1 TESALONICENSES 4 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 |
Somos llamados a la santidad.
1
Por lo demás, hermanos, os rogamos y
exhortamos en el Señor Jesús, que según aprendisteis de
nosotros el modo en que habéis de andar y agradar a Dios
–como andáis ya– así abundéis en ello más y más*.
2
Pues sabéis que
preceptos os hemos dado en nombre del Señor Jesús.
3
Porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra
santificación; que os abstengáis de la fornicación;
4
que cada uno de
vosotros sepa poseer su propia mujer en santificación y
honra*,
5
no con pasión
de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;
6
que nadie engañe ni explote a su hermano en los
negocios, porque el Señor es vengador de todas estas cosas,
como también os dijimos antes y atestiguamos;
7
porque no nos ha llamado Dios a vivir
para impureza, sino en santidad*.
8
Así pues el que esto rechaza, no rechaza a un hombre,
sino a Dios, que también os da su Santo Espíritu.
Amor al prójimo y laboriosidad.
9 En cuanto al
amor fraternal, no tenéis necesidad de que os escriba,
puesto que vosotros mismos habéis sido enseñados por Dios a
amaros mutuamente.
10 Pues en realidad eso practicáis para con todos los hermanos que viven
en toda la Macedonia. Os rogamos, hermanos, que lo hagáis
más y más,
11 y que ambicionéis la tranquilidad, ocupándoos de lo vuestro y
trabajando con vuestras manos, según os lo hemos
recomendado,
12 a fin de que os comportéis decorosamente ante los de afuera, y no
tengáis necesidad de nadie.
Resurrección de entre los
muertos.
13 No queremos,
hermanos, que estéis en ignorancia acerca de los que
duermen, para que no os contristéis como los demás, que no
tienen esperanza*.
14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así
también (creemos que) Dios
llevará con Jesús a los que durmieron en Él.
15
Pues esto os decimos con palabras del Señor: que nosotros,
los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no
nos adelantaremos a los que durmieron.
16
Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo,
a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, y los
muertos en Cristo resucitaran primero*.
17
Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos
arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al
encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor.
18
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
4. Que se abstengan
de la
fornicación
con aquella
pureza y honestidad que corresponde a la condición
de nuestro cuerpo, que debe ser templo de Dios (1
Co. 3, 16 s.; 6, 19; 1 Pe. 3, 17). El fin inmediato
del matrimonio es la procreación de los hijos para
que lo sean de Dios, y miembros de Cristo; el fin
último, la gloria de Dios. Ambos fines han de guiar
la vida y la conducta de los casados (Sto. Tomás).
7.
Sino en santidad,
es decir,
que la santidad es para
todos los hijos de Dios (Cf. 1 Co. 1, 2 y nota), y
esto porque Él nos ha dado también su Santo Espíritu
(v. 8). Aquí, como en Rm. 5, 5, vemos
terminantemente destruida nuestra abominable
suficiencia. El mismo Apóstol, por la forma de
hablar, nos muestra su asombro ante la maravilla que
nos está revelando. Porque según esto la santidad es
un ofrecimiento de Dios que nos invita a ser santos
como Él es santo (Lv. 11, 44; 19, 2; 20, 26; 21, 8;
1 Pe. 1, 15 s.; Lc. 6, 36 y nota). Si aceptamos, si
lo deseamos con sinceridad, Él mismo nos da entonces
su propio Espíritu, que es el Espíritu de santidad
(Rm. 5, 5), de la propia santidad de Dios. Si el sol
mira a la tierra, la verá luminosa, como nosotros
vemos a la luna, pero esa luz es la que le da Él,
nada más que Él. Y más aún la luminosidad será tanto
mayor cuanto más lisa sea la superficie que la
refleja, es decir, cuanto más quitemos nuestros
propios inventos para vivir y obrar según todo lo
que nos viene de Él. De ahí que quien esto rechaza,
no desprecia a un hombre sino a Dios.
13 ss. A los primeros
cristianos,
más que a nosotros, les preocupaba la
segunda venida
de Cristo, especialmente en cuanto a la suerte
de los muertos. Creían que éstos, tal vez, fueran
remitidos al último lugar en la resurrección o que
la resurrección ya había pasado (2 Tm. 2, 16 ss. y
nota). Contesta S. Pablo: De ninguna manera habéis
de angustiaros; ellos resucitarán los primeros, y
los otros justos que estén vivos serán arrebatados
al encuentro de Cristo en el aire. Los Padres
griegos, y de los latinos S. Jerónimo y Tertuliano,
opinan que esto sucederá sin que antes sea necesaria
la muerte física. Lo admiten también S. Anselmo y
Sto. Tomás, etc. Véase 3, 13; 1 Co. 6, 2 s.; 15, 23
y 51; 2 Tm. 4, 8 y notas.
16. El
Arcángel: probablemente S.
Miguel, pues es el único que en la Sagrada Escritura
lleva este título. Véase Judas v. 9; Dn. 10, 13 y
notas. Acerca de la
trompeta de Dios cf. Za. 9, 14, donde el mismo Dios hace sonar la
trompeta.
Resucitarán primero: cf. 1 Co. 15, 23.
|