Segundo Libro de los Macabeos
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 09 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 |
Capítulo 8: 2 Macabeos 8
El levantamiento y los primeros triunfos de Judas Macabeo
8 1 Mientras tanto, Judas Macabeo y sus compañeros, entraban
clandestinamente en los pueblos, convocaban a sus familiares y,
atrayendo a los que se mantenían fieles al Judaísmo, lograron reunir
seis mil hombres.
2 Ellos suplicaban al Señor que se dignara mirar a aquel pueblo
pisoteado por todos, y se compadeciera del Templo profanado por los
impíos.
3 Le rogaban que se apiadara de la Ciudad, devastada y a punto de
ser arrasada, y escuchara la voz de la sangre que clamaba hacia él;
4 que se acordara de la inicua masacre de los niños inocentes y se
vengara de las blasfemias proferidas contra su Nombre.
5 Una vez que se puso al frente de sus tropas, el Macabeo resultó
invencible ante los paganos, porque la ira del Señor se había
convertido en misericordia.
6 Atacando por sorpresa, incendiaba ciudades y poblados; ocupaba
posiciones estratégicas y derrotaba a numerosos enemigos.
7 Aprovechaba sobre todo la noche como aliada para tales
incursiones, y por todas partes se extendía la fama de su valor.
Preparativos para la campaña de Nicanor
8 Al ver Filipo que Judas progresaba cada vez más y sus victorias
eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, gobernador de
Celesiria y Fenicia, para que prestara apoyo a la causa del rey.
9 Este designó inmediatamente a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de
sus principales Amigos, y lo envió al frente de no menos de veinte
mil hombres de todas las naciones para acabar con toda la población
de Judea. A su lado puso a Gorgias, general experimentado en la
estrategia militar.
10 Nicanor calculaba que, con la venta de los judíos prisioneros,
podría pagar el tributo del rey a los romanos, que ascendía a dos
mil talentos.
11 Por eso envió en seguida un aviso a las ciudades de la costa,
invitando a comprar esclavos judíos y prometiendo entregar noventa
esclavos por talento, sin imaginarse el castigo que pronto le
infligiría el Todopoderoso.
La victoria de Judas Macabeo sobre Nicanor
12 El anuncio de la expedición de Nicanor llegó a oídos de Judas.
Cuando este comunicó a sus acompañantes que se acercaba al ejército
enemigo, 13 los cobardes y los que desconfiaban de la justicia de
Dios se dispersaron y buscaron refugio en otra parte.
14 Otros, vendían todo lo que les quedaba, y al mismo tiempo
suplicaban al Señor que librara a los que el impío Nicanor ya tenía
vendidos antes que comenzara la lucha.
15 Rogaban al Señor que hiciera esto, si no por ellos mismos, al
menos por las Alianzas concedidas a sus padres y porque ellos
llevaban su Nombre augusto y lleno de majestad.
16 Cuando el Macabeo reunió a sus seguidores, unos seis mil en
total, los exhortó a que no se dejaran acobardar por los enemigos ni
se amedrentaran ante la inmensa multitud de gente que venía a
atacarlos injustamente. Los animó asimismo a que lucharan con
entusiasmo, 17 teniendo bien presente los ultrajes perpetrados
contra el Santuario, las violencias contra la Ciudad humillada y la
supresión de las costumbres de sus antepasados.
18 "Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia, pero
nosotros confiamos en el Dios todopoderoso que puede deshacer con un
solo gesto no sólo a los que nos atacan, sino también al mundo
entero".
19 Luego les enumeró todas las ayudas con que habían sido
favorecidos sus antepasados, especialmente en tiempos de Senaquerib,
cuando murieron ciento ochenta y cinco mil hombres.
20 Les recordó la batalla librada en Babilonia contra los gálatas,
cuando ocho mil judíos entraron en acción junto con cuatro mil
macedonios. En esa oportunidad, los macedonios se encontraban sin
salida y los ocho mil judíos, gracias al auxilio recibido del Cielo,
derrotaron a ciento veinte mil enemigos y se apoderaron de un gran
botín.
21 Con estas palabras, los enardeció para la lucha, y los animó a
morir por las leyes y por la patria. Luego dividió el ejército en
cuatro cuerpos, 22 y puso al frente de cada unidad a sus hermanos
Simón, José y Jonatán, con mil quinientos hombres a las ordenes de
cada uno.
23 También mandó a Eleazar que leyera en alta voz el Libro sagrado.
Y finalmente, dándoles como santo y seña el grito "Auxilio de Dios",
se lanzó él mismo a combatir contra Nicanor, al frente del primer
cuerpo.
24 Teniendo como aliado al Todopoderoso, mataron a más de nueve mil
enemigos, hirieron y dejaron fuera de combate a la mayor parte del
ejército de Nicanor y obligaron a huir a todos los demás.
25 También se apoderaron del dinero de los que habían venido a
comprarlos, y después de haberlos perseguido bastante tiempo,
tuvieron que regresar, apremiados por la hora: 26 como era víspera
de sábado, no pudieron continuar la persecución.
27 Una vez que recogieron las armas y se llevaron los despojos del
enemigo, se pusieron a celebrar el sábado, bendiciendo y alabando
una y otra vez al Señor, que los había salvado aquel día,
concediéndoles así las primicias de su misericordia.
28 Pasado el sábado, distribuyeron parte del botín entre los
damnificados, las viudas y los huérfanos, y se repartieron el resto
entre ellos y sus hijos.
29 Después organizaron rogativas, pidiendo al Señor misericordioso
que se reconciliara definitivamente con sus servidores.
La derrota de Timoteo y de Báquides
30 En un combate contra las tropas de Timoteo y de Báquides, les
causaron más de veinte mil bajas y en seguida se apoderaron de
fortalezas muy importantes. Luego distribuyeron un cuantioso botín
por partes iguales, entre ellos, los damnificados, los huérfanos,
las viudas y también los ancianos.
31 Recogieron cuidadosamente las armas de los enemigos y las
depositaron en lugares estratégicos, llevando a Jerusalén el resto
del botín.
32 También mataron al jefe de la escolta de Timoteo, un hombre muy
impío que había hecho mucho daño a los judíos.
33 Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que
habían incendiado las puertas sagradas, incluido Calístenes, que se
había refugiado en una choza. Así él recibió el castigo merecido por
su impiedad.
La huida de Nicanor
34 En cuanto al perversísimo Nicanor, que había traído miles de
mercaderes para la venta de los judíos, 35 quedó humillado con el
auxilio del Señor por los mismos que él despreciaba como los más
viles. Despojado de sus lujosas vestiduras, solo y errante por los
campos como un fugitivo, llegó a Antioquía con mucha más suerte que
su ejército, que había sido destruido.
36 Y el que había pretendido pagar el tributo a los romanos con la
venta de los prisioneros de Jerusalén, pregonaba que los judíos
tenían un Defensor y que eran invulnerables porque seguían las leyes
prescritas por él.
Fuente: Catholic.net