Iglesia Remanente

LUCAS 22

       

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V. PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

(22, 1 - 23, 56)

 

Judas traiciona al Maestro. 1 Se aproximaba la fiesta de los Ázimos, llamada la Pascua*. 2 Andaban los sumos sacerdotes y los escribas buscando cómo conseguirían hacer morir a Jesús, pues temían al pueblo. 3 Entonces, entró Satanás en Judas por sobrenombre Iscariote, que era del número de los Doce. 4 Y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los oficiales (de la guardia del Templo) de cómo lo entregaría a ellos. 5 Mucho se felicitaron, y convinieron con él en darle dinero*. 6 Y Judas empeñó su palabra, y buscaba una ocasión para entregárselo a espaldas del pueblo.

 

La Última Cena. 7 Llegó, pues, el día de los Ázimos, en que se debía inmolar la pascua*. 8 Y envió (Jesús) a Pedro y a Juan, diciéndoles: “Id a prepararnos la Pascua, para que la podamos comer”*. 9 Le preguntaron: “¿Dónde quieres que la preparemos?” 10 Él les respondió. “Cuando entréis en la ciudad, encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa en que entre. 11 Y diréis al dueño de casa: “El Maestro te manda decir: ¿Dónde está el aposento en que comeré la pascua con mis discípulos?” 12 Y él mismo os mostrará una sala del piso alto, amplia y amueblada; disponed allí lo que es menester”. 13 Partieron y encontraron todo como Él les había dicho, y prepararon la pascua. 14 Y cuando llegó la hora, se puso a la mesa, y los apóstoles con Él. 15 Díjoles entonces: “De todo corazón he deseado comer esta pascua con vosotros antes de sufrir. 16 Porque os digo que Yo no la volveré a comer hasta que ella tenga su plena realización en el reino de Dios”*. 17 Y, habiendo recibido un cáliz dio gracias y dijo: “Tomadlo y repartíoslo*. 18 Porque, os digo, desde ahora no bebo del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios”. 19 Y habiendo tomado pan y dado gracias, (lo) rompió, y les dio diciendo: “Este es el cuerpo mío, el que se da para vosotros. Haced esto en memoria mía”*. 20 Y asimismo el cáliz, después que hubieron cenado, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derrama para vosotros*. 21 Sin embargo, ved: la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. 22 Porque el Hijo del hombre se va, según lo decretado, pero ¡ay del hombre por quien es entregado!” 23 Y se pusieron a preguntarse entre sí quién de entre ellos sería el que iba a hacer esto.

 

Disputa entre los apóstoles. 24 Hubo también entre ellos una discusión sobre quién de ellos parecía ser mayor*. 25 Pero Él les dijo: “Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación, y los que ejercen sobre ellas el poder son llamados bienhechores*. 26 No así vosotros; sino que el mayor entre vosotros sea como el menor; y el que manda, como quien sirve. 27 Pues ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es acaso el que está sentado a la mesa? Sin embargo, Yo estoy entre vosotros como el sirviente*. 28 Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas. 29 Y Yo os confiero dignidad real como mi Padre me la ha conferido a Mí*, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

 

Jesús predice la negación de Pedro. 31 Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo. 32 Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido*, confirma a tus hermanos. 33 Pedro le respondió: “Señor, yo estoy pronto para ir contigo a la cárcel y a la muerte”*. 34 Mas Él le dijo: “Yo te digo, Pedro, el gallo no cantará hoy, hasta que tres veces hayas negado conocerme”*. 35 Y les dijo: “Cuando Yo os envié sin bolsa, ni alforja, ni calzado, ¿os faltó alguna cosa?” Respondieron: “Nada”. 36 Y agregó: “Pues bien, ahora, el que tiene una bolsa, tómela consigo, e igualmente la alforja; y quien no tenga, venda su manto y compre una espada*. 37 Porque Yo os digo, que esta palabra de la Escritura debe todavía cumplirse en Mí: «Y ha sido contado entre los malhechores». Y así, lo que a Mí se refiere, toca a su fin”. 38 Le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Les contestó: “Basta”*.

 

Getsemaní. 39 Salió y marchó, como de costumbre, al Monte de los Olivos, y sus discípulos lo acompañaron. 40 Cuando estuvo en ese lugar, les dijo: “Rogad que no entréis en tentación”. 41 Y se alejó de ellos a distancia como de un tiro de piedra, 42 y, habiéndose arrodillado, oró así: “Padre, si quieres, aparta de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. 43 Y se le apareció del cielo un ángel y lo confortaba. 44 Y entrando en agonía, oraba sin cesar. Y su sudor fue como gotas de sangre, que caían sobre la tierra*. 45 Cuando se levantó de la oración, fue a sus discípulos, y los halló durmiendo, a causa de la tristeza. 46 Y les dijo: “¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación”.

 

El beso de Judas. 47 Estaba todavía hablando, cuando llegó una tropa, y el que se llamaba Judas, uno de los Doce, iba a la cabeza de ellos, y se acercó a Jesús para besarlo*. 48 Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” 49 Los que estaban con Él, viendo lo que iba a suceder, le dijeron: “Señor, ¿golpearemos con la espada?” 50 Y uno de ellos dio un golpe al siervo del sumo sacerdote, y le separó la oreja derecha. 51 Jesús, empero, respondió y dijo: “Sufrid aún esto”; y tocando la oreja la sanó. 52 Después Jesús dijo a los que habían venido contra Él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: “¿Cómo contra un ladrón salisteis con espadas y palos? 53 Cada día estaba Yo con vosotros en el Templo, y no habéis extendido las manos contra Mí. Pero ésta es la hora vuestra, y la potestad de la tiniebla”.

 

La negación de Pedro. 54 Entonces lo prendieron, lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote. Y Pedro seguía de lejos. 55 Cuando encendieron fuego en medio del patio, y se sentaron alrededor, vino Pedro a sentarse entre ellos*. 56 Mas una sirvienta lo vio sentado junto al fuego y, fijando en él su mirada, dijo: “Este también estaba con Él”. 57 Él lo negó, diciendo: “Mujer, yo no lo conozco”. 58 Un poco después, otro lo vio y le dijo: “Tú también eres de ellos”. Pero Pedro dijo: “Hombre, no lo soy”. 59 Después de un intervalo como de una hora, otro afirmó con fuerza: “Ciertamente, éste estaba con Él; porque es también un galileo”. 60 Mas Pedro dijo: “Hombre, no sé lo que dices”. Al punto, y cuando él hablaba todavía, un gallo cantó. 61 Y el Señor se volvió para mirar a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor, según lo había dicho: “Antes que el gallo cante hoy, tú me negarás tres veces”. 62 Y salió fuera y lloró amargamente*. 63 Y los hombres que lo tenían (a Jesús), se burlaban de Él y lo golpeaban. 64 Y habiéndole velado la faz, le preguntaban diciendo: “¡Adivina! ¿Quién es el que te golpeó?” 65 Y proferían contra Él muchas otras palabras injuriosas.

 

Ante el Sanhedrín. 66 Cuando se hizo de día, se reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y escribas, y lo hicieron comparecer ante el Sanhedrín*, 67 diciendo: “Si Tú eres el Cristo, dínoslo”. Mas les respondió: “Si os hablo, no me creeréis, 68 y si os pregunto, no me responderéis. 69 Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios”. 70 Y todos le preguntaron: “¿Luego eres Tú el Hijo de Dios?” Les respondió: “Vosotros lo estáis diciendo: Yo soy”. 71 Entonces dijeron: “¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos acabamos de oírlo de su boca”*.



5. Véase Mt. 26, 14 ss.; Mc. 14, 10 s. La suma convenida fue de treinta monedas de plata, precio de un esclavo. El profeta lo llama “el lindo precio en que me estimaron” (Za. 11, 12 s. y nota).

8. Las palabras “para que la podamos comer” insinúan tal vez que, si ellos no la comen hoy, mañana será demasiado tarde. Es, pues, natural que tenga Él mismo la iniciativa de los preparativos para esa cena anticipada. Véase Mt. 26, 17; Jn. 18, 28 y nota.

17. Este cáliz que entrega antes de la Cena (dato exclusivo de Lucas) parece ser como un brindis especial de despedida, pues consta por lo que sigue (v. 20) y por Mt. 26, 27 y Mc. 14, 23, que la consagración del vino se hizo después de la del pan y también después de cenar. Cf. Sal. 115, 13 y nota.

19. Dio gracias: en griego eujaristesas, de donde el nombre de Eucaristía. “Dar gracias tiene un sentido particular de bendición” (Pirot). Este es mi cuerpo. El griego dice: esto es mi cuerpo, y así también Fillion, Buzy, Pirot, etc. Tuto es neutro y se traduce por esto, debiendo observarse sin embargo que cuerpo en griego es también neutro (to soma). Que se da: otros: que es dado (cf. v. 22). “Su cuerpo es dado para ser inmolado, y esto en provecho de los discípulos” (Pirot). Cf. 24, 7; Mt. 16, 21; 17, 12; Jn. 10, 17 s.; Isa. 53, 7.

20. Tres son las instituciones de la doctrina católica que aquí se apoyan: 1º, el sacramento de la Eucaristía; 2º, el sacrificio de la Misa; 3º, el sacerdocio. Véase Mt. 26, 26-29; Mc. 14, 22-25 y nota; 1 Co. 11, 23 ss.; Hb. caps. 5-10 y 13, 10.

24 ss. Véase Mt. 18, 1 ss.; 20, 25 ss.; Mc. 10, 42 ss. ¡En el momento más sagrado, están disputando los apóstoles sobre una prioridad tan vanidosa! Sólo con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés van a comprender el carácter de su misión en “este siglo malo” (Ga. 1, 4), tan distinta de los ministros de un rey actual (v. 25). Cf. Jn. 15, 18 ss.

25. Bienhechores, en griego Evergetes, título de varios reyes de Egipto y Siria.

27. ¡Como el sirviente! No podemos pasar por alto esta palabra inefable del Hijo de Dios, sin postrarnos con la frente pegada al polvo de la más profunda humillación y suplicarle que nos libre de toda soberbia y de la abominable presunción de ser superiores a nuestros hermanos, o de querer tiranizarlos, abusando de la potestad que sobre ellos hemos recibido del divino Sirviente. Cf. Mt. 23, 11; Fil. 2, 7 s. y nota; 1 Pe. 5, 3; 2 Co. 10, 8; 3 Jn. 9 s.

32. Una vez convertido: Enseñanza fundamental para todo apostolado: nadie convertirá a otro si no es él mismo un “convertido”, pues nadie puede dar lo que no tiene. Véase las claras palabras de Cristo a Nicodemo, según las cuales el ser su discípulo implica nada menos que un nuevo nacimiento. Cf Jn. 3, 13 ss. y nota.

33. Jesús acaba de decirle que aún precisa convertirse (cosa que sólo hará el Espíritu en Pentecostés), pero él pretende saber más y se siente ya seguro de sí mismo. De ahí la tremenda caída y humillación. Véase la inversa en Mt. 6, 13 y nota.

36 ss. Compre una espada: Jesús está hablando de las persecuciones (v. 37). Ellos no las tuvieron en vida de Él (v. 35) porque Él los guardaba y no perdió ni uno (Jn. 17, 12). Ahora Él será tratado como criminal (v. 37); lo mismo lo serán sus discípulos (Jn. 15, 18 ss.; 16, 1 ss.) hasta que Él vuelva en su Reino glorioso (cf. 13, 35; 23, 42), por lo cual necesitan un arma. ¿Cuál es? Pedro tenía una espada y cuando la usó, Él se lo reprochó (v. 51; Mt. 26, 52; Jn. 18, 11); luego no es ésa la buena espada, ni ella lo libró de abandonar a su Maestro en la persecución (Mt. 26, 56 y nota; cf. Mt. 13, 21), y negarlo muchas veces (vv. 54 ss.). San Pablo nos explica que nuestra arma en tales casos es la espada del espíritu: la Palabra de Dios (Ef. 6, 17), la que el mismo Jesús usó en las tentaciones (Mt. 4, 10 y nota). La enseñanza que Él nos da aquí es la misma, como lo confirma en Mt. 26, 41 y Jn. 6, 63. No es de acero la espada que Él vino a traer según Mt. 10, 34. El basta (v. 38) no se refiere, pues, a que basten dos espadas. Es un basta ya, acompañado, dice S. Cirilo de Alejandría, con una sonrisa triste al ver que nunca le entendían sino carnalmente. Pirot, citando a Lagrange concordante con esta opinión, agrega al respecto: “Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam interpretó las dos espadas como de la autoridad espiritual y de la autoridad temporal (E. D. 469); es sabido que en las definiciones los considerandos no están garantizados por la infalibilidad”.

38. Sobre el ofrecimiento de espadas véase Mt. 26, 56 y nota.

44. Cf. Mt. 26, 36 ss.; Mc. 14, 26 ss. Fue, como dice San Bernardo, un llanto de lágrimas y sangre, que brotaba no solamente de los ojos, sino también de todo el cuerpo del Redentor. Nótese que el dato del sudor de sangre y del ángel es propio de Lucas. Proviene tal vez de una revelación especial hecha a S. Pablo. Puede verse una referencia en las lágrimas de Hb. 5, 7.

47 ss. Véase Mt. 26, 47-57; Mc. 14, 43-53; Jn. 18, 2-13.

55 ss. Véase Mt. 26, 69-75; Mc. 14, 66-72; Jn. 18, 16-18 y 25-27.

62. Sobre la caída de Pedro, cf. v. 33 y nota.

66 ss. Véase Mt. 26, 63-69; Mc. 14, 61-64; Jn. 18, 19-21.

71. Los judíos consideraban la respuesta de Jesús como blasfemia, la que según la Ley de Moisés acarreaba la pena capital.