Libro Segundo de los Reyes
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Capítulo 3: 2 Reyes 3
La guerra con Moab
El reinado de Jorám en Israel (852-841)
3 1 Jorám, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaría,
el decimoctavo año de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años.
2 Él hizo lo que es malo a los ojos del Señor, aunque no tanto como
su padre y su madre, ya que retiró la piedra sagrada de Baal que
había erigido su padre.
3 Sin embargo, persistió en el pecado que Jeroboám, hijo de Nebat,
había hecho cometer a Israel, y no se apartó de él.
La expedición de Jorámcontra Mesa, rey de Moab
4 Mesa, rey de Moab, era criador de rebaños, y pagaba como tributo
al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros lanudos.
5 Pero al morir Ajab, el rey de Moab se sublevó contra el rey de
Israel.
6 Aquel día, el rey Jorám salió de Samaría y pasó revista a todo
Israel.
7 Luego partió y mandó decir a Josafat, rey de Judá: “El rey de Moab
se ha sublevado contra mí; ¿quieres venir conmigo a combatir contra
Moab?”. Josafat respondió: “Sí, subiré; cuenta conmigo como contigo
mismo, con mi gente como con la tuya, con mis caballos como con los
tuyos”.
8 Además preguntó: “¿Por qué camino subiremos?”. “Por el camino del
desierto de Moab”, respondió Jorám.
9 El rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edóm se pusieron en
campaña; pero después de siete días de marcha, faltó el agua para la
tropa y para los animales de carga que iban detrás.
10 Entonces el rey de Israel exclamó: “¡Ay, el Señor ha convocado a
estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab!”.
11 Josafat, por su parte, preguntó: “¿No hay aquí un profeta del
Señor, para que podamos consultar al Señor?”. Uno de los servidores
del rey de Israel tomó la palabra y dijo: “Aquí está Eliseo, hijo de
Safat, el que derramaba agua sobre las manos de Elías”.
12 Y Josafat afirmó: “La palabra del Señor está con él”.
El rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edóm bajaron hacia
donde estaba Eliseo, 13 pero este dijo al rey de Israel: “¿Qué tengo
que ver yo contigo? Recurre a los profetas de tu padre y a los
profetas de tu madre”. “De ninguna manera, dijo el rey de Israel,
porque el Señor ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en
manos de Moab”.
14 Eliseo respondió: “¡Por la vida del Señor de los ejércitos, a
quien sirvo! Si no fuera por consideración a Josafat, rey de Judá,
no te tendría en cuenta y ni siquiera te miraría.
15 Pero ahora, tráiganme un músico”. Y mientras el músico pulsaba
las cuerdas, la mano del Señor se posó sobre Eliseo, 16 y él dijo:
“Así habla el Señor: Abran zanjas y más zanjas en esta quebrada,
17
porque así habla el Señor: Ustedes no verán viento ni verán lluvia,
pero esta quebrada se llenará de agua, para que beban ustedes, su
ganado y sus bestias de carga.
18 Y como esto es demasiado poco a los ojos del Señor, él entregará
a Moab en manos de ustedes.
19 Derrotarán todas las plazas fuertes y todas las ciudades
importantes; talarán los mejores árboles, cegarán todas las fuentes
de agua y arruinarán todos los campos fértiles, cubriéndolos de
piedras”.
20 En efecto, a la mañana siguiente, a la hora de la ofrenda, vino
una correntada por el lado de Edóm y se inundó de agua toda la
región.
21 Mientras tanto, todos los moabitas, al oír que los reyes subían a
combatir contra ellos, se habían movilizado –desde los que estaban
en edad de ceñir las armas en adelante– y se habían apostado en la
frontera.
22 A la mañana siguiente, bien de madrugada, cuando el sol brillaba
sobre las aguas, los moabitas vieron frente a ellos las aguas rojas
como sangre, 23 y dijeron: “¡Es sangre! Seguro que los reyes se
batieron a espada y se mataron entre ellos. Y ahora, ¡al saqueo,
Moab!”.
24 Pero cuando llegaron al campamento de Israel,
surgieron los israelitas y derrotaron a Moab, que huyó delante de
ellos. Luego siguieron avanzando y derrotando a Moab, 25 demolieron las ciudades y cada uno arrojó su piedra en los campos
fértiles, hasta llenarlos de ellas; cegaron todas las fuentes de
agua y talaron los mejores árboles. Al fin, cuando ya no quedó más
que Quir Jaréset, los honderos la cercaron y la atacaron.
26 El rey de Moab, al ver que la guerra estaba perdida para él,
reunió a setecientos hombres armados de espada, para abrirse una
brecha hacia el rey de Edóm; pero fracasó.
27 Entonces tomó a su hijo primogénito, el que debía reinar después
de él, y lo ofreció en holocausto sobre la muralla. Y se desencadenó
una ira tan grande contra Israel, que debieron retirarse de allí y
volver a su país.
Fuente: Catholic.net