2 Macabeos |
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Nuevas blasfemias de Nicanor
1*Luego
que Nicanor tuvo noticia que Judas estaba en tierra de
Samaría, resolvió acometerle con todas sus fuerzas en un
día de sábado. 2Y como los judíos que por
necesidad le seguían, le dijesen: “No quieras hacer una
acción tan feroz y bárbara como ésa; mas honra la
santidad de este día, y respeta a Aquel que ve todas las
cosas”; 3les preguntó aquel infeliz, si había
en el cielo algún poderoso que hubiese mandado celebrar
el sábado. 4Y le contestaron ellos: “Sí, el
Señor vivo y poderoso que hay en el cielo, es el que
mandó guardar el día séptimo”. 5Pues yo, les
replicó él, soy poderoso sobre la tierra, y mando que se
tomen las armas, y que se ejecuten las órdenes del rey.
Mas a pesar de eso, no pudo Nicanor efectuar sus
designios; 6siendo así que había ideado ya,
en el delirio de su soberbia, erigir un trofeo de todas
sus victorias sobre Judas.
Judas alienta el ánimo de los suyos
7En
medio de esto, el Macabeo, esperaba siempre con firme
confianza que Dios le asistiría con su socorro; 8*y
al mismo tiempo, exhortaba a los suyos a que no temiesen
el encuentro de las naciones, sino que antes bien,
trajesen a la memoria la asistencia que otras veces
habían recibido del cielo, y que al presente esperasen
que el Todopoderoso les concedería la victoria. 9Y
dándoles igualmente instrucciones sacadas de la Ley y de
los Profetas, y acordándoles los combates que antes
habían sostenido, les infundió nuevo aliento. 10Inflamados
de esta manera sus ánimos; les ponía igualmente a la
vista la perfidia de las naciones, y la violación de los
juramentos. 11Y armó a cada uno de ellos, no
tanto con darle escudo y lanza, como con admirables
discursos y exhortaciones, y con la narración de un
sueño digno de fe, con lo cual llenó a todos de alegría.
Se le aparecen Onías y Jeremías
12*Ésta
fue la visión que tuvo: Se le representó que estaba
viendo a Onías, Sumo Sacerdote, que había sido hombre
lleno de bondad y de dulzura, de aspecto venerando,
modesto en sus costumbres, y de gracia en sus discursos,
y que desde niño se había ejercitado en la virtud; el
cual, levantadas las manos, oraba por todo el pueblo
judío, 13y que después se le había aparecido
otro varón, respetable por su ancianidad, lleno de
gloria, y rodeado por todos lados de magnificencia;
14*y
que Onías, dirigiéndole la palabra, le había dicho:
“Éste es el amante de sus hermanos y del pueblo de
Israel; éste es Jeremías, profeta de Dios, que ruega
incesantemente por el pueblo y por toda la Ciudad
Santa”; 15y que luego Jeremías extendió su
derecha y entregó a Judas una espada de oro, diciéndole:
16“Toma esta santa espada, don de Dios, con
la cual derribarás a los enemigos de mi pueblo de
Israel.”
Antes del combate
17Animados
todos con estas palabras de Judas, las más eficaces para
avivar el valor e infundir nuevo aliento en la juventud,
resolvieron atacar y combatir vigorosamente a los
enemigos, de modo que su esfuerzo decidiese la causa;
pues así el Templo como la Ciudad Santa estaban en
peligro. 18Y a la verdad, menos cuidado
pasaban por sus mujeres, por sus hijos, por sus hermanos
y por sus parientes que por la santidad del Templo, que
era lo que les causaba el mayor y principal temor.
19Pero los que se hallaban dentro de la ciudad,
estaban en grande sobresalto por la suerte de aquellos
que iban a entrar en batalla.
Judas implora al Señor en fervorosa oración
20Y
cuando ya todos estaban aguardando la decisión del
combate, estando ya a la vista los enemigos, el ejército
formado en batalla, y los elefantes y caballería
colocados en los lugares oportunos; 21considerando
el Macabeo la multitud de hombres que venían a dejarse
caer sobre ellos; y el vario aparato de armas, y la
ferocidad de los elefantes, levantó las manos al cielo,
invocando al Señor que obra los prodigios; a Aquel que,
no según la fuerza de los ejércitos, sino según su
voluntad concede la victoria a los que la merecen.
22*Y
le invocó de esta manera: “¡Oh Señor! Tú que en el
reinado de Ezequías, rey de Judá, enviaste uno de tus
Ángeles, y quitaste la vida a ciento ochenta y cinco mil
hombres del ejército de Senaquerib, 23envía
también ahora, oh dominador de los cielos, a tu Ángel
bueno que vaya delante de nosotros, y haga conocer la
fuerza de tu terrible y tremendo brazo; 24a
fin de que queden llenos de espanto los que,
blasfemando, vienen contra tu santo pueblo.” Así terminó
su oración.
La victoria
25Entretanto,
venía Nicanor marchando con su ejército al son de
trompetas y de canciones. 26Mas Judas y su
gente, habiendo invocado a Dios por medio de sus
oraciones, acometieron al enemigo; 27*y
orando al Señor en lo interior de sus corazones, al
mismo tiempo que, espada en mano, cargaban sobre sus
enemigos, mataron no menos de treinta y cinco mil,
sintiéndose sumamente llenos de gozo por la presencia de
Dios. 28Concluído el combate, al tiempo que
alegres se volvían ya, supieron que Nicanor con sus
armas yacía tendido en el suelo. 29Por lo que
alzándose al instante una gritería y estrépito,
bendecían al Señor Todopoderoso en su nativo idioma.
Castigo de Nicanor
30Y
Judas, que estaba siempre pronto a morir o dar su cuerpo
y vida por sus conciudadanos, mandó que se cortase la
cabeza y el brazo, junto con el hombro, a Nicanor, y que
se los llevasen a Jerusalén. 31Así que él
llegó a esta ciudad, convocó cerca del altar a sus
conciudadanos y a los sacerdotes, e hizo llamar también
a los del alcázar, 32y habiéndoles mostrado
la cabeza de Nicanor, y aquella su execrable mano, que
con tanto orgullo e insolencia había levantado contra la
morada santa de Dios Todopoderoso, 33mandó
luego que la lengua de este impío fuese cortada en
menudos trozos, y arrojada después para pasto de las
aves; y que se colgara enfrente del Templo la mano de
aquel insensato.
34Con
esto bendijeron todos al Señor del cielo, diciendo:
Bendito sea el que ha conservado exento de la
profanación su Templo. 35Asimismo hizo colgar
la cabeza de Nicanor en lo más alto del alcázar, para
que fuese una señal visible y patente de la asistencia
de Dios. 36Finalmente, todos unánimes
resolvieron que de ningún modo se debía pasar este día
sin hacer en él una fiesta particular; 37*y
se dispuso que se celebrase esta solemnidad el día trece
del mes llamado en lengua siriaca Adar, día anterior al
día de Mardoqueo.
Conclusión
38Ejecutadas
estas cosas en orden a Nicanor, y hechos dueños los
hebreos desde entonces de la ciudad, acabaré yo también
con esto mi narración. 39Si ella ha salido
bien, y cual conviene a una historia, es ciertamente lo
que yo deseaba; pero si, por el contrario, es menos
digna del asunto que lo que debiera, se me debe
disimular la falta. 40Pues, así como es cosa
dañosa el beber siempre vino, o siempre agua, al paso
que es grato el usar ora de uno, ora de otro, así
también un discurso gustaría poco a los lectores, si el
estilo fuese siempre limado. Y con esto doy fin.
*
1. En un día de sábado, esperando que
Judas, por respetar escrupulosamente el descanso
sabático, no le ofrecería resistencia. Véase I
(Macabeos 2, 31 ss.
*
8 ss. Trajesen a la memoria, etc. Véase
8, 19 ss. donde se nos da otra lección semejante
a este notable pasaje sobre el valor confortante
de la palabra. La Ley y los Profetas
(versículo 9): Este término se usa aquí por
primera vez en la Sagrada Escritura para
designar la Revelación escrita. Cf. Mateo 5, 17;
7, 12; 11, 13, etc.
*
12. Cf. Éxodo 17, 11; Nehemías
8,
6.
*
14. Vemos aquí señalada la eficacia de la
intercesión de los Santos por los que aún somos
viadores en la tierra. Véase 12, 43 y nota. Cf.
el artículo de la comunión de los Santos que
profesamos en el Símbolo Apostólico. Jeremías,
orando por su pueblo después de su muerte, como
lo había hecho en vida (Jeremías 18, 1 y 18,
20), es también figura de Jesucristo en su
Sacerdocio eterno. Véase Eclesiástico 24, 14;
Jeremías 11, 14; 13, 17; Ezequiel 14, 14;
Levítico 9, 22 y notas. Jeremías es recordado
también en 2, 1-8 y en Mateo 16, 14. Véase I
Macabeos 14, 41 y nota.
*
22. Véase 8, 19; 12, 20 ss.; I Macabeos 7, 41;
IV Reyes 19, 35; Eclesiástico 48, 24; Isaías 37,
36.
*
27. Llenos
de gozo por la presencia de Dios: El griego
usa por presencia la palabra
epifanía
que parece aludir a una aparición milagrosa
vista por todo el ejército.
*
37. Véase I Macabeos 7, 49.
El día de Mardoqueo: la fiesta de Purim, instituida para celebrar la
salvación de los judíos por Ester (Ester 9, 20
ss.). Como se sabe, el Libro I de los Macabeos
llega más adelante en el relato histórico. Véase
la nota final a dicho Libro (I Macabeos 16, 24),
en la cual resumimos los sucesos de la historia
de Israel que habrían de preceder al nacimiento
de Cristo, y con Él a los Libros del Nuevo
Testamento que siguen, a continuación del
presente, como a la aurora el sol. El mes de
Adar era el último del año y correspondía a la
luna de febrero-marzo.
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