Nehemías
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Capítulo 13: Nehemías 13
La separación de los extranjeros
13 1 Aquel día, se leyó el libro de Moisés en presencia del pueblo,
y en él se encontró escrito: "El amonita y el moabita no entrarán
jamás en la asamblea de Dios, 2 porque no acogieron a los israelitas
con pan y agua, sino que contrataron contra ellos a Balaám para que
los maldijera, pero nuestro Dios cambió la maldición en bendición".
3 Cuando escucharon la Ley, separaron de Israel a todos los
mestizos.
LA SEGUNDA MISIÓN DE NEHEMÍAS
Antes de la muerte de Artajerjes I - acaecida en el 424 a.C.-
Nehemías obtiene una nueva autorización para regresar a Jerusalén.
Allí se ve obligado a reprimir los abusos introducidos durante su
ausencia. En sus memorias, el gran reformador se refiere a las
medidas tomadas para restablecer el orden en el Templo y en la
Ciudad santa, y concluye su relato con esta sencilla oración:
"Acuérdate de mí, Dios mío, para mi bien" (v. 31).
Las "memorias" de Nehemías lo muestran como un hombre de acción, de
fe ardiente y entregado en cuerpo y alma al servicio de su pueblo.
Cuando el libro del Eclesiástico hace el elogio de los grandes
antepasados de Israel, le dedica estas palabras: "También es grande
el recuerdo de Nehemías: él fue quien levantó nuestros muros en
ruinas, el que puso puertas y cerrojos y reconstruyó nuestras casas"
(Ecli. 49. 13).
Las reformas de Nehemías: Tobías expulsado del Templo
4 Antes de esto, Eliasib, el sacerdote encargado de las dependencias
de la Casa de nuestro Dios, un pariente de Tobías, 5 había
acondicionado para este una habitación amplia, donde antes se
depositaban las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del
trigo, del vino nuevo y del aceite fresco, o sea, lo que estaba
mandado para los levitas, los cantores y los porteros, y lo
reservado para los sacerdotes.
6 Mientras tanto, yo estaba ausente de Jerusalén, porque el
trigésimo segundo año de Artajerjes, rey de Babel, había ido a ver
al rey. Al cabo de un tiempo, con el permiso del rey, 7 volví a
Jerusalén y me enteré de la mala acción que había cometido Eliasib
en beneficio de Tobías, al acondicionarle una sala en el recinto de
la Casa de Dios.
8 Esto me disgustó muchísimo, y arrojé fuera de su habitación todo
el mobiliario de la casa de Tobías.
9 Luego mandé purificar las habitaciones e hice poner de nuevo allí
los utensilios de la Casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
Disposiciones sobre el pago de los diezmos
10 Supe también que no se entregaban las porciones a los levitas, y
que los levitas y cantores encargados del culto se habían refugiado
cada uno en su campo.
11 Entonces encaré a los magistrados y les dije: "¿Por qué se ha
descuidado la Casa de Dios?". Luego reuní a los levitas y cantores y
los restablecí en sus puestos.
12 Todo Judá trajo a los depósitos los diezmos del trigo, del vino
nuevo y del aceite fresco; 13 y puse al frente de los depósitos al
sacerdote Selemías, al escriba Sadoc, y a Pedaías, uno de los
levitas, y como ayudante, a Janán, hijo de Zacur, hijo de Matanías,
porque se los consideraba personas de confianza. Ellos eran los
encargados de distribuir las porciones entre sus hermanos.
14 Por todo esto, ¡acuérdate de mí, Dios mío, y no olvides las obras
de piedad que realicé por la Casa de mi Dios y por su culto!
Disposiciones sobre la observancia del sábado
15 En aquellos días, vi gente en Judá que pisaba los lagares durante
el sábado. Otros acarreaban gavillas y también cargaban sobre los
asnos vino, uvas, higos y toda clase de cargas, para traerlos a
Jerusalén en día sábado. Y yo los reprendí, mientras vendían sus
mercaderías.
16 Además, algunos tirios que se habían establecido en Jerusalén,
hacían entrar pescado y toda clase de mercancías para venderlas
durante el sábado a los judíos, en Jerusalén.
17 Yo encaré a los notables de Judá y les dije: "¡Ustedes obran mal
profanando el día sábado!
18 Eso mismo hicieron sus padres, y por eso nuestro Dios envió
tantas desgracias sobre nosotros y sobre esta ciudad. Al profanar el
sábado, ustedes aumentan la ira de Dios contra Israel".
19 Cuando las puertas de Jerusalén estaban en penumbra, antes del
sábado, mandé que las cerraran y ordené que no las reabrieran hasta
pasado el sábado. Además aposté a algunos de mis hombres junto a las
puertas, para que no entrara ninguna carga el día sábado.
20 Una o dos veces, los traficantes y vendedores de toda clase de
mercancías se instalaron fuera de Jerusalén.
21 Pero yo les advertí: "¿Por qué se instalan delante de la muralla?
Si lo vuelven a hacer, los haré detener". Desde entonces, ya no
volvieron más durante el sábado.
22 Luego ordené a los levitas que se purificaran y fueran a
custodiar las puertas, a fin de santificar el día sábado.
También por esto, ¡acuérdate de mí, Dios mío, y ten piedad de mí,
por tu gran fidelidad!
Prohibición de los matrimonios con extranjeras
23 También vi en esos días que algunos judíos se habían casado con
mujeres asdoditas, amonitas y moabitas.
24 La mitad de sus hijos hablaban asdodeo u otras lenguas, pero ya
no sabían hablar la lengua de los judíos.
25 Yo los reprendí y los maldije, golpeé a algunos, les tiré de los
cabellos y los conjuré en nombre de Dios, diciéndoles: "¡No
entreguen sus hijas a los hijos de ellos, ni se casen con sus hijas,
ni ustedes, ni su hijos!".
26 ¿No fue acaso por esto que pecó Salomón, rey de Israel? Entre
tantas naciones, no había otro rey semejante a él; era amado por su
Dios y Dios lo había hecho rey de todo Israel. Sin embargo, incluso
a él, lo hicieron pecar las mujeres extranjeras.
27 ¿También de ustedes se oirá decir que cometen ese gran crimen de
traicionar a nuestro Dios, casándose con mujeres extranjeras?
Otras disposiciones
28 Yo eché de mi lado a uno de los hijos de Ioiadá, hijo del Sumo
Sacerdote Eliasib, que era yerno de Sambalat, el joronita.
29 ¡Acuérdate de esta gente, Dios mío, porque mancillaron el
sacerdocio y la alianza de los sacerdotes y de los levitas!
30 Yo los purifiqué de todo elemento extranjero. Establecí para los
sacerdotes y los levitas reglamentos que determinaban la tarea de
cada uno, 31 e hice lo mismo para la ofrenda de la leña, en los
tiempos fijados, y para las primicias.
¡Acuérdate de mí, Dios mío, para mi bien!
Fuente: Catholic.net