Job 25 |
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Tercer discurso de Baldad
1*Entonces
Baldad suhita, tomó la palabra y dijo:
2
“Suyos son el dominio y el terror,
Él mantiene la paz en sus alturas,
3*¿No
es innumerable su milicia?
¿Sobre quién no se levanta su luz?
4*¿Cómo
podría ser justo el hombre delante de Dios,
cómo ser puro el nacido de mujer?
5He
aquí que ante sus ojos
aun la luna no tiene brillo,
ni son limpias las estrellas;
6*¡cuánto
menos el mortal,
ese gusano, el hijo del hombre,
que no es más que un vil insecto!”
*
1. La brevedad del nuevo discurso de Baldad
indica que los adversarios de Job han agotado
los argumentos. Sólo queda pendiente el problema
fundamental de la justificación del hombre ante
Dios.
*
3. Su milicia: la milicia celestial.
*
4. ¿Acaso no es Job el primero en reconocer
esto? (cf. 4, 17; 9, 2 y notas). Por eso ha
dicho que quien lo preservó es Dios. Él da su
gracia a los humildes (Proverbios 3, 34;
Santiago 4, 6; I Pedro 5, 5). El hombre
justificado por Dios, por los méritos del Justo
(Romanos 3, 25 ss.), en cuya promesa creía Job
(19, 25), y cuya Sangre, aunque hayamos pecado,
nos justifica (Romanos 4, 5 ss.) mediante la fe,
que, como lo define el Concilio Tridentino, “es
el principio de la humana salvación, el
fundamento y raíz de toda justificación” (Denz.
801).
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6. Aquí terminan los discursos de los tres
amigos que habían venido para consolar. Son un
ejemplo de esos falsos consuelos que ofrece el
mundo.
¿No han sido acaso puestos como un
contraste? para movernos a buscar el consuelo y
la paz sólo en Aquel que dijo: “Al que viene a
Mí no le echaré fuera” (Juan 6, 37). Porque,
aunque nos duela confesarlo, la paz que el mundo
nos da es falsa, y cuando no queremos admitirlo
por deliberación, tenemos que aprenderlo por
dolorosa experiencia.
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