Miqueas
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Capítulo 7:
Miqueas 7
La injusticia universal
7 1 ¡Ay de mí! He llegado a ser como los segadores en verano,
como el que rebusca después de la vendimia:
¡ni un racimo para comer,
ni una breva de las que tanto me gustan!
2 El hombre fiel ha desaparecido del país:
¡no queda ni un justo entre los hombres!
Todos están al acecho para derramar sangre,
cada uno atrapa a su hermano en la red.
3 Sus manos se emplean para el mal;
para hacer un favor, el príncipe exige
y el juez reclama una gratificación;
el poderoso manifiesta su avidez
y se pervierte la justicia.
4 El mejor entre ellos es como una zarza,
el más justo, peor que una mata espinosa.
Pero ha llegado tu castigo,
el día anunciado por tus centinelas:
es el momento de su consternación.
5 No se fíen de un compañero,
no tengan confianza en un amigo;
cuídate de abrir la boca
delante de la que se recuesta en tu pecho.
6 Porque el hijo denigra al padre,
la hija se alza contra su madre,
la nuera contra su suegra,
y cada uno tiene como enemigos a los de su casa.
7 Pero yo aguardo al Señor,
espero en el Dios de mi salvación.
¡Mi Dios me escuchará!
PROMESAS DE RESTAURACIÓN
La parte final del libro de Miqueas no parece corresponder a la
época en que vivió este profeta. Más bien se ubica en el tiempo
posterior al exilio, es decir, unos dos siglos más tarde. Es un
canto litúrgico del pueblo que ha vuelto del destierro y en medio de
grandes dificultades lucha por su restauración. Con la confianza
puesta en la fidelidad de Dios (7. 18-20), esa comunidad empobrecida
y hostigada por sus enemigos entrevé el día en que llegará a
Jerusalén gente de todo el mundo (7. 11-12) y la Tierra santa
volverá a gozar de la fertilidad de otros tiempos (7. 14-15).
Confianza de Sión en medio de la prueba
8 No te alegres de mi suerte, enemiga mía,
porque si he caído, me levantaré;
si habito en las tinieblas,
el Señor es mi luz.
9 Tengo que soportar la ira del Señor,
porque he pecado contra él,
hasta que él juzgue mi causa
y me haga justicia.
Él me hará salir a la luz y
yo contemplaré su justicia.
10 Mi enemiga lo verá
y se cubrirá de vergüenza,
ella, que me decía:
"¿Dónde está el Señor, tu Dios?".
Mis ojos gozarán al verla,
cuando sea pisoteada
como el barro de las calles.
Anuncio de la restauración
11 ¡Llega el día de reconstruir tus murallas!
Aquel día se extenderán tus fronteras;
12 aquel día vendrán hacia ti
desde Asiria hasta Egipto
y desde Egipto hasta el Río,
de un mar hasta el otro
y de una montaña hasta la otra.
13 La tierra quedará desolada
a causa de sus habitantes,
como pago de sus malas acciones.
Oración por la prosperidad del pueblo
14 Apacienta con tu cayado a tu pueblo,
al rebaño de tu herencia,
al que vive solitario en un bosque,
en medio de un vergel.
¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad,
como en los tiempos antiguos!
15 Como en los días en que salías de Egipto,
muéstranos tus maravillas.
16 Las naciones verán y se avergonzarán
de todo su poderío;
se taparán la boca con la mano
y quedarán sordos sus oídos.
17 Lamerán el polvo como la serpiente,
como los gusanos de la tierra;
saldrán temblorosas de sus refugios,
irán temblando hacia el Señor, nuestro Dios,
y sentirán temor delante de ti.
La confianza en el perdón de Dios
18 ¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta
y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia?
Él no mantiene su ira para siempre,
porque ama la fidelidad.
19 Él volverá a compadecerse de nosotros
y pisoteará nuestras faltas.
Tú arrojarás en lo más profundo del mar
todos nuestros pecados.
20 Manifestarás tu lealtad a Jacob
y tu fidelidad a Abraham,
como lo juraste a nuestros padres
desde los tiempos remotos.
Fuente: Catholic.net