Sabiduría 19 |
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El paso del Mar Rojo
1Mas
sobre los impíos descargó la ira, sin misericordia hasta
el fin; como que Él estaba previendo lo que les había de
acontecer.
2*Porque
después de haber ellos permitido que los hebreos se
marchasen, y aun habiéndoles dado prisa para que
saliesen, arrepentidos luego les iban al alcance.
3De
modo que, estando todavía cubiertos de luto, derramando
lágrimas sobre los sepulcros de los muertos, tomaron
otra resolución de locura, y se pusieron a perseguir
como a fugitivos a los que habían hecho marchar con
ruegos.
4A
este fin los conducía una necesidad merecida; y perdían
la memoria de lo que les había acaecido, para que el
castigo pusiese el colmo al resto de sus tormentos;
5y
así tu pueblo pasase milagrosamente, y los otros
hallasen un nuevo género de muerte.
6*Porque
las creaturas todas, según su género, obedeciendo a tus
preceptos, tomaban una nueva forma a fin de que tus
hijos se conservasen ilesos.
7Así
una nube hacía sombra a su campamento; y donde antes
había agua, apareció tierra enjuta, un camino sin
tropiezo en medio del Mar Rojo, y en el profundo abismo
una verdadera pradería,
8por
la cual atravesó todo el pueblo, protegido de tu mano,
viendo tus maravillas y portentos.
9*Pues
como caballos bien pacidos, y como corderillos, daban
brincos de alegría, engrandeciéndote a Ti, oh Señor, que
los libraste.
10Pues
se acordaban todavía de aquellas cosas que habían
sucedido allá donde moraron como forasteros; cuando en
vez de crías de animales produjo la tierra moscas; y en
lugar de peces echó fuera el río muchedumbre de ranas.
11*Y
a la postre vieron una nueva creación de aves, cuando
llevados del antojo pidieron viandas delicadas.
12Porque
para contentar su apetito vinieron volando del mar
codornices; pero sobre los pecadores vinieron venganzas,
precediendo los mismos fenómenos que antes se habían
producido por la violencia de los rayos; pues justamente
padecían según sus maldades.
Crueldad de los egipcios
13*Pues
su hospitalidad fue muy inhumana, porque si otros no
acogieron a unos forasteros desconocidos, los egipcios
reducían a la esclavitud a huéspedes bienhechores.
14Ni
es de considerar solamente esto, sino que hay otra
diferencia en aquellos que hospedaban de mala gana a
unos extraños.
15Afligían
con crudelísimos trabajos a los que habían recibido con
alegría, y que vivían bajo las mismas leyes.
16*Por
lo que fueron castigados con la ceguera al modo que lo
fueron aquellos otros a la puerta del justo, cuando,
envueltos en repentinas tinieblas, buscaban cada uno la
puerta de su casa.
17*Porque
los elementos cambiaban entre sí sus propias funciones,
como en un salterio varían los sonidos bien que cada
cuerda retenga el propio tono. Esto se puede conocer
evidentemente por la misma experiencia.
18A
este modo las creaturas terrestres se hacían acuáticas y
las que nadaban se pasaban a la tierra.
19El fuego, excediendo su
condición, era activo en medio del agua, y el agua se
olvidaba de su natural virtud de apagar.
20*Al
contrario, las llamas no dañaban a los cuerpos de los
animales corruptibles, de suyo combustibles, que andaban
dentro de ellas, ni derretían aquel delicioso manjar,
que se deshacía tan fácilmente como la escarcha. Así
que, oh Señor, en todo y por todo engrandeciste a tu
pueblo, y le honraste ni te desdeñaste de asistirle en
todo tiempo y en todo lugar.
*
2 s.
Véase Éxodo 12, 31-33; 14, 5. De luto
(versículo 3): por los primogénitos (Éxodo 13,
15).
*
6 y
siguientes. Tus hijos: Admiremos una vez
más el amor de Dios hacia Israel, y esa
solicitud que llega hasta alterar en su favor
las leyes naturales y a destruir a todos sus
enemigos (véase Salmo 77, 13 s.; 104, 28 y
siguientes; 105, 8 siguientes y notas; Joel
capítulo 3, etc.). Así es como todo este Libro
remata en una honda exclamación de
reconocimiento (versículo 20).
*
9. Véase
en Éxodo 15. 19 el grandioso cántico de alegría
que entonaron con Moisés.
*
11.
Véase 16, 2; Éxodo 16, 13; Números 11, 13; Salmo
77, 26 y siguientes.
*
13 y
siguientes. Paralelo entre los egipcios y los
habitantes de Sodoma (Génesis 19), siendo más
culpable la conducta de los primeros, porque
oprimían a los mismos vecinos (Éxodo 1, 10-14).
*
16. A
la puerta del justo:
Se
refiere a Lot (cf. Génesis 19).
*
17. En
griego es el versículo 18 y dice en la versión
de Bover-Cantera: Y es así que los elementos
naturales permutándose los unos al son de los
otros son como los sonidos en el salterio, que
cambian el género de ritmo, conservando siempre
su propia sonoridad, lo cual se puede colegir
puntualmente de la consideración de las cosas
acaecidas, pues el milagro no suprime la
armonía de las fuerzas de la naturaleza, sino
que produce una nueva y maravillosa concordancia
de ellas. Nácar-Colunga vierte de otra manera:
para ejercer en ellos la justicia se pusieron
de acuerdo los elementos, como en el
salterio se acuerdan los sonidos en una
inalterable armonía, como claramente puede verse
por los sucesos: y agrega en la nota: “Para
ejercer la justicia divina, los elementos
formaron como un salterio, combinando
armónicamente su condición. Estos animales
acuáticos (versículo 18) han de ser las ranas,
que invaden la tierra de Egipto (Éxodo 8, 1-15),
el fuego (versículo 19) son los rayos, que,
destruyendo los ganados, perdonan a las ranas,
como el sol derrite el maná que, por otra parte,
era cocido al fuego. Todo sucede para
glorificación de Israel (16, 17).”
*
20.
Delicioso manjar: el griego dice:
alimento celestial. Véase 16, 20 y nota.
Como hemos visto, los nueve primeros capítulos
nos han presentado a la Sabiduría en sí misma,
identificada con la divina Persona del Verbo,
que se manifestó más tarde en la Encarnación.
Por consiguiente cuando los diez últimos
capítulos nos muestran a esa misma
Sabiduría-Cristo como el autor de todas las
bendiciones recibidas por Israel en la salida de
Egipto, nos explicamos el misterioso pasaje de
San Judas versículo 5, donde dice que Jesús
salvó a su pueblo de la tierra de Egipto, no
obstante haber esto ocurrido unos quince siglos
antes de la Encarnación (véase Éxodo 14, 19; 23,
20 y siguientes; Números 20, 16; I Corintios 10,
4-9). Porque, como señalamos en la Introducción
a este divino Libro, el Padre lo hace todo para
la gloria de su Hijo (Hebreos 1, 2), así como el
Hijo todo lo hace siempre (y lo hizo cuando,
“habitó entre nosotros”), para la gloria de su
Padre (Salmo 39, 8; Lucas 2, 19; Juan 8, 49 S-;
14, 13; 17, 1, etc.), en virtud del amor que los
une a Ambos y que es el Espíritu Santo: en lo
cual consiste el dulcísimo poema del Amor
infinito, que llamamos misterio de la Trinidad.
A él somos convocados, no sólo para conocerlo,
sino también para tomar participación, mediante
la invitación al banquete de la Sabiduría
(Proverbios 9, 1-6).
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