Miqueas
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Capítulo 5:
Miqueas 5
La restauración de la dinastía davídica
5 1 Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá,
de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel:
sus orígenes se remontan al pasado,
a un tiempo inmemorial.
2 Por eso, el Señor los abandonará
hasta el momento en que dé a luz
la que debe ser madre;
entonces el resto de sus hermanos
volverá junto a los israelitas.
3 Él se mantendrá de pie y los apacentará
con la fuerza del Señor,
con la majestad del nombre del Señor,su Dios.
Ellos habitarán tranquilos,
porque él será grande hasta los confines de la tierra.
4 ¡Y él mismo será la paz!
Si Asiria invade nuestro país
y pisa nuestros palacios,
le opondremos siete pastores
y ocho príncipes del pueblo:
5 Ellos apacentarán a Asiria con la espada
y al país de Nemrod con el acero.
Y él nos librará de Asiria,
si llega a invadir nuestro país
y pisa nuestra frontera.
La misión del Resto de Israel
6 Entonces, el resto de Jacob será,
en medio de pueblos numerosos,
como rocío que baja del Señor,
como chaparrón sobre la hierba,
que no espera en el hombre
ni aguarda nada de los seres humanos.
7 Entonces, el resto de Jacob será entre las naciones,
en medio de pueblos numerosos,
como un león entre los animales de la selva,
como un cachorro de león entre los rebaños:
cuando él pasa, pisotea y destroza,
sin que nadie pueda librar.
Abolición de las guerras y de la idolatría
8 Que tu mano se alce contra tus adversarios
y sean extirpados todos tus enemigos.
9 Aquel día –oráculo del Señor–
yo extirparé tus caballos de en medio de ti
y haré desaparecer tus carros de guerra;
10 extirparé las ciudadelas de tu país
y derribaré todas tus fortalezas;
11 extirparé de tus manos los sortilegios
y no tendrás más adivinos;
12 extirparé de en medio de ti
tus ídolos y tus piedras conmemorativas,
y ya no volverás a postrarte
ante la obra de tus manos;
13 arrancaré de en medio de ti tus postes sagrados
y derribaré tus ídolos.
14 ¡Y me vengaré con ira y furor
de las naciones que no hayan obedecido!
NUEVO PROCESO DEL SEÑOR A ISRAEL
Dios no es indiferente a la suerte de su Pueblo, y por eso vuelve
a entablar un proceso contra él. Es como el grito de un amor no
correspondido: "¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté?
Respóndeme" (6. 3). Para corresponder a ese amor no bastan los
sacrificios rituales, que ocupaban un lugar tan importante en la
vida religiosa de Israel. Como Amós, Oseas e Isaías, también Miqueas
previene contra este engaño y recuerda al pueblo la esencia de toda
verdadera religiosidad: "Practicar la justicia, amar la fidelidad y
caminar humildemente con tu Dios" (6. 8).
Fuente: Catholic.net