1 Samuel 28 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 |
22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 |
29 | 30 | 31 |
Guerra entre Israel y los filisteos
1*En
aquellos días reunieron los filisteos sus fuerzas para
prepararse a la guerra contra Israel. Entonces dijo
Aquís a David. “Ten entendido que has de salir conmigo a
campaña, tú y tu gente.” 2David respondió a
Aquís: “Con esto sabrás lo que hace tu siervo.” Y dijo
Aquís a David: “Pues bien, yo te confiaré la guardia de
mi persona para siempre.”
Saúl y la pitonisa
3Samuel
había muerto ya, y todo Israel le había llorado,
habiéndole enterrado en Ramá, su ciudad. Y Saúl había
echado del país a los nigromantes y adivinos. 4*Se
reunieron, pues, los filisteos, los cuales vinieron y
acamparon en Sunem. También Saúl convocó a todo Israel,
y ellos acamparon en Gelboé. 5Cuando Saúl vio
el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y su corazón
tembló en gran manera. 6Por lo cual consultó
a Yahvé, pero Yahvé no le dio respuesta, ni por sueños,
ni por los Urim, ni por los profetas. 7*Entonces
dijo Saúl a sus siervos: “Buscadme una mujer que tenga
espíritu pitónico, e iré a ella a consultarla.” Le
dijeron sus siervos: “He aquí que en Endor hay una mujer
que tiene espíritu pitónico.” 8Saúl se
disfrazó, poniéndose otros vestidos, y fue allá
acompañado de dos hombres. Llegaron de noche donde
estaba la mujer, y le dijo Saúl: “Adivíname, te ruego,
por medio del espíritu pitónico, y evócame a aquel que
yo te diga.” 9*La
mujer le contestó: “Bien sabes tú lo que ha hecho Saúl,
cómo ha extirpado del país a los nigromantes y adivinos.
¿Por qué pues me tiendes un lazo, para hacerme morir?”
10Mas Saúl le juró por Yahvé, diciendo:
“¡Vive Yahvé! que por esto no te sucederá ningún mal.”
11Preguntó entonces la mujer: “¿A quién he de
evocar?” Él respondió: “Haz que se me aparezca Samuel.”
12Cuando
la mujer vio a Samuel, lanzó un tremendo gritó y dijo a
Saúl: “¿Por qué me has engañado? Tú eres Saúl.” 13El
rey le respondió: “No temas. ¿Qué has visto?” Y la mujer
dijo a Saúl: “Veo un dios que sube de la tierra.”
14*“¿Cuál
es su figura?”, preguntó él; y la mujer dijo: “Es un
anciano que sube envuelto en un manto.” Conoció, pues,
Saúl que era Samuel, e hizo reverencia, inclinando el
rostro hasta la tierra. 15Y dijo Samuel a
Saúl: “¿Por qué has turbado mi reposo, haciéndome
subir?” Saúl respondió: “Me encuentro en gran aprieto.
Los filisteos me han movido guerra, y Dios se ha
apartado de mí; ya no me contesta, ni por medio de los
profetas, ni por sueños. Te he llamado para que me
indiques lo que tengo que hacer.” 16Replicó
Samuel: “¿Por qué me preguntas a mí, cuando Yahvé se ha
apartado de ti, y se ha hecho enemigo tuyo? 17Yahvé
ha hecho, conforme predijo por mi boca. Ha arrancado
Yahvé de tus manos el reino, y lo ha dado a tu
compañero, a David. 18Por cuanto no
obedeciste a la voz de Yahvé, y no trataste a Amalec
según el furor de su ira, por eso Yahvé obra hoy así
contigo. 19*Además,
Yahvé entregará a Israel, juntamente contigo, en manos
de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estaréis
conmigo; también entregará Yahvé en manos de los
filisteos el ejército de Israel.” 20Al
instante Saúl cayó a tierra cuan largo era, pues estaba
lleno de espanto por las palabras de Samuel, sin que le
quedase fuerza alguna; porque no había comido nada
durante todo el día y durante toda la noche.
21La
mujer se acercó a Saúl, y viendo que estaba sumamente
turbado, le dijo: “Mira, cómo tu sierva ha escuchado tu
voz; he expuesto mi vida obedeciendo las palabras que me
dijiste. 22Ahora pues, escucha también tú la
voz de tu sierva, y permite que te ponga delante un
bocado de pan. Come para que tengas fuerzas cuando sigas
tu camino.” 23Pero el lo rehusó, diciendo:
“No comeré.” Mas sus servidores, juntamente con la
mujer, le instaron de manera que escuchó su voz. Se
levantó de la tierra y se sentó sobre el diván. 24Tenía
la mujer en casa un ternero cebado, al cual mató
inmediatamente; tomó también harina, la amasó y coció de
ella panes ácimos. 25Luego lo presentó todo a
Saúl y a sus siervos, y ellos comieron. Después se
levantaron, y partieron aquella noche.
*
1. Sobre la muerte de Samuel, véase 25, 1; sobre
los adivinos, Levítico 19, 31; 20, 6;
Deuteronomio 18, 11.
*
4. Sunem,
hoy, día Solem, situada a 14 kilómetros al
sudoeste de Nazaret, célebre como patria de
Abisag (III Reyes 1, 3), por el profeta Elíseo
(IV Reyes 4, 8 ss.) y por la Sulamita del Cantar
de los Cantares (6, 12; 7, 1). En las cercanías
de Sunem se hallan los montes de Gelboé, que
David hizo famosos por su cántico (II Reyes 1,
21).
*
7. Endor,
hoy día Endur, se halla más al Norte. El que
había perseguido la magia (versículo 3) es el
primero en recurrir a ella.
Pitónico, de Apolo Pitio, dios pagano, que daba oráculos en Delfos.
Ricciotti (Historia de Israel, número 364) pinta
la situación psicológica de Saúl con estas
palabras: “En la fiebre mental que le poseía,
habiendo intentado inútilmente obtener un
oráculo de Yahvé, pensó en su gran enemigo,
ahora ya muerto, cuyas palabras se le habían
adentrado en el alma, y hubiera querido, por una
atracción morbosa, volver a oír de él aquellas
mismas palabras.”
*
9. La pitonisa dice con razón que su vida está
en peligro, por lo que se ha visto en versículo
3. Se trata aquí de la nigromancía, superstición
frecuente en oriente. La pitonisa pretende
llamar a las almas de los muertos para saber de
ellos cosas ocultas y venideras.
*
14. Saúl no ve a Samuel. Son muy distintas entre
sí las explicaciones de los expositores,
opinando unos que la mujer, mediante embustes
espiritistas, engañó al rey; otros, que Samuel
se apareció en forma humana, como p. e. Elías y
Moisés en la transfiguración de Jesucristo, pero
no por obra de la pitonisa sino por orden de
Dios. Los versículos 12 y 15 ss. no parecen
dejar lugar a duda sobre la verdad de la
aparición. Samuel revela cosas realmente
proféticas, que la mujer no podía saber, y
pronuncia siete veces el santo Nombre de Yahvé
(Dios), cosa que no es propia de los demonios.
Por eso hay que descartar la opinión de que
fuese el diablo, que hablaba en nombre de
Samuel.
*
19. Estaréis conmigo: moriréis.
|