Evangelio según San Marcos
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Capítulo 10:
Marcos 10
El matrimonio y el divorcio
Mt. 19. 1-9; 5. 31-32 Lc. 16. 18
10 1 Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al
otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de
él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
2 Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le
plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su
mujer?".
3 El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
4 Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de
divorcio y separarse de ella".
5 Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción
fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y
mujer.
7 Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, 8 y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no
son dos, sino una sola carne.
9 Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
10 Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a
preguntar sobre esto.
11 Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra,
comete adulterio contra aquella; 12 y si una mujer se divorcia de su
marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Jesús y los niños
Mt. 19. 13-15 Lc. 18. 15-17
13 Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los
discípulos los reprendieron.
14 Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se
acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece
a los que son como ellos.
15 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño,
no entrará en él".
16 Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
El hombre rico
Mt. 19. 16-22 Lc. 18. 18-23
17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,
arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para
heredar la Vida eterna?".
18 Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio,
no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie,
honra a tu padre y a tu madre".
20 El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde
mi juventud".
21 Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve,
vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el
cielo. Después, ven y sígueme".
22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado,
porque poseía muchos bienes.
El peligro de las riquezas
Mt. 19. 23-26 Lc. 18. 24-27
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué
difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús
continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino
de Dios!
25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un
rico entre en el Reino de Dios".
26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a
otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es
imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
La recompensa prometida a los discípulos
Mt. 19. 27-30 Lc. 18. 28-30
28 Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido".
29 Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa,
hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la
Buena Noticia, 30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por
uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio
de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
31 Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los
primeros".
El tercer anuncio de la Pasión
Mt. 20. 17-19 Lc. 18. 31-33
32 Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se
adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo
seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y
comenzó a decirles lo que le iba a suceder: 33 "Ahora subimos a
Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos
sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los paganos: 34 ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán
y lo matarán. Y tres días después, resucitará".
La petición de Santiago y Juan
Mt. 20. 20-23
35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le
dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a
pedir".
36 Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".
37 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
38 Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz
que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".
39 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes
beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
40 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a
mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido
destinados".
El carácter servicial de la autoridad
Mt. 20. 24-28 Lc. 22. 24-27
41 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se
indignaron contra ellos.
42 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes
se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus
dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera
ser grande, que se haga servidor de ustedes; 44 y el que quiera ser
el primero, que se haga servidor de todos.
45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino
para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Curación de un ciego de Jericó
Mt. 20. 29-34 Lc. 18. 35-43
46 Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado
de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo
–Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino.
47 Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
"¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!".
48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más
fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!".
49 Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y
le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te llama".
50 Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue
hacia él.
51 Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". Él le
respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
52 Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a
ver y lo siguió por el camino.
LA ACTIVIDAD DE JESÚS EN JERUSALÉN
Jesús entra en Jerusalén para llevar a su pleno cumplimiento la
misión que el Padre le había encomendado. Al llegar a la Ciudad
santa, es aclamado como Rey y Mesías, pero él no entra a caballo
como un conquistador, sino montado en un asno como quien trae la
paz, eliminando así toda idea de un mesianismo político. Su realeza
no es de este mundo.
En Jerusalén, Cristo se enfrenta con los que profanan el Templo de
Dios y con los dirigentes judíos, que cuestionan su autoridad y
ponen a prueba su enseñanza. Allí Jesús anuncia la destrucción del
Templo y la ruina de Jerusalén. Ambas prefiguran el fin del mundo, y
se entremezclan con él en un mismo relato lleno de imágenes
simbólicas.
Pero antes que llegue ese fin, la Buena Noticia tendrá que ser
anunciada a todas las naciones.
Fuente: Catholic.net