JUAN 16 |
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15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 |
Causa de la persecución.
1
“Os he dicho esto para que no os
escandalicéis*.
2
Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en
que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un
obsequio a Dios*.
3
Y os harán
esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí.
4
Os he dicho
esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis
que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el
comienzo, porque Yo estaba con vosotros*.
5
Y ahora Yo me
voy al que me envió, y ninguno de vosotros me
pregunta: ¿Adónde vas?*,
6
sino que la tristeza ha ocupado vuestros
corazones porque os he dicho esto.
7
Sin embargo, os lo digo en verdad: Os
conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el
Intercesor no vendrá a vosotros; mas si me voy, os
lo enviaré*.
8
Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por
capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por
capítulo de juicio*:
9
por capítulo de
pecado, porque no han creído en Mí*;
10
por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi
Padre, y vosotros no me veréis más*;
11
por capítulo de juicio, porque el príncipe de este
mundo está juzgado*.
12
Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis
soportarlo ahora.
13
Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os
conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por
Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os
anunciará las cosas por venir*.
14
Él me
glorificará, porque tomará de lo mío, y
os (lo)
declarará. Todo cuanto tiene el Padre es mío;
15
por eso dije que Él
tomará de lo mío, y os (lo)
declarará”.
Me volveréis a ver.
16
“Un poco de tiempo y ya no me veréis: y
de nuevo un poco, y me volveréis a ver, porque me
voy al Padre”*.
17
Entonces
algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros:
“¿Qué es esto que nos dice: «Un poco, y ya no me
veréis; y de nuevo un poco, y me volveréis a ver» y:
«Me voy al Padre»?”
18
Y decían: “¿Qué es este «poco» de que habla? No
sabemos lo que quiere decir”.
19
Mas Jesús conoció que tenían deseo de
interrogarlo, y les dijo: “Os preguntáis entre
vosotros que significa lo que acabo de decir: «Un
poco, y ya no me veréis, y de nuevo un poco, y me
volveréis a ver».
20
En verdad, en verdad, os digo, vosotros vais a llorar
y gemir, mientras que el mundo se va a regocijar.
Estaréis contristados, pero vuestra tristeza se
convertirá en gozo.
21
La mujer, en el
momento de dar a luz, tiene tristeza, porque su hora
ha llegado; pero, cuando su hijo ha nacido, no se
acuerda más de su dolor, por el gozo de que ha
nacido un hombre al mundo.
22
Así también vosotros, tenéis ahora
tristeza, pero Yo volveré a veros, y entonces
vuestro corazón se alegrará y nadie os podrá quitar
vuestro gozo.
23
En aquel día no me preguntaréis más sobre
nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que
pidiereis al Padre, Él os lo dará en mi nombre*.
24
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre.
Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea
colmado”*.
Tened confianza.
25
“Os he dicho estas cosas en parábolas;
viene la hora en que no os hablaré más en parábolas,
sino que abiertamente os daré noticia del Padre.
26
En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo
rogaré al Padre por vosotros*,
27
pues el Padre os ama Él mismo, porque vosotros me
habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios.
28
Salí del Padre,
y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno
al Padre”*.
29
Dijéronle los
discípulos: “He aquí que ahora nos hablas claramente
y sin parábolas.
30
Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que
nadie te interrogue. Por esto creemos que has venido
de Dios”.
31
Pero Jesús les respondió: “¿Creéis ya ahora?
32
Pues he aquí que viene la hora, y ya ha llegado, en
que os dispersaréis cada uno por su lado, dejándome
enteramente sólo. Pero, Yo no estoy solo, porque el
Padre está conmigo.
33
Os he dicho
estas cosas, para que halléis paz en Mí. En el mundo
pasáis apreturas, pero tened confianza: Yo he
vencido al mundo”.
1 s.
No os
escandalicéis,
al ver que la
persecución viene a veces de donde menos
podía esperarse, Jesús nos previene para que
no incurramos en el escándalo de que habla
en Mt. 13, 21.
2.
Creerá hacer
un obsequio a Dios:
es decir, que
se llega a cometer los más grandes males
creyendo obrar bien, o sea que, por falta de
conocimiento de la verdad revelada que nos
hace libres (8, 32), caemos en los lazos del
padre de la mentira (8, 44). Por eso dice:
porque no han conocido al Padre ni
a Mí, esto es, no los conocían aunque presuntuosamente creían
conocerlos para no inquietarse por su
indiferencia (cf. Ap. 3, 15 s.). Es ésta la
“operación del error” (de que habla con tan
tremenda elocuencia S. Pablo en 2 Ts. 2, 9
ss.), a la cual Dios nos abandona por no
haber recibido con amor la verdad que está
en su Palabra (17, 17), y nos deja que
“creamos a la mentira”. ¿Acaso no fue éste
el pecado de Eva y de Adán? Porque si no
hubieran creído al engaño de la serpiente y
confiado en sus promesas, claro está que no
se habrían atrevido a desafiar a Dios.
Nuestra situación será mejor que la de ellos
si aprovechamos esta prevención de Jesús.
Rara vez hay quien haga el mal por el mal
mismo, y de ahí que la especialidad de
Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos
al mal con apariencia de bien. Así Caifás
condenó a Jesús, diciendo piadosamente que
estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y
todos estuvieron de acuerdo con Caifás y lo
escupieron a Jesús por blasfemo (Mt. 26, 65
ss.). Él nos anuncia aquí que así sucederá
también con sus discípulos (véase 15, 20
ss.).
4. Cuando
Jesús estaba con ellos,
Él los protegía contra todo (17, 12; 18, 8).
5 s. Ya no os
interesáis como antes (13, 36; 14, 5) por
saber
lo mío, que tanto debiera preocuparos, y
sólo pensáis en vuestra propia tristeza,
ignorando que mi partida será origen de
grandes bienes para vosotros (v. 7). Nótese,
en efecto, que cuando Jesús subió al cielo,
sus discípulos ya no estaban tristes por
aquella separación, sino que “volvieron
llenos de gozo” (Lc. 24, 52).
7. Se refiere
a Pentecostés (Hch. 2). El don del Espíritu
(Lc. 24, 49 y nota), que es su propio
espíritu (Ga. 4, 6), nos lo obtuvo Jesús del
Padre, como premio conquistado con su
Sangre. Se
entiende así que el Espíritu Santo no fuese
dado (7, 39) hasta que Jesús “una vez
consumado” (Hb. 5, 9 s.) por su pasión (Hb.
2, 10) entrase en su gloria (Lc. 24, 26)
sentándose a la diestra del Padre (Sal. 109,
1 ss. y notas). Cf. 20, 22 y nota.
8.
Presentará
querella:
“Desde
entonces el mundo es un reo, sentado en el
banquillo de Dios, perpetuamente acusado por
el Espíritu. ¿Cómo podría tener la simpatía
del creyente si no es por la engañosa
seducción de sus galas?”
9. Jesús se
refiere únicamente al pecado
de incredulidad, mostrándonos que tal es el
pecado por antonomasia, porque pone a prueba
la rectitud del corazón. Véase 3, 19; 3, 36;
7, 17; 8, 24; 12, 37 y siguientes; Mc. 3,
22; Rm. 11, 32 y notas.
10. Es decir
porque Él va a ser
glorificado por el Padre, con
lo cual quedará de manifiesto su santidad; y
entre tanto sus discípulos, aunque privados
de la presencia visible del Maestro, serán
conducidos por el Paráclito al cumplimiento
de toda justicia, con lo cual su vida será
un reproche constante para el mundo pecador.
11. El
Espíritu Santo dará contra
el espíritu mundano este tremendo testimonio, que consiste en demostrar
que, no obstante las virtudes que suele
pregonar, tiene como rector al mismo
Satanás. Y así como ha quedado demostrada la
justicia de la causa de Cristo (v. 10),
quedará también evidenciada, para los hijos
de la sabiduría humana, la condenación de la
causa de Satanás. Esto no quiere decir que
ya esté cumplida plenamente la sentencia
contra el diablo y sus ángeles. Véase 2 Pe.
2, 4; Judas 6; Ap. 20, 3, 7 y 9.
13. El
Espíritu Santo,
que en el
Ant. Test. “habló por los Profetas”, inspiró
también los Libros del Nuevo, que presentan
las enseñanzas de Jesús, desenvuelven su
contenido y
revelan las cosas futuras, objeto de
nuestra esperanza. No significa, pues, que
cada uno de nosotros haya de recibir una
revelación particular del Espíritu Santo,
sino que debemos preocuparnos por conocer
las profecías bíblicas y no despreciarlas
(véase 14, 26 y nota: 1 Ts. 5, 20).
16 ss. S.
Agustín hace notar que
ese otro
poco
de tiempo es el que empieza después de
la Ascensión, que es cuando Jesús se va al
Padre, o sea, que lo volveremos a ver cuando
venga de allí a juzgar a los vivos y a los
muertos. Esta interpretación se deduce del
v. 20, donde Jesús se refiere a la alegría
del mundo y a las persecuciones del tiempo
presente, como también lo indica Sto. Tomás.
Por eso cuando Él vuelva nadie nos quitará
el gozo (v. 22). Véase 14, 3, 18 y 28. “Es,
añade el doctor de Hipona, una promesa que
se dirige a toda la Iglesia. Este poco de
tiempo nos parece bien largo, porque dura
todavía, pero cuando haya pasado,
comprenderemos entonces cuán corto fue”. Cf.
Ct. 1, 2; 8, 14 y notas.
23.
En aquel día:
Véase 14, 20.
No me preguntaréis más: Cf. Hb. 8, 11; Jr. 31, 34.
24.
En mi nombre:
por el conocimiento que tenéis de mi bondad,
y de todas mis promesas. La falta de este
conocimiento es lo que explica, según S.
Agustín, que tantas veces la oración parezca
ineficaz, pues se pide en nombre de un
Cristo desfigurado a quien el Padre no
reconoce por su Hijo. Véase 14, 13 s.; 14,
20; 15, 11; 1 Jn. 5, 14; Mt. 7, 7; Mc. 11,
24; St. 1, 6 s.; 4, 3.
Pedid,
etc.: Algunos traducen: “pedid que
vuestro gozo sea completo, y recibiréis” (lo
que pedís), lo cual significaría que se nos
promete no ya tales o cuales bienes pedidos,
para que nos gocemos en ellos, sino que se
nos promete el gozo mismo, como un bien
inmenso, el gozo que el propio Jesús tenía
(17, 13), la alegría del corazón que debe
tenerse siempre (Fil. 4, 4; Tob. 5, 11) y
que, siendo un fruto del Espíritu Santo (Ga.
5, 22), es explicable que se conceda a todo
el que lo pida, pues si los malos sabemos
dar cosas buenas a nuestros hijos, mucho más
nos dará el Padre Celestial su buen Espíritu
(Lc. 11, 13 y nota); ¡Admirable promesa de
felicidad! Porque conceder así el gozo
permanente a todo el que lo pida, no es sólo
hacernos seguramente felices, sino también
darnos una fuente inexhausta de santidad
(Si. 30, 23, Vulgata). ¿No es esto lo que se
nos enseña a pedir ya en el Sal. 50, 10 y
14? No quiere Jesús que pongamos nuestra
felicidad en la posesión de determinados
bienes, que pueden no convenirnos, y por eso
Santiago enseña que a veces pedimos y no
recibimos (St. 4, 3); sino que pidamos el
don del gozo espiritual, que es en sí mismo
alegría inalterable, como la de aquel
“hombre feliz que no tenía camisa”.
26 s.
No digo que
rogaré.
Rasgo de indecible delicadeza. Bien sabemos
que rogará siempre por nosotros (Hb. 7, 24
s.), como que tal es su Ministerio de
Sacerdote Eterno (Hb. 8, 2; 9, 11 y 24). Y
Él mismo nos dijo: “nadie va al Padre sino
por Mí” (14, 6). Pero aquí muestra su empeño
de que la gloria y el amor sean para el
Padre, y por eso, para inclinar hacia Éste
nuestro agradecimiento, nos dice que
el
mismo Padre nos ama. El ideal de Jesús
es que nos ame tanto como a Él (17, 26). Y
esa verdad de que no vamos al Padre sino por
Él, se cumple también aquí, pues Jesús ha
sido el instrumento de propiciación (Rm. 3,
25), y si, además del perdón, gozamos de ese
amor del Padre es por haberlo amado a Jesús,
como dice también en 14, 23: “Si alguno me
ama... mi Padre lo amará”.
28.
Retorno al
Padre:
allí, hecho
causa de eterna salud (Hch. 5, 9) y
ofreciendo por nosotros su sacrificio del
Calvario (Hch. 7, 24 s.; 8, 1 ss.; 9,
11-14), Jesús es el Pontífice (Hb. 5, 10; 6,
20; 7, 28; Sal. 109, 4 nota), el puente
entre Dios y nosotros (Hb. 13, 10 y 15), el
Don del Padre a nosotros (3, 16) y Don de
nosotros al Padre. Es la “respiración del
alma” que continuamente lo recibe a Él como
oxígeno de vida (cf. 15, 1 ss.) y lo
devuelve, para gloria de Ambos, al Padre que
tiene en Él toda su complacencia (Mt. 17,
5). Todo el Evangelio está aquí, y sus
discípulos no tardan en advertirlo (v. 29
s.), dejando sus inquietudes del v. 19, si
bien creen erróneamente que ya llegó el
feliz día del v. 28 (cf. v. 16 y nota). De
ahí la rectificación que el divino Profeta
les hace en el v. 31 s.
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