Iglesia Remanente

HECHOS 8

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II. CRECIMIENTO DE LA IGLESIA EN PALESTINA Y SIRIA

(8, 1 - 12, 25)

 

Persecución en Jerusalén. 1 Saulo, empero, consentía en la muerte de él (de Esteban). Levantóse en aquellos días una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén, por lo cual todos, menos los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria*. 2 A Esteban le dieron sepultura algunos hombres piadosos e hicieron sobre él gran duelo. 3 Entretanto, Saulo devastaba la Iglesia, y penetrando en las casas arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel*.

 

Predicación del Evangelio en Samaria. 4 Los dispersos andaban de un lugar a otro predicando la palabra. 5 Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicóles a Cristo*. 6 Mucha gente atendía a una a las palabras de Felipe, oyendo y viendo los milagros que obraba. 7 De muchos que tenían espíritus inmundos, éstos salían, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos fueron sanados; 8 por lo cual se llenó de gozo aquella ciudad.

 

Simón Mago. 9 Había en la ciudad, desde tiempo atrás, un hombre llamado Simón, el cual ejercitaba la magia y asombraba al pueblo de Samaria diciendo ser él un gran personaje*. 10 A él escuchaban todos, atentos desde el menor hasta el mayor, diciendo: Este es la virtud de Dios, la que se llama grande. 11 Le prestaban atención porque por mucho tiempo los tenía asombrados con sus artes mágicas. 12 Mas, cuando creyeron a Felipe, que predicaba el reino de Dios y el nombre de Jesucristo, hombres y mujeres se bautizaron. 13 Creyó también el mismo Simón, y después de bautizado se allegó a Felipe y quedó atónito al ver los milagros y portentos grandes que se hacían.

 

Pedro y Juan van a Samaria. 14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan*, 15 los cuales habiendo bajado, hicieron oración por ellos para que recibiesen al Espíritu Santo; 16 porque no había aún descendido sobre ninguno de ellos, sino que tan sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús*. 17 Entonces les impusieron las manos y ellos recibieron al Espíritu Santo*.

 

Condenación de Simón Mago. 18 Viendo Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció bienes*, 19 diciendo: “Dadme a mí también esta potestad, para que todo aquel a quien imponga yo las manos reciba al Espíritu Santo”. 20 Mas Pedro le respondió: “Tu dinero sea contigo para perdición tuya, por cuanto has creído poder adquirir el don de Dios por dinero. 21 Tú no tienes parte ni suerte en esta palabra, pues tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Por tanto haz arrepentimiento de esta maldad tuya y ruega a Dios, tal vez te sea perdonado lo que piensas en tu corazón. 23 Porque te veo lleno de amarga hiel y en lazo de iniquidad”. 24 Respondió Simón y dijo: “Rogad vosotros por mí al Señor, para que no venga sobre mí ninguna de las cosas que habéis dicho”*. 25 Ellos, pues, habiendo dado testimonio y predicado la palabra de Dios, regresaron a Jerusalén y evangelizaron muchas aldeas de los samaritanos.

 

Felipe bautiza al etíope. 26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el mediodía, al camino que baja de Jerusalén a Gaza, el cual es el desierto. 27 Levantóse y se fue, y he aquí que un hombre etíope, eunuco, valido de Candace, reina de los etíopes, y superintendente de todos los tesoros de ella, había venido a Jerusalén a hacer adoración*. 28 Iba de regreso y, sentado en el carruaje, leía al profeta Isaías. 29 Dijo entonces el Espíritu a Felipe: “Acércate y allégate a ese carruaje”. 30 Corrió, pues, Felipe hacia allá y oyendo su lectura del profeta Isaías, le preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?”* 31 Respondió él: “¿Cómo podría si no hay quien me sirva de guía?” Invitó, pues, a Felipe, a que subiese y se sentase a su lado. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste “Como una oveja fue conducido al matadero, y como un cordero enmudece delante del que lo trasquila, así él no abre su boca*. 33 En la humillación suya ha sido terminado su juicio. ¿Quién explicará su generación, puesto que su vida es arrancada de la tierra?” 34 Respondiendo el eunuco preguntó a Felipe: “Ruégote ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?”* 35 Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando por esta Escritura, le anunció la Buena Nueva de Jesús*. 36 Prosiguiendo el camino, llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: “Ve ahí agua. ¿Qué me impide ser bautizado?” [37*] 38 Y mandó parar el carruaje, y ambos bajaron al agua, Felipe y el eunuco, y (Felipe) le bautizó. 39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, de manera que el eunuco no le vio más; el cual prosiguió su viaje lleno de gozo. 40 Mas Felipe se encontró en Azoto, y pasando por todas las ciudades anunció el Evangelio hasta llegar a Cesarea*.



1. La muerte de Esteban fue la señal de una persecución general, mas el mismo fanatismo de los enemigos sirvió para propagar la Iglesia por todo el país y más allá de Palestina, sacando Dios bien del mal, como sólo Él sabe hacerlo. Cf. 12, 23 y nota.

3. Recordemos lo que fue después Pablo, y admiremos aquí la obra de Dios que tan milagrosamente lo transformó. Ello nos enseña a no desesperar nunca de un alma (1 Jn. 5, 16 y nota), porque no podemos juzgar los designios que Dios tiene sobre ella. Quizás Él espera a tener que perdonarle más para que ame más (Lc. 7, 47; cf. Rm. 11, 32 ss.). El mismo Pablo confirma detalladamente, en muchas ocasiones, sus culpas contra la Iglesia; véase 7, 58 y 60; 9, 1, 13 y 21; 22, 4 y 19; 26, 10 s.; 1 Co. 15, 9; Ga. 1, 13; Fil. 3. 6; 1 Tm. 1, 13.

5. No se trata del apóstol Felipe, pues estaba todavía en Jerusalén (v. 1), sino de uno de los siete diáconos (cf. 6, 5).

14 ss. En este pasaje, que forma la Epístola de la Misa votiva del Espíritu Santo, vemos cómo los despreciados samaritanos recibían la Palabra de Dios con buena voluntad, dando una nueva prueba de lo que tantas veces había dicho Jesús en favor de ellos y de otros paganos, como el Centurión y la Cananea, cuya fe podía servir de ejemplo a los mismos israelitas (cf. 10, 2 ss.; Is. 9, 1 ss. y nota). Vemos también la caridad y la sencillez de la Iglesia naciente, en que los apóstoles, todos judíos, no vacilan en mandar al mismo Papa Pedro y al Discípulo amado, a que visiten y evangelicen a aquellos samaritanos, confirmándolos en la fe con ayuda del Sacramento de la Confirmación (v. 17). Cf. 10, 23 y nota.

16. Esto es: con el Bautismo que los discípulos, a ejemplo del Bautista, habían administrado copiosamente ya desde que Jesús predicaba (Jn. 3, 22; 4, 1 s.), o sea cuando “aún no había Espíritu por cuanto Jesús no había sido todavía glorificado” (Jn. 7, 39). Hoy disfrutamos del gran misterio de la gracia, que pocos aprovechan, porque no lo conocen: El cristiano recibe del Padre no sólo el perdón de los pecados por los méritos de Cristo, sino que también recibe la fuerza para no pecar más mediante la gracia y los dones del Espíritu Santo (cf. Rm. 6): pues Él nos hace hijos de Dios (Ga. 4, 6), y “el que ha nacido de Dios no peca” (1 Jn. 3, 9). Tal es el Bautismo que iba a dar Jesús con su sangre: el Bautismo “en Espíritu Santo y fuego” según las palabras con que lo preanunciaba el Bautista (Mt. 3, 11; Mc. 1, 8; Lc. 3, 16; Jn. 1, 26). Cf. 1, 5; 11, 16 y 19, 2-6, donde el Bautismo en nombre del Señor Jesús va igualmente seguido de la imposición de las manos. Véase 19, 4.

17. Se trata aquí no ya del Orden (6, 6 y nota) sino de la Confirmación (sobre el sacerdocio de los fieles véase 1 Pe. 2, 2-9). San Crisóstomo observa que Felipe no había podido administrarla porque estaba reservada a los Doce, y él era simple diácono, “uno de los siete”. Habían recibido ya al Espíritu Santo en el Bautismo, pero no en esa plenitud con que se manifestó en Pentecostés sobre los discípulos reunidos (2, 1 ss.) y que trascendió aquí también en carismas visibles y don de milagros, como lo nota el ambicioso Simón Mago (v. 18). Cf. 19, 6.

18 ss. De aquí el nombre de simonía dado a la venta de dignidades eclesiásticas o bienes espirituales. San Pedro señala con gran elocuencia (v. 20) la contradicción de querer comprar lo que es un don, es decir, lo que es dado y no vendido (cfr. Ct. 8, 7 y nota). Recordaba la palabra terminante de Jesús a los Doce: “Gratis recibisteis, dad gratuitamente” (Mt. 10, 8).

24. Esta otra conversión de Simón Mago tampoco parece haber sido duradera (cf. v. 13). La tradición dice que volvió a sus malas costumbres de hechicero, perjudicando mucho a los cristianos. La Historia eclesiástica le llama “padre de los herejes”.

27. Eunuco: aquí título que correspondía a los ministros y altos funcionarios de la corte. Cf. Gn. 39, 1; 2 R. 25, 19. Para adorar: Era, pues, un “prosélito” de la religión de Israel, y no un simple gentil. De entre éstos el primer bautizado fue Cornelio (10, 1 ss.).

30 s. La contestación del etíope es una refutación elocuente a los que creen que la Sagrada Escritura es siempre clara, y que cualquiera puede interpretarla sin guía. Por eso el Señor envía a Felipe, como advierte S. Jerónimo, para que descubra al eunuco a Jesús que se le ocultaba bajo el velo de la letra. “Los cristianos, dice S. Ireneo, deben escuchar la explicación de la Sagrada Escritura que les da la Iglesia, la que recibió de los apóstoles el patrimonio de la verdad” (1 Tm. 6, 20 y nota). Cf. los decretos del Concilio Trid. (Ench. Bibl. 47 y 50). De ahí también la necesidad de notas explicativas en las ediciones bíblicas.

32 s. Véase Is. 53, 7-8. El profeta habla del Mesías. La cita es según los LXX.

35. Le anunció la Buena Nueva: Preciosa expresión y no menos precioso ejemplo de catequesis bíblica. Así lo hizo también el mismo Jesús (Lc. 24, 27, 32 y 44 ss.) partiendo de un texto de la Sagrada Escritura (cf. Lc. 4, 16 ss.).

[37]: Merk, cuyo texto traducimos, omite este versículo. Otros, como Brandscheid, lo traen idéntico a la Vulgata, que dice: “Y Felipe dijo: si crees de todo corazón, lícito es. Él repuso: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Fillion observa que “su autenticidad está suficientemente garantida por otros testigos excelentes”. También el contexto parece requerirlo como respuesta a la pregunta del v. 36, la cual sin él quedaría trunca, y entonces no se explicaría que el eunuco hiciese parar el carro (v. 38) como pretendiendo recibir el bautismo sin conocer la conformidad de Felipe. En cuanto a la doctrina de este texto, según la cual “Felipe exigió del neófito una profesión exterior de fe antes de bautizarlo” (Fillion), es la misma de otros pasajes (cfr. 2, 41 y nota). Es un caso más en que la fe se muestra vinculada al conocimiento de la Palabra de Dios (v. 35), según lo enseña S. Pablo (Rm. 10, 17).

40. Azoto, ciudad filistea situada entre Gaza y Joppe.