esta santa espada, don de Dios, con 
						la cual derribarás a los enemigos de mi pueblo de 
						Israel.” 
						
						Antes del combate
						
						17Animados 
						todos con estas palabras de Judas, las más eficaces para 
						avivar el valor e infundir nuevo aliento en la juventud, 
						resolvieron atacar y combatir vigorosamente a los 
						enemigos, de modo que su esfuerzo decidiese la causa; 
						pues así el Templo como la Ciudad Santa estaban en 
						peligro. 18Y a la verdad, menos cuidado 
						pasaban por sus mujeres, por sus hijos, por sus hermanos 
						y por sus parientes que por la santidad del Templo, que 
						era lo que les causaba el mayor y principal temor. 
						19Pero los que se hallaban dentro de la ciudad, 
						estaban en grande sobresalto por la suerte de aquellos 
						que iban a entrar en batalla. 
						
						Judas implora al Señor en fervorosa oración
						
						20Y 
						cuando ya todos estaban aguardando la decisión del 
						combate, estando ya a la vista los enemigos, el ejército 
						formado en batalla, y los elefantes y caballería 
						colocados en los lugares oportunos; 21considerando 
						el Macabeo la multitud de hombres que venían a dejarse 
						caer sobre ellos; y el vario aparato de armas, y la 
						ferocidad de los elefantes, levantó las manos al cielo, 
						invocando al Señor que obra los prodigios; a Aquel que, 
						no según la fuerza de los ejércitos, sino según su 
						voluntad concede la victoria a los que la merecen. 
						22*Y 
						le invocó de esta manera: “¡Oh Señor! Tú que en el 
						reinado de Ezequías, rey de Judá, enviaste uno de tus 
						Ángeles, y quitaste la vida a ciento ochenta y cinco mil 
						hombres del ejército de Senaquerib, 23envía 
						también ahora, oh dominador de los cielos, a tu Ángel 
						bueno que vaya delante de nosotros, y haga conocer la 
						fuerza de tu terrible y tremendo brazo; 24a 
						fin de que queden llenos de espanto los que, 
						blasfemando, vienen contra tu santo pueblo.” Así terminó 
						su oración. 
						
						La victoria
						
						25Entretanto, 
						venía Nicanor marchando con su ejército al son de 
						trompetas y de canciones. 26Mas Judas y su 
						gente, habiendo invocado a Dios por medio de sus 
						oraciones, acometieron al enemigo; 27*y 
						orando al Señor en lo interior de sus corazones, al 
						mismo tiempo que, espada en mano, cargaban sobre sus 
						enemigos, mataron no menos de treinta y cinco mil, 
						sintiéndose sumamente llenos de gozo por la presencia de 
						Dios. 28Concluído el combate, al tiempo que 
						alegres se volvían ya, supieron que Nicanor con sus 
						armas yacía tendido en el suelo. 29Por lo que 
						alzándose al instante una gritería y estrépito, 
						bendecían al Señor Todopoderoso en su nativo idioma. 
						
						Castigo de Nicanor
						
						30Y 
						Judas, que estaba siempre pronto a morir o dar su cuerpo 
						y vida por sus conciudadanos, mandó que se cortase la 
						cabeza y el brazo, junto con el hombro, a Nicanor, y que 
						se los llevasen a Jerusalén. 31Así que él 
						llegó a esta ciudad, convocó cerca del altar a sus 
						conciudadanos y a los sacerdotes, e hizo llamar también 
						a los del alcázar, 32y habiéndoles mostrado 
						la cabeza de Nicanor, y aquella su execrable mano, que 
						con tanto orgullo e insolencia había levantado contra la 
						morada santa de Dios Todopoderoso, 33mandó 
						luego que la lengua de este impío fuese cortada en 
						menudos trozos, y arrojada después para pasto de las 
						aves; y que se colgara enfrente del Templo la mano de 
						aquel insensato. 
						
						34Con 
						esto bendijeron todos al Señor del cielo, diciendo: 
						Bendito sea el que ha conservado exento de la 
						profanación su Templo. 35Asimismo hizo colgar 
						la cabeza de Nicanor en lo más alto del alcázar, para 
						que fuese una señal visible y patente de la asistencia 
						de Dios. 36Finalmente, todos unánimes 
						resolvieron que de ningún modo se debía pasar este día 
						sin hacer en él una fiesta particular; 37*y 
						se dispuso que se celebrase esta solemnidad el día trece 
						del mes llamado en lengua siriaca Adar, día anterior al 
						día de Mardoqueo. 
						
						Conclusión
						
						38Ejecutadas 
						estas cosas en orden a Nicanor, y hechos dueños los 
						hebreos desde entonces de la ciudad, acabaré yo también 
						con esto mi narración. 39Si ella ha salido 
						bien, y cual conviene a una historia, es ciertamente lo 
						que yo deseaba; pero si, por el contrario, es menos 
						digna del asunto que lo que debiera, se me debe 
						disimular la falta. 40Pues, así como es cosa 
						dañosa el beber siempre vino, o siempre agua, al paso 
						que es grato el usar ora de uno, ora de otro, así 
						también un discurso gustaría poco a los lectores, si el 
						estilo fuese siempre limado. Y con esto doy fin.  
						 
								
								
								
								
								* 
								1. En un día de sábado, esperando que 
								Judas, por respetar escrupulosamente el descanso 
								sabático, no le ofrecería resistencia. Véase I 
								(Macabeos 2, 31 ss. 
								
								
								
								
								* 
								8 ss. Trajesen a la memoria, etc. Véase 
								8, 19 ss. donde se nos da otra lección semejante 
								a este notable pasaje sobre el valor confortante 
								de la palabra. La Ley y los Profetas 
								(versículo 9): Este término se usa aquí por 
								primera vez en la Sagrada Escritura para 
								designar la Revelación escrita. Cf. Mateo 5, 17; 
								7, 12; 11, 13, etc. 
								
								
								
								
								* 
								12. Cf. Éxodo 17, 11; Nehemías
								8,
								6. 
								
								
								
								
								* 
								14. Vemos aquí señalada la eficacia de la 
								intercesión de los Santos por los que aún somos 
								viadores en la tierra. Véase 12, 43 y nota. Cf. 
								el artículo de la comunión de los Santos que 
								profesamos en el Símbolo Apostólico. Jeremías, 
								orando por su pueblo después de su muerte, como 
								lo había hecho en vida (Jeremías 18, 1 y 18, 
								20), es también figura de Jesucristo en su 
								Sacerdocio eterno. Véase Eclesiástico 24, 14; 
								Jeremías 11, 14; 13, 17; Ezequiel 14, 14; 
								Levítico 9, 22 y notas. Jeremías es recordado 
								también en 2, 1-8 y en Mateo 16, 14. Véase I 
								Macabeos 14, 41 y nota. 
								
								
								
								
								* 
								22. Véase 8, 19; 12, 20 ss.; I Macabeos 7, 41; 
								IV Reyes 19, 35; Eclesiástico 48, 24; Isaías 37, 
								36. 
								
								
								
								
								* 
								27. Llenos 
								de gozo por la presencia de Dios: El griego 
								usa por presencia la palabra
								epifanía 
								que parece aludir a una aparición milagrosa 
								vista por todo el ejército. 
								
								
								
								
								* 
								37. Véase I Macabeos 7, 49.
								El día de Mardoqueo: la fiesta de Purim, instituida para celebrar la 
								salvación de los judíos por Ester (Ester 9, 20 
								ss.). Como se sabe, el Libro I de los Macabeos 
								llega más adelante en el relato histórico. Véase 
								la nota final a dicho Libro (I Macabeos 16, 24), 
								en la cual resumimos los sucesos de la historia 
								de Israel que habrían de preceder al nacimiento 
								de Cristo, y con Él a los Libros del Nuevo 
								Testamento que siguen, a continuación del 
								presente, como a la aurora el sol. El mes de 
								Adar era el último del año y correspondía a la 
								luna de febrero-marzo. 
 
 | 

 ::: Argentina para el mundo  :::
 
		::: Argentina para el mundo  :::