Cantar de los Cantares 1 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 |
Cantar de los Cantares, de Salomón
Esposa
1*
¡Béseme él con los besos de su boca!
porque tus amores son mejores que el vino.
2*Suave
es el olor de tus ungüentos;
es tu nombre ungüento derramado;
por eso te aman las doncellas.
Coro
3*Atráeme
en pos de ti. ¡Corramos!
Me introdujo el Rey en sus cámaras.
Nos gozaremos, nos alegraremos en ti.
Celebraremos tus amores más que el vino.
Con razón te aman.
Esposa
4*Morena
soy, pero hermosa,
oh hijas de Jerusalén,
como las tiendas de Cedar,
como los pabellones de Salomón.
5*No
reparéis en que soy morena;
es que me ha quemado el sol.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
me pusieron a guardar las viñas;
pero mi viña, la mía, no he guardado.
6Dime,
oh tú a quien ama el alma mía,
dónde pastoreas,
dónde haces sestear las ovejas al mediodía,
para que no ande yo vagando
alrededor de los rebaños de tus compañeros.
Esposo o Coro
7*Si
no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
sal siguiendo las huellas del rebaño,
y apacienta tus cabritos
junto a las cabañas de los pastores.
Esposo
8*A
mi yegua, en las carrozas del Faraón,
te comparo, oh amiga mía.
9Hermosas
son tus mejillas entre los pendientes,
cuello entre los collares.
10*Collares
de oro haremos para ti
incrustados de plata.
Esposa
11*Estando
el rey en su diván,
mi nardo exhala su fragancia.
12*Un
manojito de mirra
es para mí el amado mío:
reposa entre mis pechos.
13*Racimo
de cipro
es mi amado para mí
en las viñas de Engadí.
Esposo
14*Hermosa
eres, amiga mía,
eres hermosa;
tus ojos son palomas.
Esposa
15Hermoso
eres, amado mío, ¡y cuan delicioso!
y nuestro lecho es de flores.
Esposo
16De
cedro son las vigas de nuestra casa,
de ciprés nuestros artesonados.
*
1. Béseme (él, en tercera persona) y
luego (en segunda persona). Tus amores
(San Jerónimo traduce: tus pechos). Según
la interpretación de Orígenes, Israel, la
“Iglesia de la Antigua Alianza”, suspiraría aquí
por el Mesías, anhelando que el beso de la
Palabra divina, que había recibido de la boca de
los profetas, le sea dado ya directamente por la
misma boca de Él. Y así San Pablo empieza
diciendo a los Hebreos en su Epístola (1, 1
ss.): “Dios que habló a nuestros padres por los
profetas, nos ha hablado últimamente por medio
de su Hijo. Él es el resplandor de su gloria y
la imagen de su substancia.” Ahora bien, es
frecuente en la Escritura un paralelismo entre
Israel y la Iglesia, como lo hay entre los
anuncios del Antiguo Testamento y los del Nuevo,
y como los profetas, y el mismo Jesús, señalan
paralelamente los acontecimientos de la
destrucción de Jerusalén y los del fin de los
tiempos (cf. p. ej. Mateo 24). De ahí que, como
expresa Fillion, es sobre todo la Iglesia
cristiana quien exhala este suspiro, expresando
aquí el mismo anhelo con que termina el
Apocalipsis: “Y el Espíritu y la Esposa dicen:
¡Ven!... ¡Así sea! ¡Ven oh Señor Jesús!”
(Apocalipsis 22, 17 y 20). También se aplica
este concepto al alma cristiana, y el
Apocalipsis extiende a cada una la misma
invitación de la Iglesia que antes recordamos:
“Diga también quien escucha: ¡Ven!” (Apocalipsis
22, 17). A este respecto dice el Catecismo
Romano: “Toda la Sagrada Escritura está llena de
testimonios que a cada paso se ofrecerán a los
párrocos, no solamente para confirmar esta
Venida, sino aún también para ponerla bien
patente a la consideración de los fieles; para
que así, como aquel día del Señor en que tomó
carne humana, fue muy deseado de todos los
justos de la Ley antigua desde el principio del
mundo, porque en aquel misterio tenían puesta
toda la esperanza de su libertad, así también,
después de la muerte del Hijo de Dios y su
Ascensión al cielo, deseemos nosotros con
vehementísimo anhelo el otro día del Señor
esperando el premio eterno, y «la gloriosa
venida del gran Dios»” (Tito 2, 13).
*
2. Muy difícil es saber, en este primer pasaje,
quién habla en cada verso, y con quién habla. La
enseñanza que de todas maneras se extrae de aquí
es la contenida en la idea del ungüento,
como en 4. 10 y 15. El ungüento, muy usado en
oriente como perfume, y conservado en la
liturgia sacramental cristiana, es el gran
símbolo de la divina gracia, don gratuito por
excelencia. Nada podemos tener, dice el
Bautista, que no nos sea dado del cielo (Juan
3,
27). Aun cuando se trata de María
Inmaculada, vemos que el Ángel no le elogia nada
propio de Ella, sino que la llama llena de la
gracia, y le repite que ha hallado gracia a los
ojos de Dios (Lucas 1, 28-30). Y Ella, no
obstante reconocer que ha sido objeto de
grandeza (ibíd. 49), se llama esclava y reconoce
ser nada (ibíd. 38 y 48), y sólo explica su
elección por esa característica contradictoria,
que algunos santos solían llamar "el mal gusto
de Dios", según el cual Él se complace en
escoger a los más vacíos, levantando a los bajos
y rebajando a los altos. Tal es el contenido del
Magníficat de María y tal es lo que aquí
aprendemos (cf. 4, 15 y nota). La Iglesia tiene
a este respecto definiciones capitales para
dejar bien sentada la doctrina paulina según la
cual aún el amar a Dios es un don de Dios. Él,
que nos ama sin ser amado (de nosotros), nos dio
el don de amarlo. No pudiendo agradar, fuimos
amados para ser hechos agradables. Véase Romanos
5, 5; Denz. 198 s.
*
3. Me
introdujo
el rey: Otros:
¡introdúceme,
oh rey! Según esto anota
Nácar-Colunga: “El coro de doncellas que forma,
en las solemnidades nupciales, la corte de la
Esposa, que aquí representa a las naciones, pide
tener parte en el amor de la Esposa por el
Esposo, como en Isaías 2, 2 ss.; Zacarías 8, 20
ss. y expresa sus deseos de tener parte en las
bendiciones mesiánicas.” Atráeme: “Amad,
dice San Agustín, y seréis atraídos”, y añade el
-mismo Doctor: “El amor es una palanca tan
fuerte, que levanta los pesos más enormes,
porque el amor es el contrapeso de todos los
pesos” (De Civitate Dei, II, 28). Fillion,
interpretando el atráeme como dirigido
por la Esposa al Esposo “cuyo nombre es ungüento
derramado” (versículo
2),
reitera aquí la doctrina que hemos
expuesto en la nota anterior, y expresa: “Yo los
atraeré con cuerdas de amor, dirá Yahvé al
pueblo israelita (Oseas 11, 4; cf. Jeremías 2,
2). Nadie puede venir a Mí si el Padre que me ha
enviado no lo atrae, exclamará también Jesús
(Juan 6, 44; 12, 32). En esta unión asombrosa es
menester que Dios haga, digámoslo así, los
primeros pasos.” De aquí que, entre los muchos
modos de encarar este difícil comienzo del
Cántico, algunos hayan considerado que en el
segundo hemistiquio del versículo 2 habla el
Esposo que, apenas la Amada le abre los brazos,
se precipita hacia Ella elogiando sus amores más
que el vino, porque “sus delicias son estar con
los hijos de los hombres” (Proverbios 8, 31). Y
ese estado de deseo, en la Esposa, no es sino un
don del mismo Espíritu Santo ya que nadie puede
decir siquiera “Jesús es el Señor” sin una
moción previa del divino Espíritu (1 Corintios
12, 3). “¡Atráeme!, esta sola palabra basta”,
dice Santa Teresita (Historia de un alma,
capítulo X). “Ya sea pues que lo apliquemos a
Israel, o a la Iglesia escogida, o al alma fiel,
el fruto de este estudio será siempre el mismo:
descubrir y alabar las excelencias y delicadezas
del Corazón del Esposo. Para conocer un corazón
hay que verlo en lides de amor, así como el
brazo se prueba en el combate”. Con razón te
aman: la Vulgata:
los rectos te aman.
San Gregorio Niseno y Teodoreto refieren esto a
la Esposa.
*
4. Cedar: desierto que se extiende al
este de Transjordania. En vez de Salomón
leen algunos Salma. Cedar representa las
tribus nómades cuyas tiendas se hacían de pelo
de cabra negra. Tienen su belleza esas tiendas
negras y se mueven como los rebaños de cabras,
que recorren el desierto al compás de las
estaciones, buscando un poco de pasto.
*
5. Según la alegoría yahvística, la Esposa
bronceada por el sol, es esa escogida nación
israelita que, no obstante su cautiverio, su
idolatría contagiada por los paganos, y su
infidelidad, conserva siempre una grande y
divina vocación, porque “los dones y la vocación
de Dios son irrevocables” (Romanos 11, 29). El
sentido de la viña es aquí harto
misterioso, y los comentadores, nada concordes,
no alcanzan a explicarlo. De todos modos, es
cosa cierta que Israel no cultivó la viña que
Dios le encomendara (cf. Mateo 21, 33; Marcos
12, 1 ss.; Lucas 20, 9 ss.). Véase, con su nota,
8, 11 y 12, donde la Esposa recupera su viña, en
lo cual se anuncia quizá la futura conversión de
Israel profetizada por San Pablo. Cf. Romanos
11.
*
7. Como expresa Vaccari, la respuesta del Esposo
puede sintetizarse diciendo: “hazte pastora”.
Cf. 7, 12 y nota. En efecto, Dios dice en sus
promesas a Israel: “Así la atraeré y la llevaré
al desierto y le hablaré al corazón; y desde
allí le devolveré sus viñas y el valle de Acor
como puerta de esperanza; y allí cantará como en
los días de su juventud, como en los días en que
subió de la tierra de Egipto. Entonces, dice
Yahvé, me llamará Esposo mío” (Oseas 2,
14 ss.). Cf. 8, 5 y nota.
*
8. Según Vaccari es ésta la voz de la tentación,
en que el monarca rival quiere atraer a la
Esposa con promesas de ricos adornos,
contrastando con la precedente invitación del
pastor. Fillion admite también estos contrastes,
pues se trata del Mesías-Rey y del Buen Pastor
por excelencia.
*
10. Llama la atención que el oro aparezca
como adornado por la plata, que es inferior a
él. En la interpretación espiritual ven aquí
algunos una hermosa figura de la virtud
cristiana, que es toda interior y al revés de la
ostentación mundana. Véase Mateo 6, 1-6 y 16-18.
*
11. En su diván: es decir, en su
triclinio o lecho en que se recostaban durante
los convites. Esta escena recuerda naturalmente
la cena de Betania en que María ungió los pies
de Jesús con precioso ungüento de nardo, cuya
fragancia llenó toda la casa (Juan 12, 1-3). Su
sentido sería sin embargo muy otro si la Esposa,
mientras el rey la tienta con su festín, exhala,
como fragancia de nardo, los acentos de su
fidelidad para con el pastor, cuyo amor elogia
(versículo 13 s.) con delicados símiles
agrestes. Según los santos Padres alude este
versículo a la Encarnación del Verbo, al cual la
Iglesia alegró con el nardo de sus virtudes.
*
12. La mirra era una resina olorosa que
no sólo servía para embalsamar cadáveres sino
también para llevarla sobre el pecho en bolsitas
como perfume. Es la fragancia que exhalan los
vestidos del Esposo en Salmo 44, 9. Cf. 4, 6 y
nota.
*
13. El cipro o alheña de los árabes, es
la lawsonia alba, de flores pequeñas y blancas
en racimo, muy perfumadas como reseda, y cuyas
hojas son también usadas en la perfumería de los
orientales. El oasis de Engadí, situado a
la orilla occidental del Mar Muerto, tenía fama
por sus viñas, sus palmeras y sus plantas
aromáticas. Hoy toda aquella región es un
desierto.
*
14. Empieza un exquisito intercambio de
requiebros entre los enamorados, que inicia el
Esposo y que, como hace notar Fillion, son los
que la Biblia suele emplear para referirse a los
amores del divino Esposo. ¿Es éste aquí el
Pastor, como lo quiere Vaccari? Así podría
deducirse por el tono bucólico del idilio. No
debemos sin embargo olvidar que en el Salmo 44,
que es otro epitalamio ofrecido por la Biblia
como paralelo al presente, se trata expresamente
del Mesías-Rey, y en tal carácter se enamora Él
de la Esposa (cf. Salmo 44. 11 ss. y notas).
Ambas cosas pueden sin duda conciliarse
distinguiendo entre los misterios pasados y los
futuros: “Nova et vetera”. Esto mismo explica
por qué el Amado prodiga tales elogios a la
Esposa en su estado actual, no obstante lo que
veremos en el capítulo 5, 3. Es éste uno de los
misterios mil veces admirables del corazón
generoso de Dios que, sabiendo lo que hemos de
ser en lo futuro, “nos ama. no tal cual somos
por nuestros méritos, sino tal como llegaremos a
ser por don Suyo” (San Próspero). Véase Denz.
185. Cf. 4, 1 ss.; 6, 9; 7, 7 ss. Para poder
escuchar y entender y gozar la dicha inefable de
este lenguaje, hay que grabar para siempre en el
alma este sello femenino de esposa, y no
pretender invertir los papeles asumiendo con
celo indiscreto el papel de esposo (véase 2, 6;
4, 1 y notas, y el artículo “Hermana y Esposa”
en nuestro libro “Espiritualidad Bíblica”).
Tus ojos son palomas: Cf. 2, 14; 5, 12 y
notas. En el versículo 4 la Esposa se desprecia
a sí misma, llamándose morena, y alaba al Esposo
por su hermosura. “Y Él, porque tiene de
costumbre de ensalzar al que se humilla,
poniendo en ella los ojos como ella se lo ha
pedido, en la Canción que se sigue, se emplea en
alabarla, llamándola no morena, sino blanca
paloma” (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual
XXXIV). La paloma representa al alma recta y
sencilla. Véase las palabras de Jesús en Mateo
10, 6.
|