Cantar de los Cantares 4 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 |
Esposo
1*¡Qué
hermosa eres, amiga mía!
¡Cuán hermosa eres tú!
Tus ojos son palomas, detrás de tu velo.
Tu cabellera es como un rebaño de cabras,
que va por la montaña de Galaad.
2Son
tus dientes
como hatos de ovejas esquiladas,
que suben del lavadero,
todas con crías mellizas,
sin que haya entre ellas una estéril.
3*Como
cinta de púrpura son tus labios,
y graciosa es tu boca.
Como mitades de granada son tus mejillas,
detrás de tu velo.
4*Tu
cuello es cual la torre de David,
construida para armería,
de la que penden mil escudos,
todos ellos arneses de valientes.
5*Como
dos mellizos de gacela
que pacen entre azucenas,
son tus dos pechos.
Esposa
6*Mientras
sopla la brisa
y se alargan las sombras,
me iré al monte de la mirra,
y al collado del incienso.
Esposo
7*Eres
toda hermosa, amiga mía,
y no hay en ti defecto alguno.
8*¡Ven
del Líbano, esposa mía!
¡Ven conmigo del Líbano!
¡Mira de la cima del Amaná,
de la cumbre del Senir y del Hermón,
de las guaridas de los leones,
de las montañas de los leopardos!
9*Me
has arrebatado el corazón,
hermana mía, esposa.
Me has arrebatado el corazón
con una de tus miradas,
con una perla de tu collar.
10
¡Cuán dulce son tus amores,
hermana mía, esposa!
¡Cuánto más dulces
son tus caricias que el vino;
y la fragancia de tus perfumes
que todos los bálsamos!
11Miel
destilan tus labios,
esposa mía,
miel y leche
hay debajo de tu lengua;
y el perfume de tus vestidos
es como el olor del Líbano.
12*Un
huerto cerrado
es mi hermana esposa,
manantial cerrado,
fuente sellada.
13Tus
renuevos son un vergel de granados,
con frutas exquisitas; cipro y nardo;
14nardo
y azafrán, canela y cinamomo,
con todos los árboles de incienso;
mirra y áloes.
con todos los aromas selectos.
Esposa
15*La
fuente del jardín
es pozo de aguas vivas,
y los arroyos fluyen del Líbano.
16¡Levántate,
oh Aquilón,
ven, oh Austro!
¡Qué se esparzan sus aromas!
¡Venga mi amado a su jardín
y coma de sus exquisitas frutas!
*
1.
Comienza el Esposo exaltando la hermosura de
la Esposa. La descripción de ésta se hace
sobre el modelo de las canciones nupciales de
Oriente, de las cuales hoy todavía poseemos
paralelos en la literatura oriental. Según
Vaccari, no es el Rey quien habla aquí,
sino el Pastor, que en gran parte toma
sus símiles de la vida campestre (véase 6, 4
ss.). Esto no haría sino aumentar nuestra
admiración de que Dios se atribuyese a Sí mismo
este papel humilde frente a la suntuosidad de su
rival, que representaría los oropeles del mundo
engañoso y fugaz. Como en Eclesiastés 12, los
órganos corporales que aquí figuran (ojos,
dientes, cabellos, etc.), son muy diversamente
entendidos por los autores. De todas maneras
hemos de creer con toda la fuerza de nuestro ser
que son para cada uno de nosotros los sublimes
afectos de amor que aquí prodiga el Esposo a la
Esposa. Así fue como Santa Teresa de Lisieux
descubrió su doctrina sobre el amor
misericordioso del Padre, en los afectos
paternales que Él, Yahvé, dirige a Israel por
boca de Isaías (véase Isaías 49, 15; 66, 13 y
notas). Muy convencidos necesitamos estar de tal
verdad, si queremos gozar y aprovechar con fruto
este divino Libro. Por eso conviene entender
bien que, si la elección de Israel era colectiva
como pueblo, la del cristiano es perfectamente
individual, sin perjuicio de la unidad del
Cuerpo Místico y la rica comunicación de bienes
espirituales que existe entre sus miembros según
el dogma de la Comunión de los Santos. Jesús nos
muestra que es Él quien elige a cada uno (Juan
15, 16) para hacerlo hijo de Dios por la fe
(Juan 1, 12) y hacerlo vivir de su propia vida
por la Eucaristía, como Él vive de la vida del
Padre (Juan 6, 57; Vulgata 6, 58); prometiéndole
resucitarlo (Lucas 14, 14; 20, 35; Juan 6, 54)
hasta reunir en uno a todos esos hijos de Dios
(Juan 11, 52) y celebrar las Bodas del Cordero
con la Iglesia; “a la cual habrá sido dado
vestirse de tela de hilo finísimo brillante y
blanco” (Apocalipsis 19, 8).
*
3.
Detrás de tu velo: Otros vierten: en
medio de tus rizos.
*
4.
Escudos: alusión a los aros y monedas con
que las mujeres solían adornar su cuello. Este
versículo se aplica en la Liturgia a la
Santísima Virgen. Podría entenderse que el
lenguaje usado aquí es propio del Rey.
*
5. Aquí
parecería que habla nuevamente el Pastor y que
en el versículo 6 le responde ella como en 2, 17
y en 8, 14. Estos dos pechos, dice Scío,
son figuras del amor a Dios y del amor al
prójimo. “Alimentados entre las hermosas y
blancas azucenas de los divinos misterios,
procuran por todos los modos posibles dar a Dios
lo que es Suyo, y no defraudar al prójimo nada
de lo que le corresponde. Son semejantes entre
sí como suelen serlo los mellizos.”
*
6. Por
el monte de la mirra y el collado del
incienso algunos entienden el monte donde
estaba el Templo. Mirra e incienso también son
símbolos de la devoción espiritual (cf. 1, 13 y
nota). “Ahora, dice Fray Luis de León, la quiere
llevar (a la Esposa) consigo de monte en monte,
esto es, de virtud en virtud, subiendo siempre
de una en otra sin temor de tropiezo andando con
tal compañía. Porque es verdad que todos los que
caminan por Cristo, van altos y van sin
tropiezos.” Según otros expositores, sería la
Esposa quien habla en este verso (cf. 2, 17 y
nota) y mientras sopla el espíritu de
Pentecostés y se extienden al mismo tiempo en el
mundo las sombras de la apostasía, se retira a
la soledad del monte y ansiosa escucha allí del
Esposo el sumo amor que Él le expresa en los
versos siguientes.
*
7.
Eres toda hermosa: “Lo es la Iglesia, porque
a los ojos de Cristo son bellos no solamente los
doctores y religiosos que descuellan por su
profunda ciencia y virtud, sino los simples
fieles que caminan por la senda de la verdadera
fe y apartados de pecados graves”
(Bover-Cantera). San Agustín observa que la
Iglesia en este siglo necesita limpiarse cada
día para ser presentada al fin sin mancha alguna
a su Esposo Jesucristo. Así lo vemos en Efesios
5. 25-27 y Apocalipsis 19, 6-9. Lo mismo puede
decirse del alma del justo, según II Corintios
11, 2; Col. 1, 22. Las palabras se aplican en la
Liturgia a la Santísima Virgen.
*
8.
Ven conmigo, etc. Según Vaccari: Me
reclamas, como si el Esposo se dijera
atraído por ella desde el Líbano donde Él está,
y conducido al Amaná desde las alturas del Senir
y del Hermón y desde las guaridas donde Él mora
como pastor (véase 2, 8), porque ella le ha
robado el corazón (versículo 9). Amaná:
parte del Antilíbano, cerca de Damasco; Senir
o Sanir: nombre amorreo del Hermón o
Antilíbano. Leones y leopardos eran para
los judíos figuras de los pueblos paganos
circunvecinos.
*
9. Al
nombre de esposa, que por primera vez le
da en el vers. 8, añade el de hermana,
poniendo así en este apasionado amor un sello de
altísima pureza.
*
12.
Huerto cerrado y fuente sellada:
bellas imágenes de la Iglesia cerrada y sellada
para el mundo y reservada únicamente, como debía
serlo Israel separado de las naciones, al amor
de su divino Esposo. En ella debe conservarse
intacto el tesoro recibido de Dios en depósito:
la sana doctrina, la Sagrada Escritura, los
sacramentos (cf. I Timoteo 6, 20). Véase
versículo 15 y nota. Muchos Padres entienden
figurada aquí la virginidad como en 2, 1
(azucena del valle). A imitación de la
bienaventurada Virgen María cada virgen es un
jardín cerrado, una fuente sellada por el
Todopoderoso con la gracia de la virginidad, de
la pureza, del pudor, de la modestia. Una
virgen, dice San Ambrosio, es un jardín
inaccesible a los ladrones; se parece a una viña
en flor, derrama el perfume de sus virtudes y es
bella como la rosa.
*
15. Los
mejores autores reconocen que la Esposa toma la
palabra aquí, y no solamente en el versículo 16.
Es por cierto una de las lecciones más preciosas
del Cantar, ya se lo aplique a Israel, a la
Iglesia o a cada alma, y ya sea con visión
pasada o profética, pues en todos los casos la
humilde Esposa al verse de tal modo colmada por
los elogios del Esposo, después de haberse
sentido colmada por sus dones, no puede sino
exclamar, como aquí lo hace, que nada de eso le
pertenece sino que todo es sólo el depósito (cf.
versículo 12) de dones y favores que Él mismo ha
puesto en ella. Y así pide que soplen en toda su
plenitud los vientos del Espíritu Santo para que
ella, no obstante su propia nada (recuérdese el
Magníficat de María: Lucas 1. 48), pueda agradar
al Esposo con los aromas y los frutos que Él le
prodigó con su generosidad toda divina. Un
pasaje análogo encontramos en el Apocalipsis,
donde los veinticuatro ancianos, al verse
colmados de dicha por los méritos del divino
Cordero, se empeñan en destacar que es a Él a
quien corresponde toda la gloria de esa hazaña:
“y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno
eres, Señor, de recibir el libro y de abrir sus
sellos, porque Tú has sido entregado a la muerte
y con tu sangre nos has rescatado para Dios de
todas las tribus, y lenguas, y pueblos, y
naciones. Nos hiciste para nuestro Dios reyes y
sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”
(Apocalipsis 5, 9 y 10). San Gregorio Magno hace
notar aquí, en igual sentido, que las aguas
puras y vivas que la Iglesia Católica envía a
las iglesias particulares y a las almas fieles,
“son las Sagradas Escrituras, que corren
impetuosamente del Monte Líbano, esto es, de la
boca de Jesucristo”.
|