| 
					 Oseas 11  | 
				
					
  | 
				
						
						
						El amor de Dios a Israel
						
						
						1*Al 
						romper el alba 
						
						no habrá más rey en Israel. 
						
						Cuando Israel era niño, Yo lo amé, 
						
						y de Egipto llamé a mi hijo. 
						
						2Pero 
						cuanto más se los llama, 
						
						tanto más se alejan, 
						
						sacrificando 
						(víctimas) a los Baales, 
						
						y quemando incienso a los ídolos, 
						
						3*Y 
						fui Yo quien enseñé a andar a Efraím, 
						
						Yo lo tomé de los brazos, 
						
						pero ellos desconocieron que Yo los cuidaba. 
						
						4*Yo 
						los atraje con lazos de hombre, 
						
						con vínculos de amor; 
						
						fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus 
						quijadas, 
						
						y me incliné para darles de comer. 
						
						5(Israel) no volverá al país de Egipto, 
						
						sino que el asirio será su rey, 
						
						porque no han querido convertirse. 
						
						6La 
						espada caerá sobre sus ciudades, 
						
						y consumirá sus barras, y las devorará, 
						
						a causa de sus malos designios. 
						
						7Mi 
						pueblo tiende a alejarse de Mí; 
						
						se lo llama hacia arriba, 
						
						pero ninguno quiere alzar la mirada. 
						
						Restauración del pueblo
						
						
						8*¿Cómo 
						te podré abandonar, oh Efraím? 
						
						¿Cómo podré entregarte, oh Israel? 
						
						¿Podré acaso tratarte como Adama, 
						
						hacerte como a Seboím? 
						
						Se conmueve mi corazón dentro de Mí, 
						
						a la par que se inflama mi compasión. 
						
						9No 
						haré según el furor de mi ira, 
						
						no volveré a destruir a Efraím; 
						
						porque soy Dios, y no un hombre; 
						
						soy el Santo que está en medio de ti; 
						
						no vendré en ira. 
						
						10*Irán 
						en pos de Yahvé, 
						
						el cual rugirá como león; 
						
						cuando Él levante su rugido, 
						
						vendrán temblando sus hijos 
						
						desde el occidente, 
						
						11*Vendrán 
						temblando, cual ave, desde Egipto, 
						
						y como paloma, desde la tierra de Asiria; 
						
						y Yo los restituiré a sus casas, 
						
						dice Yahvé. 
						
						12Pero 
						Efraím me tiene rodeado con mentiras, 
						
						y la casa de Israel con fraude; 
						
						Judá es infiel a su Dios, 
						
						y al Santísimo, quien es tan fiel.  
						 
								
								
								
								
								* 
								1. Al 
								romper el alba no habrá más rey en Israel: 
								Vulgata: Como pasa una mañana, así pasó el rey de Israel. Alude a Oseas, 
								último de los reyes del reino del norte 
								(732-722). La segunda parte del versículo se 
								refiere en sentido literal a la salida de Israel 
								de Egipto. Pero Israel, llamado por primera vez 
								primogénito de Dios en Éxodo 4, 22, fue entonces 
								al salir de Egipto, la figura de Jesús, Hijo 
								Unigénito del Padre, y representaba 
								simbólicamente el regreso del Niño divino a su 
								país, como lo vemos en la cita de este texto 
								hecha por San Mateo (2, 15). La comparación con 
								Jesús es tanto más admirable, cuanto que aquí, 
								como dice Fillion, “a su amor misericordioso el 
								Señor opone la fría ingratitud de los hebreos”. 
								Cf. versículo 2. 
								2.
								Cuanto más se los llama, tinto más se alejan: El dolor de Dios, que 
								aquí se expresa, por la ingratitud del pueblo a 
								quien llama su hijo, es el dolor de todo padre 
								en general, que preferiría ver en su hijo 
								cualquier falta o culpa (que su corazón está 
								siempre dispuesto a perdonar como en Lucas 15, 
								11 ss.), antes que ver en él ese desvío, que 
								aleja al hijo e impide al padre perdonarlo y 
								favorecerlo. El que esto entiende, ha penetrado 
								el fondo del Corazón de Dios. Véase Salmo 102, 
								13 y nota, 
								
								
								
								
								* 
								3. Lo tomé 
								de los brazos: No hay palabra más expresiva 
								para ilustrar el amor que Dios tiene al pueblo 
								elegido. Las relaciones de Yahvé con este su 
								pueblo no son las de Creador y creaturas, sino 
								las de Padre e hijos (cf. Deuteronomio 32, 9-14; 
								Malaquías 1, 6). Él es .quien lo redime de la 
								esclavitud de Egipto con mano potente y brazo 
								extendido (cf. versículo 1; Éxodo capítulos 
								14-15; Deuteronomio 5, 15; Salmo 73, 12 ss.; 76, 
								15 ss.; 135, 11; Jeremías 32, 21, etc.), 
								fundando así su reino, un reino sagrado y 
								sacerdotal (Éxodo 19, 6; 15, 17-18).
								
								Desconocieron que Yo los cuidaba: Decía un 
								humilde predicador que toda la prueba que impuso 
								el Creador a la creatura —hombre o ángel— 
								consiste simplemente en proponerle que reconozca 
								esa realidad evidente en la creación, es decir: 
								que Él es todo, y yo, creatura, soy nada. He 
								aquí sin embargo lo que tanto nos cuesta 
								admitir, siendo una verdad tan elemental. Si 
								hiciéramos la prueba de decirle a quemarropa a 
								cualquier persona: Usted no es nada, no puede 
								nada, ni vale nada, ¿cuántos aceptarían esto sin 
								tomarlo como un insulto? Ello nos muestra cuan 
								lejos solemos estar de la más simple realidad de 
								la fe, es decir, cuan falsa tiene que ser 
								entonces nuestra vida espiritual, aunque 
								pretendiéramos suplirla con iniciativas propias. 
								
								
								
								
								* 
								4. El sentido es: Yo los colmé de beneficios, y 
								quité el yugo de su cerviz y les di de comer. 
								Pruebas todas éstas, del amor paternal del 
								Señor. De la misma manera nos atrae y conduce la 
								gracia, no con látigos y cadenas, sino con el 
								lazo del amor divino, y así, cuando Jesús quiere 
								inculcarnos la misericordia, nos dice 
								simplemente que imitemos la que el Padre tiene 
								con nosotros (cf. Lucas 6, 35 s. y notas) y el 
								amor que nos tiene el Hijo (Juan 13, 34 y nota). 
								Por lo cual vemos que las características de la 
								caridad que San Pablo enseña en I Corintios 13 
								son propias, ante todo, de la caridad de Dios 
								para con nosotros. El que cree en ese amor es 
								atraído, dice San Agustín; y exclama: “¡Qué 
								dulce fue para mí verme privado de repente de 
								las engañosas alegrías y de las vanas delicias! 
								y lo que primero temía perder, me colmaba de 
								alegría al verlo perdido. Tú alejabas de mí 
								aquellas mentirosas dulzuras, oh Dios mío. Tú 
								que eras la verdadera y suprema suavidad. Las 
								arrojabas, y entrabas en el lugar que ocupaban, 
								más dulce que todos los placeres del mundo.” 
								(Confesiones). 
								
								
								
								
								* 
								8. ¿Cómo 
								te podré abandonar? Es ésta una íntima 
								revelación del corazón del Padre, que parecería 
								una debilidad y que la prudencia humana hallaría 
								sin duda poco recomendable. Por fortuna para 
								nosotros, la bondad de Dios sobrepasa los 
								límites de la nuestra. Adama y Seboím: dos 
								ciudades que fueron destruidas junto con Sodoma 
								y Gomorra. Véase Génesis 10, 19; 14, 2 y 8; 
								Deuteronomio 29, 23. 
								
								
								
								
								* 
								10. Dios no los perderá sino que los recogerá de 
								los países de su destierro. Él mismo rugirá como 
								un león para que todos oigan su voz y se reúnan 
								a su derredor.
								Sus hijos: 
								Aquellos israelitas que el Señor reconocerá como 
								hijos suyos después de su conversión; acudirán, 
								al ver su señal, del lado del mar, esto es. de 
								todas aquellas remotas regiones donde estuvieren 
								desterrados (Fillion). Véase Isaías 66, 20: 
								Ezequiel- 37, 21 y nota. 
								
								
								
								
								* 
								11. Tierra 
								de Asiria: Cf. Zacarías 10, 10; Miqueas 7, 
								12; Isaías 27, 12 s. y nota sobre este retorno. 
 
  | 
					
