Iglesia Remanente

ROMANOS 12

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II. PARTE EXHORTATORIA

(12, 1 - 15, 33)

 

Espiritualidad cristiana. 1 Os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios (en un) culto espiritual vuestro*. 2 Y no os acomodéis a este siglo, antes transformaos, por la renovación de vuestra mente, para que experimentéis cuál sea la voluntad de Dios, que es buena y agradable y perfecta*. 3 Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, digo a cada uno de entre vosotros, que no sienta de sí más altamente de lo que debe sentir, sino que rectamente sienta según la medida de la fe que Dios a cada cual ha dado. 4 Pues así como tenemos muchos miembros en un solo cuerpo, y no todos los miembros tienen la misma función*, 5 del mismo modo los que somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, pero en cuanto a cada uno somos recíprocamente miembros. 6 Y tenemos dones diferentes conforme a la gracia que nos fue dada, ya de profecía (para hablar) según la regla de la fe*; 7 ya de ministerio, para servir; ya de enseñar, para la enseñanza; 8 ya de exhortar, para la exhortación. El que da, (hágalo) con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que usa de misericordia, con alegría*. 9 El amor sea sin hipocresía. Aborreced lo que es malo, apegaos a lo que es bueno*.

 

Normas de caridad fraterna. 10 En el amor a los hermanos sed afectuosos unos con otros; en cuanto al honor, daos preferencia mutuamente. 11 En la solicitud, no seáis perezosos; en el espíritu sed fervientes; para el Señor sed servidores; 12 alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación, perseverantes en la oración; 13 partícipes en las necesidades de los santos; solícitos en la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran*. 16 Tened el mismo sentir, unos con otros. No fomentéis pensamientos altivos, sino acomodaos a lo humilde. No seáis sabios a vuestros ojos. 17 No devolváis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno ante todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto de vosotros depende, vivid en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis por vuestra cuenta, amados míos, sino dad lugar a la ira (de Dios), puesto que escrito esta: “Mía es la venganza; Yo haré justicia, dice el Señor”*. 20 Antes por el contrario, “si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues esto haciendo amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza”*. 21 No te dejes vencer por el mal, sino domina al mal con el bien.



1. Aquí se da comienzo a la segunda parte de la Epístola, que trata de la espiritualidad evangélica y de la conducta que a ella corresponde en el orden individual y social. Un culto espiritual: en contraste con las ceremonias antiguas, pues “no ha quitado Dios un formulismo para caer en otro” (cf. Mt. 15, 8 y Jn. 4, 23 s.). Comporta “sacrificios de alabanza” (Hb. 8, 5; 13, 15; 1 Pe. 2, 4 ss.) y su característica es el amor y el sometimiento de nuestra inteligencia (2 Co. 10, 5).

2. No os acomodéis: es el no conformismo cristiano, que ambiciona mayor plenitud y no se resigna a contentarse con esto que es apenas “una noche pasada en una mala posada” (Sta. Teresa) (cf. Hch. 7, 52; 17, 6; 22, 14 y notas). Además, entre Cristo y el mundo hay un abismo (cf. Jn. 14, 30; Ap. 11, 15) que jamás se va a cerrar en “este siglo malo” (Ga. 1, 4). Sobre la renovación de la mente, que Jesús llama nuevo nacimiento (Jn. 3, 3 ss.), véase Ef. 4, 23; Col. 3, 10; Jn. 17, 17.

4. “Así como en la naturaleza no basta cualquier aglomeración de miembros para constituir un cuerpo, sino que necesariamente ha de estar dotado de los que se llaman órganos, o de miembros que ejercen diferente función y están dispuestos en un orden conveniente, así la Iglesia ha de llamarse cuerpo, principalmente por la razón de estar formada por una recta y bien proporcionada armonía y trabazón de sus partes y provista de diversos miembros que convenientemente se corresponden los unos a los otros” (Pío XII, Encíclica “El Cuerpo Místico de Cristo”).

6. La profecía es el don de edificar, exhortar y consolar (cf. 1 Co. 14, 3) y ha de practicarse de tal manera que la fe sea confirmada por medio de ella (S. Tomás). Sobre los diversos dones véase 1 Co. 12, 1 ss.; Ef. 4, 11 ss.

8. Sobre la alegría en las obras de misericordia, véase 2 Co. 9, 7; Flm. 14; Hb. 13, 7. “La verdadera limosna consiste en dar de modo que sintamos alegría en aquel acto y nos consideremos más bien beneficiados que protectores; porque menos favor hacemos a los pobres que a nosotros mismos, si se tiene presente que recibimos más de lo que damos” (S. Crisóstomo). Véase las palabras de Jesús en Hch. 20, 35.

9 ss. Siguen reglas prácticas, que constituyen todo un programa de vida cristiana.

15. Gozaos con los que se gozan: “Aunque parezca corto obsequio éste de alegrarse con los que se alegran, no es pequeño, sino muy grande y prueba de un ánimo sumamente caritativo y generoso” (S. Crisóstomo). Cf. Fil. 3, 1; 4, 4; 1 Ts. 5, 16.

19. No os venguéis: Dios os vengará y castigará a los que os ultrajen. Cf. Sal. 65, 5 y nota; Si. 18, 1-3; Dt. 32, 35. Dad lugar a la ira: esperad hasta que la ira de Dios entre en acción. Cf. Ef. 4, 27.

20. Amontonar ascuas encendidas sobre la cabeza, podría significar que las obras de caridad que dispensas a tu enemigo, le encenderán en amor hacia ti, según la idea del v. 21 (cf. Pr. 25, 21 s.) y la célebre palabra de S. Agustín: “Ninguna mayor incitación al amor que adelantarse amando”. Según otros, se refiere al v. 19, es decir a la ira de Dios que caerá sobre él si no se arrepiente con tu bondad. En este sentido es usada tal expresión en 4 Esdras 16, 54 (libro no canónico), diciendo que el pecador que pretende no haber pecado se acumula carbones encendidos sobre su propia cabeza.