Iglesia Remanente

Cantar de los Cantares 3

   

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Esposa

1*En mi lecho, de noche,

busqué al que ama mi alma;

le busqué y no le hallé.

2Me levantaré, pues,

y giraré por la ciudad,

por las calles y las plazas;

buscaré al que ama mi alma.

Le busqué y no le hallé.

3* Me encontraron los guardias

que hacen la ronda por la ciudad:

“¿Habéis visto al que ama mi alma?”

4*Apenas me había apartado de ellos,

encontré al que ama mi alma.

Lo así y no lo soltaré

hasta introducirlo en la casa de mi madre,

y en la cámara de la que me dio el ser.

Esposo (¿o Pastor?)

5*Os conjuro, oh hijas de Jerusalén,

por las gacelas y las ciervas del campo,

que no despertéis ni inquietéis a la amada,

hasta que ella quiera.

Coro

6*¿Qué cosa es esta que sube del desierto,

como columna de humo

perfumada de mirra e incienso

con todos los aromas del mercader?

7*Mirad, es su litera, la de Salomón;

sesenta valientes la rodean,

de entre los héroes de Israel.

8Todos ellos manejan la espada,

son adiestrados para el combate;

todos llevan la espada ceñida,

a causa de los peligros de la noche.

9De maderas del Líbano

se hizo el rey Salomón un cenáculo.

10Hizo de plata sus columnas,

de oro el dosel,

de púrpura su asiento;

su interior está recamado de amor,

por las hijas de Jerusalén.

11*Salid, oh hijas de Sión,

a contemplar al rey Salomón

con la corona que le tejió su madre

en el día de sus desposorios,

el día del gozo de su corazón.



* 1. De noche: otros: por las noches. Esta pérdida del Esposo, durante la noche, suele interpretarse como imagen del pueblo de Israel que pierde a su Dios en la noche de la idolatría, y sobre todo que busca al Mesías y no lo halla (Juan 7, 34-36) hasta que, arrepentido, vuelve a Él (cf. 5, 2 ss. y notas; Isaías 54, 1; Oseas 5, 15; Ezequiel 6, 9; 20, 7 ss.; 36, 31). Los místicos, aplicando la imagen a la vida espiritual, llaman a este período la noche obscura del sentido, en que el alma, no habiendo pasado aún por la vía iluminativa, carece de un conocimiento propio y experimental de Dios, que es Él que nos hace hallarlo definitivamente por medio del amor. San Jerónimo explica esto, diciendo: “Ora leáis, ora escribáis, ora veléis o durmáis, siempre toque a vuestros oídos la bocina del amor de Dios. Esta trompeta despierte vuestra alma y buscad vuestro jergón alborozado con este amor que vuestra alma desea, y cantad confiado: Yo duermo, mas mi corazón está velando” (San Jerónimo, A Pamaquio). La ansiosa búsqueda, a través de las tinieblas, hasta que hayamos llegado a despreciar por amor suyo nuestra soberbia racionalista (II Corintios 10, 5; I Corintios 3, 18 ss.; Judit 8, 10; Job 42, 3 y notas), está maravillosamente expresada en Eclesiástico 4, 18 ss., que llama a esta etapa de prueba “la tribulación de la doctrina” (véase Salmo 118, 38 ss. y nota). En análogo sentido, Fillion lo aplica a la vida actual de la Iglesia “mientras el Esposo prolonga su ausencia con miras de probar y acrecentar en Ella el amor”. Le busqué y no le hallé: Hay aquí una triste pero saludable meditación para el pueblo de Israel, cuya religiosidad actual, según lo declararon sus propios escritores, se ha desprendido aún de la sobrenatural esperanza mesiánica, para reducirse a un simple ideal histórico. Como decíamos en otro lugar: “La misma cultura talmúdica y rabínica de los Raschí, de los Maimónides, de los ben Gabirol, de los Yehuda ha-Levi, de los ben Ezra... ha sido ridiculizada por escritores de nota como Abrahamowitsch y Gordon en el siglo pasado... y la reforma de Moisés Mendelsohn ha tendido a destruirlo todo… Pero la verdadera reparación de Israel sólo puede traerla Cristo.” No hallará Israel al Amado por las calles y plazas, sino cuando Dios la llame a la soledad y le hable al corazón (véase 1, 8 y nota). Entonces caerá el velo que les oculta, no ya el Evangelio, sino las antiguas profecías (II Corintios 3, 14-16). Entonces se apartarán de los falsos pastores (versículo 3 s). Véase a este respecto la admirable alusión al capítulo 34 de Ezequiel que San Pablo hace a los hebreos cuando les dice que su alianza eterna ha de ser en el gran Pastor resucitado (Hebreos 13, 20).

* 3. Véase 5, 7. Los guardias representan aquí a los príncipes del pueblo judío que no supieron mostrar a Israel la llegada del Mesías (véase Juan 1, 26; 7, 52; 8, 14; 9. 30; Lucas 12, 56; 19, 44; Mateo 21, 34, etc.). También hoy podemos aplicar la lección a los “sabios y prudentes” (Lucas 10, 21), a quienes es inútil preguntarles dónde está Dios. Unos predican un Dios inaccesible y sin corazón de Padre; otros dudan de su existencia y le disputan la creación del mundo; y otros admiten su existencia, pero viven como si no existiese. Cf. 8, 7 y nota.

* 4. Apenas me había apartado... encontré: vemos así confirmado lo expuesto sobre el versículo 1 s. Cuando el alma se aparta del mundo y sus maestros (véase I, 8 y nota), no tarda en hallar a Cristo, porque la Sabiduría se anticipa amorosamente a los que la buscan (Sabiduría 6, 13 ss.), y Él mismo nos dice: “Al que viene a Mí no lo echaré fuera” (Juan 6, 37), porque vino a cumplir la amorosa voluntad del Padre que lo envió para que Él sea nuestra salvación (Juan 6, 38 40). Entonces el alma, hecha pequeña (Proverbios 9, 4 y nota), descubre que se le ha dado esa sabiduría inaccesible para los sabios (Mateo 11, 25) y repite, tan gozosa como asombrada, la exclamación de David (véase Salmo 118, 99 s.). La casa de mi madre: San Bernardo acentúa la trascendencia escatológica del Cántico, al ver en la Esposa a la Iglesia de los elegidos ya congregados (véase Juan 11, 52; Romanos 11, 25; Lucas 21, 24). Comentando el presente versículo, el Doctor Melifluo ve en Israel a la madre de la Iglesia y dice: “ciertamente la caridad de la Iglesia es bien grande, pues que no envidia sus delicias a su misma rival, que es la Sinagoga. ¡Qué mayor bondad que estar dispuesta a compartir con su enemiga Aquel que ama su alma! No debe, empero extrañarnos —puesto que la salud viene de los judíos (Juan 4, 22)— que el Salvador vuelva de donde partió a fin de salvar a los restos de Israel... que las ramas no envidien a la raíz la savia que de ella bebieron, ni los hijos a su madre la leche que mamaron de sus pechos. Que la Iglesia, pues, conserve firmemente la salud que Israel perdió, hasta que la plenitud de las naciones haya entrado y que así Israel sea salvo. Más aún, ella le desea el nombre y la belleza de la Esposa”.

* 5. Véase 2, 6 s.; 8, 6 y nota. Hasta que ella quiera: Según la interpretación de San Bernardo, que hemos visto (cf. versículo 4). tendríamos aquí el misterio anunciado por San Pablo (Romanos 11) del retorno de Israel, a quien el apóstol llama muy amada todavía a causa de sus padres (Romanos 11, 28), si bien se hizo enemiga a causa de nosotros los gentiles, es decir, para que su caída —¡oh misterio de amor!— fuese ocasión de nuestro llamado a la Iglesia. Ese despertar de Israel no habrá de ser forzado, sino pura obra de la gracia (Romanos 11, 6; Jeremías 30, 13 y nota) que mudará su corazón (Ezequiel 11, 19; 36, 26; II Corintios 3, 14-16). De ahí sin duda la falta de un apostolado actual y permanente de predicación entre los judíos (Hebreos 5, 11 s.; Romanos 11, 7-10; Hechos 13, 45 s.). En otro sentido, hay aquí también una gran luz sobre la doctrina de San Agustín que combate el falso celo violento, diciendo: “Nadie debe ser llevado a la fe por la fuerza” (véase Santiago 3, 13 ss.). Esta verdad fue ya expuesta por San Atanasio diciendo que “es propio de la Religión no constreñir sino persuadir”. Es lo que Alcuino mostró a Carlomagno cuando pretendió, por motivos políticos, que los sajones optasen por el bautismo o la muerte: “La fe es asunto de la voluntad no de la coacción.” Lo mismo expone Santo Tomás; y Federico Ozanam en una hermosa carta a un profesor de la Sorbona, sobre la caridad en el apostolado, hace resaltar que no ha de buscarse el triunfo propio sobre el adversario humillado, sino exponer las excelencias de nuestro Dios y su Hijo Jesucristo, de tal manera que el oyente, aún antes de convertirse a nuestra fe, ya lo ame, con lo cual su conducta irá luego en pos de lo que conoció y amó. “Si alguna vez aconteciese que, en oposición a la constante doctrina de la Sede apostólica alguien es llevado contra su voluntad a abrazar la fe católica, Nos conscientes de nuestro oficio, no podemos menos de reprobarlo” (Pío XII, Encíclica sobre el Cuerpo Místico de Cristo).

* 6. Este versículo se aplica en la Liturgia a la Virgen, rica en todas las virtudes y exenta de la maldición del pecado. Según Vaccari, habla aquí el coro hasta el fin del capítulo, describiendo “al rey Salomón en todo su esplendor” (Mateo 6, 29). Columna de humo: recuerda la columna de fuego que condujo al pueblo de Israel desde el desierto hasta la tierra prometida, o según otros, alusión a los inciensos que se ofrecían delante del Arca de la Alianza.

* 7 ss. Según algunos, Salomón sería figura del divino Esposo: la litera (el trono) simbolizaría el Arca (I Reyes 4, 4; II Reyes 6, 2); y los sesenta compañeros figurarían a los sacerdotes y ancianos. Sobre la interpretación de Vaccari, véase la Introducción.

* 11. Salid... a contemplar: Según Bover-Cantera, es la Iglesia, esposa de Cristo, la que invita a sus hijos a salir del tumulto del siglo para contemplar a Salomón, esto es, al verdadero rey pacífico, Jesucristo. Según Nácar-Colunga, sería “la entrada del rey en Jerusalén. inspirada en la ceremonia de la entronización de Salomón, que se narra en III Reyes 1, 11 ss. La corona tal vez se toma de la solemnidad de las bodas (Isaías 61, 10). Todo ello significa la entrada triunfal del Rey-Mesías en su ciudad”. Hijas de Sión: El P. Arintero ve aquí figuradas “a las almas piadosas que ya tienen su morada junto al sagrado Tabernáculo”. En cambio, según otra interpretación, “deben entenderse las almas débiles en la virtud, que aun cuando se resignen con sus trabajos, quieren verse libres de ellos”. Este ejemplo de abierta oposición nos muestra, una vez más, cuan prudentes hemos de andar en materia de interpretaciones y aún de aplicaciones que no puedan fundarse en los datos de la misma divina Revelación, que ya nos da sobrada substancia espiritual y además nos asegura contra las desviaciones del sentimentalismo. Véase 2, 14 y nota.