APOCALIPSIS 2 |
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22 |
LAS SIETE CARTAS
Carta a la Iglesia de Éfeso.
1
Al ángel de la Iglesia de Éfeso
escríbele: “Esto dice el que tiene las siete estrellas en su
mano derecha, el que anda en medio de los siete candelabros
de oro*:
2
Conozco tus
obras, tus trabajos y tu paciencia, y que no puedes sufrir a
los malos, y que has probado a los que se dicen apóstoles y
no lo son, y los has hallado mentirosos*.
3
Y tienes paciencia, y padeciste por mi nombre, y no
has desfallecido.
4
Pero tengo
contra ti que has dejado tu amor del principio.
5
Recuerda, pues, de donde has caído, y arrepiéntete, y
vuelve a las primeras obras; si no, vengo a ti, y quitaré tu
candelabro de su lugar*,
a menos que te arrepientas.
6 Esto empero tienes: que aborreces
las obras de los Nicolaítas, que yo también aborrezco*.
7
Quien tiene
oído escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al
vencedor le daré a comer del árbol de la vida que está en el
Paraíso de Dios”*.
A la Iglesia de Esmirna.
8
Al ángel de la
Iglesia de Esmirna escríbele: “Estas cosas dice el primero y
el último, el que estuvo muerto y volvió a la vida:
9
Conozco tu
tribulación y tu pobreza –pero tú eres rico– y la
maledicencia de parte de los que se llaman judíos y no son
más que la sinagoga de Satanás.
10 No temas lo que vas a padecer. He
aquí que el diablo va a meter a algunos de vosotros en la
cárcel; es para que seáis probados, y tendréis una
tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte, y Yo te
daré la corona de la vida*.
11
Quien tiene
oído escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: El
vencedor no será alcanzado por la segunda muerte”*.
A la Iglesia de Pérgamo.
12
Al ángel de la
Iglesia de Pérgamo*
escríbele: “El que tiene la espada aguda de dos filos dice
esto:
13
Yo sé donde moras: allí donde está el trono de
Satanás*:
y con todo retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun
en los días en que Antipas, el testigo mío fiel, fue muerto
entre vosotros donde habita Satanás.
14
Pero tengo contra ti algunas pocas cosas, por cuanto
tienes allí a quienes han abrazado la doctrina de Balaam, el
que enseñaba a Balac a dar escándalo a los hijos de Israel,
para que comiesen de los sacrificios de los ídolos y
cometiesen fornicación*.
15
Así tienes también a quienes de manera semejante
retienen la doctrina de los Nicolaítas.
16
Arrepiéntete, pues; que si no, vengo a ti presto, y
pelearé contra ellos con la espada de mi boca*.
17
Quien tiene
oído escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al
vencedor le daré del maná oculto; y le daré una piedrecita
blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo que nadie
sabe sino aquel que la recibe”*.
A la Iglesia de Tiatira.
18
Al ángel de la
Iglesia de Tiatira escríbele: “Esto dice el Hijo de Dios, el
que tiene ojos como llamas de fuego, y cuyos pies son
semejantes a bronce bruñido:
19 Conozco tus obras, tu amor, tu fe,
tu beneficencia y tu paciencia, y que tus obras postreras
son más que las primeras.
20
Pero tengo
contra ti que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser
profetisa y que enseña a mis siervos y los seduce para que
cometan fornicación y coman lo sacrificado a los ídolos*.
21 Le he dado tiempo para que se
arrepienta, mas no quiere arrepentirse de su fornicación.
22 He aquí que a ella la arrojo en
cama, y a los que adulteren*
con
ella, (los arrojo) en grande
tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella.
23
Castigaré a sus hijos con
la muerte, y conocerán todas las Iglesias que Yo soy el que
escudriño entrañas y corazones;
y retribuiré a cada uno de vosotros conforme a vuestras
obras.
24
A vosotros, los demás que
estáis en Tiatira, que no seguís esa doctrina y que no
habéis conocido las profundidades, como dicen ellos, de
Satanás: no echaré sobre vosotros otra carga*.
25
Solamente, guardad bien lo
que tenéis, hasta que Yo venga.
26
Y al que venciere y
guardare hasta el fin mis obras, le daré poder sobre las
naciones*,
27
–y las regirá con vara de
hierro, y serán desmenuzados como vasos de alfarero–
28
como Yo lo recibí de mi
Padre; y le daré la estrella matutina*.
29
Quien tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las Iglesias*”.
1.
Al ángel:
palabra de sentido
oscuro (1, 20 y nota). En cuanto al estilo de las
siete cartas, los expositores hacen notar que todas
llevan la misma estructura y la misma distribución
de los elementos constitutivos: indicación del
destinatario, examen del estado de la Iglesia,
exhortación y promesa. Nótese también al comienzo de
cada carta la referencia a alguno de los atributos
de Cristo mencionados en su descripción de 1, 12-16
y la fórmula cada vez más apremiante en que Jesús
anuncia su Venida:
Vengo a ti (2, 5); vengo a ti
presto (2, 16);
hasta que Yo
venga (2, 25);
vendré como
ladrón (3, 3);
mira, pronto
vengo (3, 11);
estoy a la
puerta y golpeo (3, 20).
2.
Los que se dicen
apóstoles y no lo son:
Según Battifol, Zahn
y otros, se trata de los mismos jefes de los
nicolaítas (vv. 6 y 14). S. Pablo ya en su tiempo
los caracteriza como
disfrazados de apóstoles de Cristo (2 Co. 12, 11) y los llama
irónicamente
superapóstoles (2 Co. 11, 5 y 13) porque quieren
ir más
adelante que Él (2 Jn. 9; cf. Col. 2, 8 y 16 y
notas). S. Juan enseña a defenderse de ellos en 1
Jn. 4, 1 ss.
5.
Quitaré tu
candelabro:
te expulsaré de entre
los santos y daré tu sitio a otro. ¡Cuántas veces no
hemos visto análogas remociones! Países enteros que
antes se llamaban cristianos son ahora musulmanes.
Cf. Sal. 74, 9; Mt. 21, 41.
6.
Nicolaítas
(cf. v. 15):
créese que fuera una secta de falso ascetismo, que
prohibía el matrimonio, el vino y el consumo de
carne (véase Hch. 6, 5; Col. 2, 16 y notas). S.
Ireneo dice que vivían indiscretamente, por lo cual
se duda, dice Allo, si su abuso consistía en
entregarse a los placeres de la carne, o a la
inversa, a una maceración excesiva. Algunos la
explican por su etimología, de
nikao
(conquistar) y
laos (pueblo) y piensan que el nicolaísmo era
odioso a Dios porque pretendía dominar a las almas
so capa de religiosidad, contrariando lo enseñado
por Jesús en Mt. 23, 8 (cf. v. 2 y nota). Observa
Pirot a este respecto que el sentido de esa palabra
en griego equivale al de
Balaam en
hebreo. Cf. v. 14 y nota.
7.
El árbol de la vida:
literalmente
el leño (xylon) lo mismo que en 22, 2. Así
también llaman los LXX al que estaba en el Paraíso
(Gn. 2, 9; 3, 22). El árbol de la vida es Cristo,
dice S. Beda y de Él se priva el soberbio que, como
Adán, pretende poseer la ciencia
(la gnosis
dicen los LXX) del bien y el mal. Sobre esos
gnósticos, cf. 3 Jn. 9 y nota. “La referencia a las
imágenes de Gn. 2, 9
(árbol de vida del Paraíso) recuerda uno de los
temas favoritos del apocalíptico, el del
retorno a los orígenes: habrá al fin de los tiempos
una nueva creación (Is. 41, 4; 43, 18 s.; 44, 6),
nuevos nombres (Is. 62, 2), una reedición de la paz
entre hombres y animales (Ez. 34, 25)” (Pirot).
10.
Fiel hasta la muerte:
esto es,
no sólo hasta el fin (Mt. 10, 22; 24, 13), sino
hasta exponer la vida y darla si es necesario como
lo hizo Jesús (véase Jn. 10, 11 y nota). Tal es el
caso de los mártires, cuya virtud no consiste en
desear la muerte (cf. Hch. 9, 24 s.; 2 Co. 5, 3 s. y
notas) sino en la fidelidad con que dan testimonio
de Cristo. “No padecer ni morir, dice Santa Teresa
de Lisieux, sino lo que Dios quiera”. Esa es la
espiritualidad evangélica, la verdadera infancia
espiritual, que no presume
de las propias fuerzas (cf. Jn. 13, 37 s.; 18, 25
ss.), ni pretende, como dice Job, hacer favores a
Dios, ni piensa que Él se complace en nuestros
dolores (Sal. 102, 13 y nota), antes cree a Jesús
cuando nos revela que el primero en el Reino
será el que más se parezca a los niños (Mt. 18, 1
ss.), los cuales no son heroicos sino que son
confiados y por lo tanto dóciles. Cf. Sal. 130, 1 y
nota. Sobre la presunción, véase Kempis L. 3, cap.
7, 2 s.
11.
La segunda muerte
es el
estanque de fuego y azufre (20, 14; 21, 8). En 20, 6
se menciona la misma bienaventuranza prometida aquí.
12. La ciudad de
Pérgamo,
situada en el norte
del Asia Menor, era famosa por el culto de los
Césares y por sus esplendidísimos templos, entre
ellos el de Asclepio (Esculapio), que atraía a
muchos peregrinos, y un suntuoso y blasfemo altar de
Júpiter como salvador (Zeus Soter), levantado en una
altura de trescientos metros sobre la ciudad.
13.
Donde está el trono
de Satanás:
Aunque esta iglesia
era quizá la que estaba dominada por el obispo
Diótrefes que combatía a S. Juan (cf. la
introducción a las Epístolas joáneas), esta
expresión parece aquí, con mayor amplitud, referirse
al espíritu mundano, pues el mismo
Juan nos enseña que el mundo todo está asentado
sobre el maligno (1 Jn. 5, 19), el cual es su
príncipe (Jn. 14, 30). Algunos lo explican
refiriéndolo al culto de Júpiter o al de Esculapio
(v. 12 y nota) cuyo emblema era una serpiente,
suponiendo que ésta podría simbolizar a Satanás (cf.
20, 2). Otros piensan en la persecución que había en
Pérgamo.
14 s. Sobre
Balaam
(Nm. 24, 3; 25, 2;
31, 16), véase Judas 11 y nota.
La doctrina de
Balaam, muy de acuerdo con la de los Nicolaítas
(v. 6; Hch. 6, 5 y notas), es la del que enseñó a
los hijos de Israel a fornicar con los extranjeros y
está aplicada aquí en sentido religioso (como la
Jezabel del v. 20) a
la fornicación
espiritual, que ya no es con los ídolos como en
el antiguo Israel (Os. 14, 4 y nota) sino con los
poderosos de la tierra (17, 2; 18, 3), es decir, a
la que vive en infiel maridaje con el mundo (St. 4,
4), olvidando su destino celestial y la fugacidad de
su tránsito por la peregrinación de este siglo (Ga.
1, 4 y nota).
16.
La espada de mi boca:
véase 1,
16 y nota.
17.
Maná oculto:
cf. Sal. 77, 24
imagen que significa nueva vida espiritual.
Piedrecita
blanca, señal de elección. En piedras blancas
(“albo lapillo”) se escribían para memoria
los nombres de los que habían de ser coronados
en el certamen.
Nombre nuevo:
cf. 3, 12; 22, 4; Is. 62, 2; 65, 15. El nombre
nuevo en la Biblia es como un nuevo ser: “El nombre
escrito, probablemente el del Verbo (19, 13), será
gustado por cada uno de los fieles vencedores; su
experiencia de
Cristo será íntima y personal” (Gelin).
20.
Jezabel,
nombre de la mujer
del rey Acab, la cual hizo idolatrar al pueblo de
Israel (1 R. 16, 31). Aquí se da este nombre como
símbolo, aplicándolo, según Pirot, a “una profetisa
que, ocupando sin duda en esa Iglesia una situación
oficial, predica el error nicolaíta (vv. 6 y 14
s.)”. Sobre lo
sacrificado a los ídolos, cf. v. 24 y nota.
22.
Adulteren:
en el sentido de
idolatría y falsa doctrina. Cf. v. 14 y nota.
24.
Las profundidades de
Satanás:
Los gnósticos pretendían dar una ciencia de los
secretos divinos –de ahí su nombre– y en realidad
eran impostores y sus llamados misterios y su
ciencia secreta eran inventos de Satanás que
llenaban a los adeptos de soberbia e impiedad. Véase
22, 10; 2 Jn. 9 y notas.
Otra carga:
Pirot recuerda aquí la abstención de los
sacrificios a los ídolos (v. 20), prohibición judía
que se extendió a los gentiles en Hch. 15, 20 y 28
s. S. Pablo les había prevenido que en cuestión de
comidas sólo se trataba de evitar el escándalo a
otros que juzgan (Rm. cap. 14; 1 Co. cap. 8). Más
tarde en Col. 2, 16 dice claramente: “Nadie, pues,
os juzgue, en comida o en bebida”. ¿Qué alcance
tenían entonces estas advertencias de S. Juan,
hechas muchos años después de Pablo y que parecerían
judaizantes? No es fácil explicarlo, Véase también 1
Co. 10, 14-30; Hb. 13, 9. Fillion se inclina a
pensar que significa no participar en los castigos
que recibirá Jezabel.
26 s. Allo refiere
esto al triunfo de Cristo que se cumplirá
en la Parusía. Cf. Sal. 2, 8 s.; 109, 5 ss.; 149, 6
ss. y notas.
28.
Como yo lo recibí,
etc. Es lo
que Jesús prometió personalmente a los suyos en Lc.
22, 29 s. La
estrella matutina (la Vulgata dice
Lucifer:
el lucero; cf. Sal. 109, 3 y nota) es símbolo de
Cristo y de su gloria. Véase 22, 16. Así lo anunció
Balaam, como la estrella de Jacob (Nm. 24, 15-19).
Es decir, pues, que aquí Cristo se nos promete Él
mismo (22, 12 y nota). Pero ¿acaso el árbol de la
vida (v. 7), el maná oculto (v. 17) no son también
figuras de Él? Porque Él será nuestro verdadero
premio. Cf. 3, 4 s.
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