Iglesia Remanente

Sabiduría 9

1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19    

Oración de Salomón

1* “Oh Dios de mis padres, y Señor de misericordia,

que hiciste todas las cosas por medio de tu Palabra,

2y con tu sabiduría formaste al hombre,

para que fuese señor de las creaturas que Tú hiciste;

3a fin de que gobernase la redondez de la tierra con equidad y justicia,

y ejerciese el juicio con rectitud de corazón;

4*dame aquella sabiduría que asiste a tu trono,

y no quieras excluirme de entre tus hijos;

5ya que soy siervo tuyo e hijo de tu esclava,

hombre flaco, y de corta edad,

y poco idóneo para entender el juicio y las leyes.

6*Porque aun cuando alguno de entre los hijos de los hombres

fuese consumado,

si se ausentare de él tu sabiduría, no valdría nada

7Tú me escogiste por rey de tu pueblo,

y por juez de tus hijos e hijas.

8*Me mandaste edificar el Templo en tu santo monte,

y un altar en la ciudad de tu morada,

a semejanza de tu santo tabernáculo,

que dispusiste desde el principio.

9Contigo está tu sabiduría, que conoce tus obras,

la cual se hallaba también entonces cuando creabas al mundo,

y sabía lo que era acepto a tus ojos,

y qué cosa era conforme a tus decretos.

10*Envíala de tus santos cielos y del solio de tu grandeza,

para que esté conmigo, y conmigo trabaje,

a fin de que sepa yo lo que te place.

11*Porque sabe ella todas las cosas, y todo lo entiende;

me guiará con acierto en mis empresas, y me protegerá con su poder;

12con lo cual mis obras serán aceptas,

y gobernaré con justicia a tu pueblo,

siendo digno del trono de mi padre.

13*Pues, ¿quién de los hombres podrá saber los consejos de Dios?

¿O quién podrá averiguar qué es lo que Dios quiere?

14Porque inseguros son los pensamientos de los mortales,

e inciertas nuestras providencias.

15*El cuerpo corruptible agrava al alma,

y la morada terrestre deprime la mente, ocupada en muchas cosas.

16*Difícilmente llegamos a formarnos un concepto de las cosas de la tierra;

y a duras penas entendemos lo que tenemos delante.

¿Quién podrá, pues, investigar lo que está en el cielo?

17Y ¿quién podrá conocer tu voluntad,

si Tú no le das la sabiduría

y no envías desde lo más alto tu santo Espíritu;

18con que sean enderezados los caminos de los moradores de la tierra,

y aprendan los hombres lo que te place?

19*Visto que por la sabiduría fueron salvados, oh Señor,

cuantos desde el principio te fueron aceptos.”



* 1. Esta Palabra es Jesús, el Verbo (Logos) encarnado “por quien fueron hechas todas las cosas” (Juan 1, 3). El autor de esta oración se inspira en III Reyes 3, 5 y siguientes, donde el rey Salomón pide a Dios el don de la sabiduría. Cf. Génesis 1, 1 y nota.

* 4. La Sabiduría asiste al trono del Altísimo porque es igual a Él en esencia. Ahora también con (su Humanidad Santísima, está Jesús “sentado a la diestra del Padre”. De entre tus hijos: véase Juan 15, 15, donde Jesús distingue entre amigos y siervos según que conozcamos o no los secretos de la Sabiduría que Él vino a enseñarnos.

* 6. No valdría nada, “como un globo desinflado”,  dice un piadoso autor. En efecto, Jesús enseña que la carne es flaca (Marcos 14, 38) y para nada sirve (Juan 6, 64). El espíritu es lo que da la vida, es decir, el gas que llena el globo para que pueda levantarse. Ese espíritu no es el nuestro, sino el Espíritu de Dios que Él nos comunica por medio de su Palabra Omnipotente, ya que es el Espíritu Santo quien habla en ella, y Jesús nos dice que sus palabras son “espíritu y vida” (Juan 6, 63; Vulgata 6, 64). Hay, pues, que renovar ese gas cada día, a cada instante, porque, en, cuanto lo olvidamos, el globo se desinfla y vuelve a caer. Tal es el sentido de lo que Jesús nos dice en Juan 15, 5.

* 8. La ciudad de tu morada: Jerusalén. Para construir el Templo asistió a Salomón la Sabiduría, inspirándole a él y a los artífices. Véase I Paralipómenos 28, 11, 20. Que dispusiste desde el principio. El Templo de Jerusalén tiene su modelo en el Tabernáculo que Dios ordenó hacer en el desierto (Éxodo 25, 9; 26, 30). Véase Hebreos 8, 2; 9, 11; Apocalipsis 13, 6; 15, 5.

* 10. Nótese que hay aquí una gran luz. Saber en todo momento lo que a Dios le agrada es la suma sabiduría, al mismo tiempo que es la plena claridad de la conciencia y la felicidad del corazón. Cuando alguien se empeña en invitarnos con manjares excesivos o que nos desagradan, no comprende que, pretendiendo obsequiarnos neciamente, nos hace sufrir. Así también es muy fácil que, por no conocer el corazón de Dios tal como Él se ha revelado, creamos complacerlo con cosas que no le gustan, v. gr. con oración a fuerza de palabras (Mateo 6, 7 s.) o de obras que no son según su Espíritu (véase Isaías 1, 11 y siguientes; 66, 3; I Reyes 15, 22; Proverbios 15, 8; Jeremías 6, 19 s.; Oseas 6, 6; Amós 5, 21 s.; Miqueas 6, 6 y siguientes; I Corintios 3, 12 ss.; 13, 1 y siguientes; Marcos 7, 6 y siguientes; Mateo 23, 15; Salmo 49, 8 y siguientes y nota). Podemos comprender bien todo esto sabiendo que Dios no se nos ha revelado como un funcionario, que busque el cumplimiento material de sus ordenanzas, ni menos como una abstracción metafísica, sino como un Padre que tiene corazón de tal (recordemos la parábola del hijo pródigo), por lo cual nuestros obsequios no pueden agradarle sino en la medida del sincero amor y la filial confianza que los inspiren. Véase Eclesiastés 1, 34; Hechos de los Apóstoles 10, 15 y nota.

* 11. Me guiará: El modelo para esto es Jesús, que sabía siempre (versículo 9) lo que al Padre agrada, y lo hacía siempre (Juan 8, 29).

* 13. Véase Isaías 40, 13; Jeremías 23, 18; Romanos 11, 34; I Corintios 2, 16. ¿Quién podrá? Notemos que el hombre no llega al conocimiento perfecto de Dios por investigación propia o especulación a manera de Teosofía, sino que es Dios quien ha tomado la iniciativa de darse a conocer, primero por el Antiguo Testamento y luego más ampliamente por la Encarnación del Hijo (Hebreos 1, 1 s.).

* 15. “Este enlace que tiene con el cuerpo corruptible el alma, le sirve de gran estorbo para entender muchas cosas” (San Bernardo). Véase Romanos 7, 24; II Corintios 4, 7; 5, 4; Efesios 4, 22.

* 16. Véase lo que Jesús dice a Nicodemo en Juan 3, 10 s. “Es una comparación de menor a mayor. Si con mucha dificultad y a costa de mucha fatiga apenas llegamos a entender alguna de las cosas que están acá abajo, ¿cómo podemos llegar a rastrear, y mucho menos sondear las que están en el cielo, tan distantes de nosotros?” (Scío).

* 19. Fueron salvados: “Jesucristo es Redentor por la palabra y por la sangre.” La segunda parte del versículo falta en el original griego.