Isaías
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Capítulo 39:
Isaías 39
Los emisarios del rey de Babilonia
39 1 En aquel tiempo, Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de
Babilonia, envió una carta y un presente a Ezequías, al enterarse de
que se había restablecido de su enfermedad.
2 Ezequías se alegró de esto, y mostró a los emisarios la sala del
tesoro, la plata, el oro, los perfumes, el aceite precioso, su
arsenal y todo lo que se encontraba en sus depósitos. De todo lo que
había en su palacio y en sus dominios, no quedó nada que Ezequías no
les hiciera ver.
3 Entonces el profeta Isaías se presentó al rey Ezequías y le
preguntó: "¿Qué te ha dicho esa gente y de dónde ha venido?".
Ezequías respondió: "Vinieron a verme de un país lejano, de
Babilonia".
4 Isaías preguntó: "¿Qué han visto en tu casa?". "Han visto todo lo
que hay en mi casa, respondió Ezequías. No hay nada en mis depósitos
que no les haya mostrado".
5 Entonces Isaías dijo a Ezequías: "Escucha la palabra del Señor de
los ejércitos: 6 Llegaron los días en que todo lo que hay en tu
casa, todo lo que han atesorado tus padres hasta el día de hoy, será
llevado a Babilonia. No quedará nada, dice el Señor.
7 Y algunos de tus hijos, de los que han nacido de ti, que tú mismo
habrás engendrado, serán tomados para que sirvan como eunucos en el
palacio del rey de Babilonia".
8 Ezequías respondió a Isaías: "Es auspiciosa la palabra del Señor
que has pronunciado". Porque se decía a sí mismo: "Mientras yo viva,
habrá paz y seguridad".
Segunda Parte del Libro de Isaías
Más de un siglo después de la muerte del profeta Isaías, el
pueblo de Judá pierde su independencia. En el 587 a.C., Jerusalén es
destruida por los ejércitos de Babilonia y una buena parte de la
población es llevada al exilio. Pero, poco tiempo más tarde, también
este poderoso imperio comienza a tambalearse. Ciro el Grande, rey de
los persas, inicia una fulgurante campaña por todo el Antiguo
Oriente y sus victorias hacen prever la inminente caída de
Babilonia.
En este horizonte histórico, un nuevo profeta –llamado "Déutero
Isaías" o "Segundo Isaías"– dirige a los desterrados un mensaje de
liberación, denominado habitualmente "Libro de la consolación de
Israel". Sus palabras están cargadas de entusiasmo y esperanza. El
exilio ha sido el fuego purificador del que Israel resurgirá
completamente renovado. El único Dios, Creador del universo, Señor
de la historia y Redentor de su Pueblo, ha encomendado a Ciro la
misión de liberar al "Resto" de Judá. Así, en medio del exilio, el
recuerdo del Éxodo adquiere una nueva actualidad: el Señor prepara
para su Pueblo un nuevo Éxodo, más admirable aún que el primero.
Jerusalén ha sido humillada, pero el Señor se ha compadecido de sus
ruinas y ella verá gozosamente el retorno de sus hijos.
En esta segunda parte del libro de Isaías hay cuatro poemas que
merecen especial atención: son los "Cantos del Servidor del Señor"
(42. 1-7; 49. 1-6; 50. 4-11; 52. 13-53. 12). Este misterioso
Servidor ha sido amado y elegido por Dios (42. 1; 49. 1), colmado de
su espíritu (42. 1) e instruido por el Señor (50. 4-5). Su misión
consiste en reunir a Israel (42. 6; 49. 5-6), en llevar la luz y la
salvación a las naciones (42. 1-6; 49. 6) y en expiar los pecados
(53. 4-12). Él es humilde y misericordioso (42. 2-3), pero intrépido
en el cumplimiento de su misión (42. 3-4; 49. 2; 50. 5-6). Aunque es
inocente (53. 9), sufre la persecución y la afrenta y es sometido a
un juicio injusto (53. 7-8).
Por la humillación, el sufrimiento y la muerte libremente aceptados,
él expía los pecados de los hombres. Por eso recibe finalmente de
Dios una extraordinaria recompensa (53. 10-12). Estos poemas son una
sorprendente anticipación de la figura y de la obra de Jesús, que
redime a la humanidad pecadora mediante el misterio de la Cruz y la
Resurrección.
Fuente: Catholic.net