Libro Primero de los Reyes
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Capítulo 8: 1 Reyes 8
La Dedicación del Templo: el traslado del Arca
2 Crón. 5. 2-10
8 1 Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos
de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las
casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza
del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión.
2 Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en
el mes de Etaním –el séptimo mes– durante la Fiesta.
3 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes
levantaron el Arca, 4 y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del
encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los
que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas.
5 Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel
reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros,
en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular.
6 Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en
el lugar santísimo de la Casa –el Santo de los santos– bajo las alas
de los querubines.
7 Porque los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio
destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus andas.
8 Las andas eran tan largas que sus extremos se veían desde el
Santo, por delante del lugar santísimo, aunque no se las veía desde
afuera. Allí han estado hasta el día de hoy.
9 En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que
Moisés, en el Horeb, había depositado allí: las tablas de la Alianza
que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto.
La Gloria del Señor en el Templo
2 Crón. 5. 11 – 6. 2
10 Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa
del Señor, 11 de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus
servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la
Casa.
12 Entonces Salomón dijo:
"El Señor ha decidido habitar en la nube oscura.
13 Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío,
un lugar donde habitarás para siempre".
Alocución de Salomón al pueblo
2 Crón. 6. 3–11
14 Después el rey se volvió y bendijo a toda la asamblea de Israel,
mientras esta permanecía de pie.
15 Él dijo: "Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que ha
cumplido con su mano lo que su boca había anunciado a mi padre
David, cuando le dijo, 16 ‘Desde el día en que hice salir de Egipto
a mi pueblo Israel, no había elegido ninguna ciudad, entre todas las
tribus de Israel, para que allí se edificara una Casa donde
residiera mi Nombre, sino que elegí a David para que estuviera al
frente de mi pueblo Israel’.
17 Mi padre David pensó edificar una Casa para el Nombre del Señor,
el Dios de Israel.
18 Pero el Señor dijo a mi padre David: ‘Tú has pensado edificar una
Casa para mi Nombre, y has hecho bien al pensar así.
19 Sin embargo, no serás tú el que edificará la Casa, sino un hijo
nacido de tus entrañas: él construirá la Casa para mi Nombre’.
20 Y el Señor cumplió la palabra que había dicho: yo he sucedido a
mi padre David, y me he sentado en el trono de Israel, como lo había
dicho el Señor. Yo edifiqué la Casa para el Nombre del Señor,
21 y
allí he asignado un lugar para el Arca, donde se encuentra la
Alianza que el Señor concluyó con nuestros padres cuando los hizo
salir del país de Egipto".
La súplica de Salomón
2 Crón. 6. 12-40
22 Salomón se puso ante el altar del Señor, frente a toda la
asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el cielo 23 y dijo:
"Señor, Dios de Israel, ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra
hay un Dios como tú, que mantienes la Alianza y eres fiel con tus
servidores, cuando caminan delante de ti de todo corazón.
24 Tú has cumplido, en favor de mi padre David, la promesa que le
habías hecho, y hoy mismo has realizado con tu mano lo que había
dicho tu boca.
25 Y ahora, Señor, Dios de Israel, cumple en favor de tu servidor
David, mi padre, la promesa que le hiciste, diciendo: ‘Nunca te
faltará un descendiente que esté sentado delante de mí en el trono
de Israel, con tal que tus hijos vigilen su conducta, caminando en
mi presencia como has caminado tú’.
26 Y ahora, Dios de Israel, que se verifique la promesa que hiciste
a mi padre, tu servidor David.
27 Pero ¿es posible que Dios habite realmente en la tierra? Si el
cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte, ¡cuánto menos
esta Casa que yo he construido!
28 No obstante, Señor, Dios mío, vuelve tu rostro hacia la oración y
la súplica de tu servidor, y escucha el clamor y la oración que te
dirige hoy tu servidor.
29 Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre el
lugar del que tú dijiste, ‘Allí residirá mi Nombre’. ¡Escucha la
oración que tu servidor dirige hacia este lugar!
30 ¡Escucha la súplica y la oración que tu servidor y tu pueblo
Israel dirijan hacia este lugar! ¡Escucha desde tu morada en el
cielo, escucha y perdona!
31 Cuando un hombre peque contra su prójimo, si se lo obliga a
prestar el juramento imprecatorio, y él viene a pronunciar la
imprecación ante tu altar, en esta Casa, 32 escucha tú desde el
cielo, actúa y juzga a tus servidores, condena al culpable, dándole
su merecido, y absuelve al inocente, tratándolo según su justicia.
33 Cuando tu pueblo Israel sea derrotado por el enemigo por haber
pecado contra ti, si ellos se vuelven hacia ti y celebran tu Nombre,
si oran y te suplican en esta Casa, 34 escucha tú desde el cielo,
perdona el pecado de tu pueblo Israel y tráelo de nuevo a la tierra
que diste a sus padres.
35 Cuando se cierre el cielo y no haya lluvia, porque ellos pecaron
contra ti, si oran hacia este lugar, si celebran tu Nombre y se
convierten de su pecado, porque tú los humillaste, 36 escucha tú
desde el cielo, perdona el pecado de tus servidores y de tu pueblo
Israel, mostrándoles el buen camino que deben seguir, y envía lluvia
a la tierra que diste en herencia a tu pueblo.
37 Cuando haya hambre en el país, o haya peste, quemazón o plaga en
los sembrados, langosta o pulgón; cuando el enemigo lo tenga sitiado
en alguna de sus ciudades, o sobrevenga un flagelo o epidemia,
38
cualquiera sea la oración o la súplica que te dirija un miembro de
tu pueblo Israel, sintiéndose tocado en su corazón y con las manos
extendidas hacia esta Casa, 39 escúchalas tú desde el cielo, desde
el lugar donde habitas; escucha y actúa, trátalo a cada uno según su
conducta, tú que conoces su corazón, porque solo tú conoces el
corazón de todos los humanos.
40 Así los israelitas sentirán temor de ti mientras vivan en el
suelo que diste a sus padres.
41 También al extranjero, que no pertenezca a tu pueblo Israel, y
llegue de un país lejano a causa de tu Nombre 42 –porque se oirá
hablar de tu gran Nombre, de tu mano poderosa y de tu brazo
extendido– cuando él venga a orar hacia esta Casa, 43 escucha tú
desde el cielo, desde el lugar donde habitas, y concede al
extranjero todo lo que te pida. Así todos los pueblos de la tierra
conocerán tu Nombre, sentirán temor de ti como tu pueblo Israel, y
sabrán que esta Casa, que yo he construido, es llamada con tu
Nombre.
44 Cuando tu pueblo salga a combatir contra su enemigo, por el
camino que tú le señales, si ellos oran al Señor y vueltos hacia la
ciudad que tú has elegido y hacia la Casa que yo edifiqué para tu
Nombre, 45 escucha tú desde el cielo esa oración y esa súplica, y
hazles justicia.
46 Cuando pequen contra ti –porque no hay hombre que no peque– y tú,
irritado contra ellos, los pongas a merced del enemigo, y sus
vencedores los lleven cautivos a un país enemigo, próximo o lejano,
47 si en el país al que han sido deportados reflexionan y se
convierten, si en el país de sus vencedores te suplican, diciendo,
‘¡Hemos pecado, somos culpables, hemos cometido el mal!’; 48 si en
el país de los enemigos que los hayan deportado se vuelven hacia ti
de todo corazón y con toda el alma, si te suplican en dirección al
país que diste a sus padres, a la ciudad que tú has elegido y a la
Casa que yo edifiqué para tu Nombre, 49 escucha tú
desde el cielo, desde el lugar donde habitas, esa oración y esa
súplica y hazles justicia, 50 perdona a tu pueblo los pecados que haya cometido contra ti y
todas las rebeldías de las que se hizo culpable; concédeles que sus
enemigos se compadezcan de ellos, 51 porque son tu pueblo y tu
herencia, la que tú hiciste salir de Egipto, del horno de fuego.
52 Que tus ojos estén abiertos a la súplica de tu servidor y de tu
pueblo Israel, para escucharlos cada vez que te invoquen, 53 porque
tú los separaste para ti de entre todos los pueblos, a fin de que
fueran tu herencia, como lo dijiste tú mismo, Señor, por medio de tu
servidor Moisés, cuando hiciste salir de Egipto a nuestros padres".
La bendición de Salomón a la asamblea
54 Cuando Salomón terminó de dirigir al Señor toda esta oración y
esta súplica, se levantó de delante del altar del Señor, donde
estaba arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo.
55 Y puesto de pie, bendijo en voz alta a toda la asamblea de
Israel, diciendo: 56 "¡Bendito sea el Señor, que ha dado a su pueblo
el descanso, conforme a todo lo que había dicho! No ha caído por
tierra ninguna de las promesas que él hizo por medio de su servidor
Moisés.
57 ¡Que el Señor, nuestro Dios, esté con nosotros como lo estuvo con
nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace! 58 ¡Que incline
nuestro corazón hacia él, para que vayamos por todos sus caminos y
observemos sus mandamientos, sus preceptos y sus leyes, que él dio a
nuestros padres!
59 Que estas súplicas que yo he pronunciado en presencia del Señor,
nuestro Dios, estén presentes ante él día y noche, para que haga
justicia a su servidor y a su pueblo Israel, según la necesidad de
cada día.
60 Así sabrán todos los pueblos de la tierra que el Señor es Dios, y
no hay otro; 61 y el corazón de ustedes pertenecerá íntegramente al
Señor, nuestro Dios, para caminar según sus preceptos y observar sus
mandamientos, como en el día de hoy".
Los sacrificios de la Dedicación del Templo
2 Crón. 7. 4-10
62 El rey, y con él todo Israel, ofrecieron sacrificios delante del
Señor.
63 Salomón inmoló, como sacrificios de comunión en honor del Señor,
veintidós mil bueyes y ciento veinte mil carneros. Así, el rey y
todos los israelitas dedicaron la Casa del Señor.
64 Aquel día, el rey consagró el centro del atrio que está delante
de la Casa del Señor, ofreciendo allí el holocausto, la oblación y
la grasa de los sacrificios de comunión, porque el altar de bronce
que está delante del Señor resultaba demasiado pequeño para contener
los holocaustos, las oblaciones y la grasa de los sacrificios de
comunión.
65 En aquella ocasión, Salomón, y con él todo Israel, celebró la
Fiesta delante del Señor, nuestro Dios, durante siete días. Se
congregó una gran asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta
el Torrente de Egipto.
66 Al octavo día, Salomón despidió al pueblo. Ellos bendijeron al
rey y se fueron a sus campamentos, con el corazón desbordante de
alegría por todo el bien que el Señor había hecho a su servidor
David y a su pueblo Israel.
Fuente: Catholic.net