2 CORINTIOS 8 |
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II. LA COLECTA PARA LOS
CRISTIANOS DE JERUSALÉN
(8, 1 - 9, 15)
Doctrina sobre la limosna.
1
Os hacemos también saber, hermanos, la
gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia*;
2
porque en la grande prueba de la tribulación, la
abundancia de su gozo y su extremada pobreza han redundado
en riquezas de generosidad por parte de ellos.
3
Doyles testimonio de que según sus
fuerzas, y aun sobre sus fuerzas, de propia iniciativa,
4
nos pidieron con mucha instancia la gracia de poder
participar en el socorro en bien de los santos*;
5
y no como habíamos esperado, sino que se entregaron
ellos mismos primeramente al Señor y luego a nosotros por
voluntad de Dios*.
6
Así, pues,
hemos rogado a Tito que tal como comenzó, de la misma manera
lleve a cabo entre vosotros también esta gracia.
7
Y así como abundáis en todo, en fe, en
palabra, en conocimiento, y en toda solicitud, y en vuestro
amor hacia nosotros, abundad también en esta gracia.
8 No hablo como
quien manda*,
sino por solicitud en favor de otros, y para probar la
sinceridad de vuestra caridad.
9 Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por vosotros se
hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por su pobreza os
enriquezcáis*.
10 Y en ello os
doy consejo, porque esto conviene a vosotros, como quienes
os adelantasteis desde el año pasado, no sólo en hacer sino
también en querer*.
11 Ahora, pues,
cumplidlo de hecho, para que, como hubo prontitud en el
querer, así sea también el llevarlo a cabo en la medida de
lo que poseéis.
12 Pues cuando
hay prontitud se acepta conforme a lo que uno tiene, no a lo
que no tiene.
13 No de tal modo que otros tengan holgura, y vosotros estrechez, sino
que por razón de igualdad*,
14 en esta ocasión vuestra abundancia supla la escasez de ellos, para que
su abundancia, a su vez, supla la escasez vuestra, de manera
que haya igualdad,
15 según está escrito: “El
que (recogió)
mucho no tuvo de sobra; y el que
poco, no tuvo de menos”*.
Recomendación cristiana.
16 Gracias sean dadas a Dios que puso la misma
solicitud (mía) por
vosotros en el corazón de Tito.
17
Pues no sólo acogió nuestra exhortación, sino que, muy
solícito, por propia iniciativa partió hacia vosotros.
18
Y enviamos con él al hermano cuyo elogio por la predicación
del Evangelio se oye por todas las Iglesias*.
19
Y no sólo esto, sino que además fue votado por las Iglesias
para compañero nuestro de viaje en esta gracia administrada
por vosotros para gloria del mismo Señor y para satisfacer
la prontitud de nuestro ánimo.
20
Con esto queremos evitar que nadie nos vitupere con motivo
de este caudal administrado por nuestras manos*;
21
porque procuramos hacer lo que es bueno, no sólo ante el
Señor, sino también delante de los hombres.
22
Con ellos enviamos al hermano nuestro a quien en muchas
cosas y muchas veces hemos probado solícito, y ahora mucho
más solícito por lo mucho que confía en vosotros.
23
En cuanto a Tito, él es mi socio y colaborador entre
vosotros; y nuestros hermanos son enviados de las Iglesias,
gloria de Cristo.
24
Dadles, pues, a la faz de las Iglesias, pruebas de vuestra
caridad y de la razón con que nos hemos preciado de
vosotros.
1. Empieza la segunda
parte de la carta, que trata de la organización de una colecta para los
cristianos de Jerusalén. El Apóstol misionero es
aquí organizador de obras de beneficencia cristiana.
Es de notar que huye como con repugnancia de nombrar
el dinero. Aquí, por ejemplo, llama a la colecta
“gracia de Dios”, en el v. 19, “beneficio”, en 9, 5,
“bendición”, como para mostrar que “más
dichoso es dar que recibir” (Hch. 20, 35). Véase Ga.
2, 10.
4. Los
santos:
los cristianos (1, 1
y nota). La colecta estaba destinada para alivio de
los judío-cristianos de Jerusalén, cuna de la
religión cristiana y primera residencia de los
apóstoles.
5.
Primeramente al
Señor:
Como hace notar Fillion, el Apóstol destaca la
rectitud de intención sobrenatural de aquellos
fieles, mostrando que
antes de tomar la empresa de ningún hombre (1 Co. 1,
12 s.), se habían entregado a Dios, por lo cual sus
obras eran de verdadera caridad. Cf. 1 Co.
13, 1 ss.
9. Notemos que no
habla de hacernos
ricos
por la riqueza del
poderoso Redentor, sino ante todo por su pobreza.
Nunca quiso Él ser rico, para que nadie pudiese
atribuir su predicación al afán de lucro. “Si los
discípulos hubieran tenido riquezas, dice S.
Jerónimo, creeríamos que
predicaron, no por la salvación de los hombres, sino
por aumentar sus haberes”.
10. En este caso
práctico nos muestra precisamente el Apóstol cómo lo
que importa es tener siempre la buena disposición en
el corazón (Pr. 4, 23 y nota), pues, habiendo ésta,
la ejecución de las buenas obras vendrá en el
momento oportuno,
cuando Dios nos muestre su voluntad para que las
hagamos, ya que es Él mismo quien las prepara (Ef.
2, 10).
13 ss. Esta igualdad
es el equilibrio de que habla en el v. 14, según lo
confirma en 9, 12 y en Rm. 15, 27, es decir, de
manera que “en esta ocasión”
los corintios participen de los bienes espirituales
de los santos de Jerusalén a quienes ayudan con sus
bienes materiales. Claro está que este elevado
pensamiento de S. Pablo no impedía, antes bien
favorecía una generosidad material tan amplia como
libre, según nos muestran los Hechos de los
Apóstoles (Hch. 4, 34 s. y notas). Cf. 1 Co. 9, 11;
Ga. 6, 6.
15. Véase Ex. 16, 18.
Se refiere al maná que caía del cielo en forma que a
nadie faltaba y a nadie sobraba. Los que recogían
mucho no tenían más que
los que recogían
poco, por donde se ve que la superabundancia era
estéril como la del avaro que se llena de lo que él
no puede aprovechar e impide que lo aprovechen los
otros. Véase lo que sucedía a este respecto con el
mismo maná (Ex. 16, 19 s.) Cf. Si. 27, 1 y nota.
18. Este
hermano
parece ser
S. Lucas,
aunque podría tratarse también de Bernabé o Silas, y
aun de alguno de los que acompañaban a S. Pablo en
Hch. 20, 4. Sobre el v. 19
cf. Hch. 15, 22 s. y notas.
20. En la
administración de fondos y limosnas
el ministro de Dios
debe cuidarse aun de la apariencia de enriquecerse a
sí mismo. Por lo cual S. Pablo delega en otros tales
funciones.
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